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La encuesta 'Edades 2022' ha detectado un uso compulsivo de internet en personas de 15 a 65 años en el 3,5% de la población. Fotolia
Atalaya UMU

Cuando el uso de internet se convierte en problema

Dos profesoras de la Universidad de Murcia estudian el uso compulsivo de la Red y las buenas prácticas en prevención de adicciones

Pascual Vera

Murcia

Viernes, 28 de julio 2023, 09:24

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Olga Monteagudo Piqueras, doctora especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y profesora asociada del departamento de Ciencias Sociosanitarias de la UMU, es jefa de servicio de Promoción y Educación para la Salud en la Dirección General de Salud Pública y Adicciones de la Consejería de Salud. Coordina la prevención de las adicciones dentro de Plan Regional sobre Adicciones 2021-2026. María Falcón es farmacéutica, profesora de Ciencias Sociosanitarias en el área de Medicina Legal y Forense. Trabaja en líneas de investigación relacionadas con las adicciones.

Los primero que cabría preguntarse es ¿Qué es el uso compulsivo de Internet? Y la respuesta es clara: cuando perdemos el control y hay consecuencias negativas, dedicandole más tiempo a estar Internet que a las cosas usuales de la vida real y tangible. «Hay que preocuparse cuando te pones a ver Instagram durante unos minutos y de pronto han pasado tres horas, has dejado de hacer cosas que tenías planificadas y eran importantes para ti, y ni te has enterado», afirma Falcón.

Ambas informan que, a través de la encuesta 'Edades 2022', se ha detectado un uso compulsivo de internet en las personas de 15 a 64 años en 3'5% en la población a nivel nacional. Si circunscribimos esto entre los 15 y los 35 años, el uso compulsivo alcanza en chicas 8,3 y en hombres, el 7,4%.

Prácticas contra la adicción

Afirman que nuestro comportamiento es lo que más influye en nuestra salud: lo que comemos, si hacemos ejercicio, si fumamos, si tomamos alcohol... Nuestra forma de vivir influye mucho en nuestra salud, y los comportamientos preventivos están muy influenciados por nuestro conocimiento. Tenemos que saber las consecuencias de nuestros comportamientos para poder actuar en consecuencia. También influye nuestra percepción del riesgo, el saber que algo nos perjudica, pues cuando se piensa que algo nos perjudica, se actúa más en consecuencia.

Conocer las consecuencias que acarrean nuestros comportamientos es esencial para poder actuar a tiempo

Todo eso hay que trabajarlo en edades tempranas, porque es más fácil enseñar una conducta que cambiar conductas. Lo contrario es dificilísimo. En cambio, con los chavales, que son chicos y chicas aún en formación es más fácil.

«Lo que se trabaja es la visión crítica, habilidades para la vida, que no se dejen llevar, que sepan decir que no, porque decir que no es muy difícil, si no quieren beber alcohol, que no beban. Pero, desgraciadamente, el sentido de pertenencia al grupo a veces les impide decir que no. Y esto se consigue con programas de prevención de adicciones que aumentan la percepción de riesgo», afirman.

Todo lo que se hace en la Consejería de Salud que, aseguran «la colaboración y la transferencia del conocimiento son esenciales».

El Portal de Buenas Prácticas en Reducción de la Demanda de Drogas es una herramienta de promoción de la calidad de intervenciones en reducción de la demanda de drogas y otras adicciones en España que permite identificar y seleccionar programas de calidad, facilitar su transferencia y diseminación, así como ofrecer asesoramiento y formación a los profesionales que los implementan.

Este Portal de Buenas Prácticas es un proyecto colaborativo entre la Comunidad y la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas y otras Adicciones, con la colaboración de los Planes Autonómicos sobre Adicciones, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP), el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (Emcdda) y Copolad.

Y una última aclaración de las profesoras. «Las personas adultas tendemos a pensar que los adolescentes hacen las cosas como cuando teníamos su edad, pero los patrones de consumo de ahora son distintos –afirma María Falcón– que los que teníamos a esa edad». En aquella época bebíamos también, comentan, pero no existía el botellón.

El patrón de consumo ahora es diferente, se produce en sitios diferentes, en cantidades diferentes y con objetivos diferentes. Por eso se realizan muchos más estudios: para saber la situación epidemiológica, qué consumo se realiza en cada edad, etcétera y poder prevenirlo, por ejemplo, ya se empieza a medir en estos estudios el consumo de bebidas energéticas, aunque no es una adicción, pero sí que se hace un consumo elevado.

  1. Mujeres y adicciones

María Falcón afirma que las adicciones suelen ser cruzadas, es decir, una persona que tenga una adicción, es muy fácil que tenga otro tipo de adicciones. Una persona que tenga adicción a la cocaína, es probable que tenga una adicción al alcohol y una adicción al tabaco.

María Falcón, también sostiene que, normalmente, cuando una persona tiene una adicción, en un alto porcentaje tiene aparejada otra enfermedad mental: depresión, ansiedad, problemas psiquiátricos… aparte de la adicción.

La mujer con un problema de adicción tiene una estigmatización muchísimo más importante que el hombre, asegura. El hombre está mucho menos estigmatizado que la mujer: el que no llega un día a dormir a su casa, el que se emborracha y no va a llevar a sus hijos al colegio, el que tiene problemas de consumo, en cambio, la mujer que es alcohólica o drogadicta, es juzgada de forma distinta por la sociedad, está más avergonzada, tiene más remordimientos, lo pasa peor…

Además, la mujer normalmente es la que ayuda y la que acompaña al hombre cuando tiene problemas, mientras que cuando es al contrario no ocurre esto, las mujeres van solas.

María Pelluz
  1. El peligro de socializar y normalizar el consumo de alcohol

María Falcón y Olga Monteagudo afirman que abordar el consumo de riesgo de alcohol es complejo porque está muy aceptado socialmente y, por tanto, muy normalizado. Es muy difícil para una persona no beber, porque en casi todas las celebraciones hay alcohol.

María Falcón afirma, por ejemplo, que «cuando decimos este jamón es muy bueno, hay que beberlo con un buen vino». Asociamos la comida a la bebida, las celebraciones, los brindis de Nochevieja, los cumpleaños, la felicidad, todo lo que se celebra, lo hace con alcohol, si brindas con agua trae mala suerte, si no bebes eres un aguafiestas (hasta la misma palabra estigmatiza el no beber).

En el tabaco se han conseguido logros, pero el alcohol continúa estando muy normalizado. Esto se puede ver en las películas y aún más, últimamente en las series, cuando la mujer termina su jornada laboral, cuando van a la cocina se ponen una copa de vino, y en todas las oficinas de todos los grandes despachos hay una bandeja de plata con licores.

El consumo de alcohol está, pues, a la orden del día.

Falcón también menciona que nos hemos inventado una cantidad de cosas increíbles en torno al alcohol que, si lo pensáramos objetiva y fríamente no lo haríamos: «¿Cómo se puede potenciar el consumo de una sustancia que acarrea tantos problemas de salud individual y pública, tantos problemas en la familia, en los trabajos, tantos accidentes…? porque tenemos una tradición que es casi imposible superar. Ya no bebemos como bebían nuestros abuelos. Ahora nos tomamos la cerveza y el vermú para empezar, el vino durante las comidas, y después las copas y los gintónics. Tenemos que ser conscientes de que habría que desnormalizar estos consumos que están normalizados».

Consejo médico

Monteagudo sostiene que, «en tercero de Medicina, al alumnado le enseñamos el protocolo del abordaje del consumo de alcohol y resaltamos la importancia de felicitar en consulta a la persona que no bebe y de aconsejar el menor consumo posible al que lo hace. El consejo médico en relación al consumo de alcohol es: 'alcohol, cuanto menos, mejor'».

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