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El diestro Paco Urueña, tras cortar una oreja durante la corrida de la Feria de San Isidro, este sábado, en Las Ventas.

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El diestro Paco Urueña, tras cortar una oreja durante la corrida de la Feria de San Isidro, este sábado, en Las Ventas. EFE

Ureña levanta la tarde en Las Ventas con una gran faena bajo la lluvia

El torero lorquino corta una oreja en una cita con tormenta de agua y emociones

francisco ojados

Sábado, 21 de mayo 2022, 22:42

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Rozó el lleno la plaza de toros de Las Ventas en el décimo cuarto festejo de la feria de San Isidro, para acudir a la encerrona de Paco Ureña. Cariñosa fue la ovación con la que acogió la afición de Madrid al gran triunfador de 2019 en esta plaza. Lo agradeció el torero de Lorca saludando desde el tercio y cogiendo un puñado de arena para besarlo. Compareció vestido de igual manera que el 15 de junio de 2019. El día de su gran triunfo en la catedral del toreo

En estas saltó al ruedo el primer toro de la Ventana del Puerto, protestado por su justeza de fuerzas. Lo saludó el diestro con buen toreo a la verónica, rematado con la media y metió los riñones el toro en el encuentro con el montado, gesto de casta. No lo brindó Ureña, que firmó un prometedor inicio de faena, ayudando por arriba al astado en los estatuarios de apertura y ligando una primera tanda diestra más allá de la segunda raya en la que el toro se desplazó. Luego acusó el de La Ventana la escasez de fuerzas y faltó acoplamiento al natural. Un pinchazo hondo que necesitó de descabello sirvió para cerrar el primer acto. Pitos para el toro y silencio para el torero.

PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

  • - Feria de San Isidro

  • - 14 festejos de abono

  • - Seis toros de distintas ganaderías para Paco Ureña, en solitario; silencio, ovación, silencio, silencio, una oreja y ovación de despedida.

Abierto de pitones, serio por delante, enseñó las puntas el segundo, del hierro de Domingo Hernández. Se abrió mucho en los lances de recibo a pies juntos y cuando lo reunió en el centro del anillo, Paco dibujó con lujo el toreo a la verónica rematado con una gran media. Tomó dos Puyazos de bravo, bien cogidos por el piquero Sandoval. Se lució el diestro en el quite por chicuelinas abrochado con la revolera en el centro del anillo. Parecía que la tarde tomaba vuelo y el lorquino brindó al público. En los medios comenzó la faena con mucha intensidad, por estatuarios y luego al natural. Y la plaza comenzó a calentarse y a escucharse los primetos olés. No mantuvo la faena y el toro esa intensidad inicial, de ligazón, y acabó en la corta distancia, con el torero exponiendo y el toro a menos. Podía haber sido de más premio que la ovación recibida, pero la media estocada lo dejó ahí.

El tercero de Adolfo Martín, mostró un peligro evidente. Mal lidiado y peor banderilleado, con múltiples pasadas de los peones, el toro fue aprendiendo, cada vez se puso más complicado para el torero, que tuvo que abreviar. Luego se lío con el descabello.

Pasado el ecuador del festejo sin el triunfo deseado, saltó al ruedo un cuarto toro de José Vázquez que protestó parte del público. Hizo cosas feas en el saludo de Ureña, frenándose antes de llegar a los capotes. Sin que nadie diera un euro por el astado, Paco se dobló con él al principio de faena, intentando ordenar las embestidas, y consiguió hilvanar dos series en las que se puso en el sitio, de verdad, y el toro se las tragó. A partir de ahí, el de Vázquez se encogió, no tuvo continuidad y la faena fue languideciendo. Pinchó el torero antes de la estocada sin puntilla final. Se repitió el resultado del toro anterior, con silencio para el matador y música de viento en el arrastre del bovino.

El quinto de Juan Pedro fue protestado de salida. Había aficionados predispuestos ya con el solo hecho de la procedencia. Toro zancudo que no se empleó y fue devuelto a los corrales ya cuando estaba la lidia en el tercio de banderillas. En su lugar saltó al ruedo el primer sobrero, de nombre Hortelano y de la ganadería del Conde de Mayalde. Toro astifino, con cuajo, con el que Ureña se apretó y toreó bien en el saludo de capote.

A todo esto, el cielo iba tomando el color gris de la tarde, amenazando tormenta, y levantando un vendaval que complicaba más aún la corrida. Por la dificultad de manejar las telas. Y comenzó a diluviar, como si fuera necesario para explicar la carrera de este torero que hoy se enfrentaba a seis toros y, ahora también, a las inclemencias del tiempo. Llovió. Y mucho. Y no sólo líquido elemento, pues la faena al sobrero de Mayalde se convirtió en una tormenta no sólo de agua, también de emociones.

Paco Ureña se hizo grande ante la adversidad. Cuando las circunstancias eran propicias para decaer, cuando más complicada estaba la tarde, el diestro de Lorca puso el alma bajo la lluvia, el toro tomó la muleta con calidad, y la plaza, con parte del público buscando refugio, y la mayoría calándose hasta los huesos, explotó y bramó con una faena plena de emoción. Ureña atornilló las zapatillas a la humeda arena y tiró del cornúpeta olvidándose del cuerpo, en tandas de muletazos rematadísimas, llevando la muleta barriendo el albero, hasta detrás de la cadera, con el compás abierto, en muletazos eternos por su duración y largura.

Una de las tandas iniciada con el pase de las flores resultó tremenda y los olés rugieron del alma de los asistentes, como el toreo de Ureña. Se tiró a matar el lorquino con la misma fe con la que remontó la tarde, y los aficionados, como si estuvieran deseando está explosión, rompieron en gritos de '¡Torero, torero!'. La petición fue de dos orejas. Cortó una con mucha fuerza.

La historia del toro que cerró la plaza, un burraco de Victoriano del Río, fue la de un manso de carreta, que arrolló al caballo que hacía la puerta. Ureña puso garra en el saludo de capa y no dudó en echarse el capote a la espalda en un vistoso y arriesgado quite por gaoneras en el centro del ruedo. Se hizo tedioso el tercio de banderillas y la faena de muleta duró lo que consiguió el torero de Lorca mantener al astado, que pronto se rajó y buscó el refugio de las tablas, en los vuelos de la muleta a base de dejarla puesta la tela en la cara. Así acabo una tarde de mucho compromiso, que tuvo su estallido de emociones toreando bajo la lluvia.

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