Como tú hay mil, como yo hay tres
ALGO SUPUESTAMENTE ENTRETENIDO ·
La semana pasada salió a la luz la primera canción de Pieles Sebastian, el grupo en el que toca mi amigo P. Se trata ... de uno de esos trallazos que entran desde el segundo uno en tu cabeza y ya no se van. Y se repiten sin parar. Igual estás lavando el coche y comienzas a tararear el estribillo o esa base tan conseguida con los teclados. Pienso que el mérito no es solo hacer una buena canción, sino que esa obra traspase su simple cometido de melodía para acompañar un viaje en coche, o una espera en la consulta de un médico. Que coja vida propia, que respire y se convierta en algo más.
Ellos lo han conseguido y se unen así a esa terna de grupos murcianos, como Claim o Arde Bogotá, que cuando vuelva la normalidad llenarán conciertos en los que pondrán a bailar a la gente. Me alegra mucho que así sea, porque no solo se lo merecen, sino también porque me gusta que a la gente le vaya bien en la vida. Que la gente que hace cosas con el corazón, con decisión y valentía, consiga lo que se proponga es bueno para todos, sienta precedentes. Sé lo que conlleva crear algo y lo difícil que es dejarlo marchar, compartirlo con los demás. Horas de decirte a ti mismo que lo que has hecho no vale, que es una mierda y que debería darte vergüenza dedicarte a esto. Supongo que nunca terminamos de valorarnos como realmente somos, y que el síndrome del impostor, a menos que seas Cristiano Ronaldo, nos acompaña a todos. Pero hay que luchar por llegar a un terreno en el que nos desembaracemos de la crítica feroz a uno mismo y dejemos que nuestro cuerpo hable libremente. Es la única manera de seguir adelante y no caer en un bloqueo permanente sobre lo que estás haciendo (que es lo que me está pasando con la novela que estoy intentando terminar de corregir).
Y si consigues convencerte a ti mismo, prepárate: hay gente a la que no le gustas. Y es peor, hay gente a la que nunca le vas a gustar, hagas lo que hagas, te portes lo bien que te portes. Asumir que eso es una realidad te permite no virar y convertirte en quien no eres, o en alguien que dice cosas que tú nunca dirías. Y no pasa nada, y se puede seguir viviendo igual, con tus manías, tus fallos y meteduras de pata, sin pensar en el qué dirán.
Esta columna ha sido escrita mientras sonaba 'Cicatriz', de Pieles Sebastian; y 'Más o menos bien', de Él Mató A Un Policía Motorizado
Eso es la teoría, me dirán ustedes, y es verdad. Luego, cuando llegan las críticas, duelen, te ponen de mala leche y te preguntas por qué no puedes gustarle al cien por cien de la población. Cuando eso pasa intento mantener la calma, respiro y me repito las veces que hagan falta: «David, no puedes gustarle a todo el mundo, no eres 'Sed en La Condomina'».
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