Los toreros en el chiquero
Rafaelillo y Ureña se mantienen encerrados cumpliendo con las medidas de confinamiento con sus familias, y reflexionan sobre el futuro de una temporada taurina incierta
FRANCISCO OJADOS
Domingo, 5 de abril 2020, 02:11
Los taurinos deberían estar digiriendo la resaca de las primeras corridas de postín que abren el circuito de las grandes ferias españolas. Las ferias levantinas de la Magdalena en Castellón y las Fallas de Valencia fueron los dos primeros abonos de la temporada suspendidos y afectados por el virus Covid-19, que también se ha llevado por delante en la Región el festival a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer de Murcia, que estaba previsto celebrar el pasado domingo; y la corrida de primavera de Cehegín, anunciada para ayer sábado.
La pandemia global que afecta especialmente a los países latinos de Europa tiene al mundo del toro, como a otros muchos sectores culturales y económicos, en vilo. Las dudas asaltan a los protagonistas de la fiesta, y la incertidumbre respecto a lo que pasará con la temporada taurina en España impera en el ánimo de todos. La Feria de Abril de Sevilla también se va por el sumidero, junto al principal escaparate del toreo al mundo, la Feria de San Isidro de Madrid.
Y entre tanto, ¿qué hacen los toreros? Encerrados en casa, sin poder llevar a cabo sus rutinas de entrenamiento, en fechas que son clave para su preparación en una situación normal, y sin fecha ni plaza conocida para volver a vestir de luces. Dos matadores de la Región en diferente situación profesional reflexionan sobre su momento actual.
Ureña: «Torear o no es ahora totalmente secundario; saldremos como se pueda»
El caso más llamativo es el de Rafaelillo. Después de una gravísima cogida el pasado 14 de julio en la plaza de toros de Pamplona, donde un toro de Miura le provocaba graves lesiones de las que ha tardado en recuperase más de siete meses, tenía prevista su reaparición el próximo lunes de Pascua, el 13 de abril, en el coliseo romano de Arles.
La feria de la localidad francesa está cancelada y Rafael, que en condiciones normales estaría preparando su reaparición en el campo junto a su amigo Antonio Ferrera, no tiene fecha para pisar de nuevo un ruedo con albero. Encerrado en su piso de Ronda Sur, junto a su mujer, Aki; y sus hijas Claudia y Valeria, el valeroso torero del barrio del Carmen cuenta su experiencia estos días: «Junto a mi mujer y mis hijas voy pasando los días encerrado en el piso que, aunque no es muy grande, al menos tiene un balcón. Mis hijas son muy activas y hay que entretenerlas. Son muchas las horas de juego que dedicamos. Saltan a la comba conmigo, lo que me sirve para hacer el poco ejercicio que se puede en el salón, pero también jugamos al escondite y a lo que se les ocurre. Ayer por, ejemplo, sacaron sus pinturas para la cara y se pintaron las dos y a mí me dejaron que parecía una 'drag queen'», cuenta riendo. «Después de cenar nos juntamos a ver películas en la televisión, como la mayoría de las familias en este tiempo de encierro».
Sin poder hacer la preparación física normal, el diestro del barrio del Carmen intenta mantener la forma: «Hago todo el ejercicio que permite un piso: abdominales, flexiones, y tengo capotes y muletas para torear algo de salón». En cuanto a la temporada, «habrá que esperar a conocer las medidas que pone el Gobierno terminado el estado de alarma para acudir a los espectáculos públicos y las limitaciones de aforo que se puedan imponer». La familia tiene un piso en la playa y está deseando «que nos permitan ir en verano con las niñas y poder salir de casa». Las consecuencias en la economía familiar también son importantes: «Los únicos ingresos en casa son los que yo puedo llevar, y ahora tenemos que tirar de lo ahorrado, pero viendo las circunstancias en las que viven muchas familias y como está afectando la enfermedad a tanta gente, me considero un afortunado. Es momento para la solidaridad», concluye.
«Un auténtico drama»
El lorquino Paco Ureña debería haber pasado ya por las ferias de Castellón y Valencia para ratificar su condición de figura ganada a pulso en su impresionante temporada 2019, y estaría preparando sus tres comparecencias en San Isidro con la idea de repetir la hazaña del pasado año. Ureña está pasando el encierro en la finca de la familia de su esposa, Elena González, hija del añorado Dámaso González, acompañando a su suegra. Con espacio al aire libre para poder entrenar, Ureña pasa estos días «muy preocupado». Tiene muy claras las prioridades: «Lo más importante es parar la pandemia y evitar más muertes, porque todo lo demás puede tener una solución, pero una vida que se pierde ya no se recupera».
El de Lorca mantiene contacto telefónico diario con sus padres y su hermana, que trabaja en una residencia de ancianos, y les pide el mayor de los cuidados. Eso también le mantiene inquieto, y empatiza con las familias afectadas: «Es un auténtico drama que esta enfermedad se lleve a gente que lleva toda su vida trabajando y deseando llegar a la jubilación para disfrutar de sus nietos y que sus familiares no puedan ni enterrarlos. Incluso gente joven está muriendo. Me parece durísimo». Pero quiere lanzar un mensaje para los aficionados: «Torear o no es ahora totalmente secundario. La repercusión económica va a ser tremenda, pero ya saldremos adelante como se pueda. Ahora es momento de quedarnos en casa y cuidar de los nuestros».