Borrar
Tatiana Abellán, colaboradora de la edición dominical de LA VERDAD, posa delante de una de las obras de la exposición 'Llueve fuego' de Manuel Pérez en el Centro Párraga de Murcia. Vicente Vicéns / AGM
Artista visual y profesora de Bellas Artes de la UMU

Tatiana Abellán: «La victimización es la característica más definitoria de la generación Z»

La artista visual, profesora de Bellas Artes de la Universidad de Murcia y articulista de opinión de LA VERDAD recoge en 'El fin del arte. Identidad, militancia y sentido' (Sílex, 2025) parte de sus artículos publicados en la sección dominical de este diario 'Mesa para Cinco'

Domingo, 25 de mayo 2025, 07:29

Comenta

Con una clara e intencionada referencia al plátano de Cattelan, la obra de arte que se presentó al público como un plátano sujeto con una cinta adhesiva gris en una pared blanca y que generó la atención mediática internacional, creando polémica sobre el valor del arte y la deriva del arte contemporáneo, presenta su nuevo ensayo Tatiana Abellán (Murcia, 1981). La artista visual, profesora de Bellas Artes de la Universidad de Murcia y articulista de opinión de LA VERDAD recoge en 'El fin del arte. Identidad, militancia y sentido' (Sílex, 2025) parte de sus artículos publicados en la sección dominical de este diario 'Mesa para Cinco', un espacio de reflexión con voces plurales en el que participa desde 2021. Con prólogo de Juan Soto Ivars y epílogo de Rebeca Argudo, Abellán ofrece, en esta colección de artículos, «una crítica reflexiva sobre el estado actual del arte contemporáneo» que «se ha convertido en la víctima perfecta de las guerras culturales».

–¿Por qué decide juntar parte de sus artículos publicados en LA VERDAD en este libro?

–Aunque al principio no tenía la intención de escribir un ensayo, conforme iba escribiendo los artículos entendí que tenían una entidad de conjunto. Al final, hay una serie de intereses y de puntos de vista que se van sucediendo. Yo siempre digo que no suelo tener una opinión de las cosas hasta que no escribo algo sobre ellas. El hecho de ir escribiendo me hizo darme cuenta de que en realidad estaba defendiendo unas ideas que podíamos entender casi como un ensayo fragmentario o experimental. No están todos los artículos que han salido publicados en prensa, pero sí muchos. Aunque no es un trabajo académico, incluyo todas las referencias bibliográficas y he estado intentando hacer el libro que creía que, de alguna manera, le podía ser útil también a mis propios estudiantes, porque otro de los temas que trato es la situación de la universidad en la actualidad.

En tragos cortos

  • ¿Por qué un guiño al plátano de Cattelan en la portada de su libro? El plátano de Cattelan se llama 'Comedian'. Esta se llama 'Tragedia'. Es un plátano maduro que se ha despegado, la decadencia. Esta obra da pie a las críticas más comunes que se le hacen al arte contemporáneo, como 'Madre mía, esto lo hace mi hijo de 3 años'. Para él ha sido la jugada perfecta. Él no vende esa escultura, sino el certificado que te permite a ti reproducirlo todas las veces que quieras. Quien ha pagado 6 millones por un plátano de Cattelan está apostando por Cattelan, no por ese plátano. Y Cattelan ha dado muestras de trabajo maravillosas, tiene una trayectoria superconsolidada y muy coherente, que te hace entender cómo ha llegado a esta idea.

–Con el fin del arte se refiere tanto a su finalidad como a su posible agotamiento. ¿Por qué cree que el arte está muriendo?

–Haciendo casi un espóiler, creo que el arte nunca va a morir, jamás, por muchos motivos. Se le ha intentado matar en infinidad de ocasiones, algunas han sido más evidentes y otras quizás han pasado más desapercibidas. Una de las más conocidas es el anuncio literal de la muerte de la pintura en la prensa francesa al día siguiente de la publicación de la patente del daguerrotipo. En el momento que nació la fotografía se dio por muerta la pintura, porque había aparecido una herramienta que era capaz de hacer lo que venía haciendo el arte de manera mucho más rápida, eficaz, realista y mucho más económica. Y, en cierta medida, una forma de entender el arte murió en ese momento, porque la mitad de los retratistas dejaron los pinceles y se compraron equipos fotográficos. Resulta que la otra mitad decidió que no, que su oficio no era hacer retratos, sino que ahora podrían tener precisamente más libertad creativa. Entonces comienza la emancipación, la autonomía artística. Hay muchos teóricos que han hablado sobre la muerte del arte, pero no se va a poder matar porque forma parte intrínseca de la naturaleza humana y porque se trata de un concepto tan sumamente maleable que es capaz de adaptarse a las nuevas formas de hacer. Yo hablo del fin del arte en la actualidad porque veo cómo hay muchos creadores dentro del circuito artístico hegemónico contemporáneo que están matando al arte porque lo están dotando de una finalidad práctica muy específica, demasiado evidente, que de alguna manera desatiende a la necesaria inutilidad del arte.

–¿A qué se refiere con la inutilidad del arte?

–Cuando defiendo la inutilidad del arte, ni siquiera es una idea mía, estoy hablando de que el arte debe ser inútil en un sentido práctico, porque si no se convierte en otra cosa; no significa que sea algo menor ni de menos importancia, pero es otra cosa: es diseño, es arquitectura, es propaganda... Yo no creo que porque algo tenga la consideración de objeto artístico sea más valioso. Hay obras de arte que son una auténtica bazofia y hay trabajos artesanos de orfebrería o de ebanistería que para mí tienen mucho más valor. Lo que vengo a decir es que en un circuito hegemónico se está pervirtiendo cierta naturaleza original de la obra de arte para poner a su servicio cuestiones que tienen que ver con la política, la identidad. Ahora se produce ese distanciamiento entre la intención que tiene el artista y la intención que tiene la obra. Se ha producido un desplazamiento por el que la identidad de los artistas es más importante o más definitoria que la propia obra en sí.

–¿Una cuestión de ego?

–Sí, exacto, está muy relacionado con el ego, con el narcisismo. En el momento en el artista pone por delante su identidad, ya da igual el mensaje o la obra que quiera transmitir, porque lo importante es que hay que escuchar a esa persona. Yo soy lesbiana y, lógicamente, eso influye en mi desarrollo vital y tiene unas implicaciones políticas, pero mi lucha sería precisamente hacer que eso no sea tan importante. Al igual que tengo los ojos verdes, son características de mí que yo no he decidido y que por lo tanto no deberían posicionarme como víctima, y me parece que estamos recorriendo el camino totalmente contrario. Lo veo en mis estudiantes.

–¿Qué ve en sus estudiantes?

–Que la victimización para mí sería la característica más definitoria de la generación Z. Muchos de ellos, en la eterna adolescencia, no se hacen responsables. Sé que lo tienen especialmente difícil, habitan la crisis, una detrás de otra, pero también la respuesta que dan habitualmente es inmadura y siempre hay un culpable de sus males. Se posicionan en la idea de víctima. Y ¿desde cuándo ha querido alguien ponerse en el lugar de la víctima? Hoy en día ser una víctima es algo que te hace ascender socialmente, está mejor visto. No tiene sentido. En la Europa de la Segunda Guerra Mundial nadie se habría hecho pasar por judío. Me pregunto qué está pasando para que esto suceda. Así que mi sensación es que de alguna manera el arte se está convirtiendo en algo accesorio, totalmente prescindible porque se está sometiendo a los designios de la política, de las consignas sociales hegemónicas, cuando por definición el arte ha sido lo contrario. El arte tiene que ir a contrapelo. Los artistas siempre han estado ahí para tocar las narices, es la idea del artista como avisador de incendios, el que es capaz de ver qué está pasando un poco antes de que suceda y advertir. Tiene que perturbar, molestar, plantear preguntas. Y lo que yo me encuentro en la actualidad son ecos de las consignas oficiales: el feminismo hegemónico, la ecología, la agenda 2030, todo ello es un arte vacío, repetitivo. A veces en clase tengo que hacer de abogada del diablo.

–¿Qué actitud toma en clase?

–En algunas ocasiones, me veo en la obligación de llevar la contraria sobre cosas que ni pienso, pero digo, «ostras». Me da la sensación de que vienen a adoctrinarme. Les pregunto ¿qué aporta esto de novedoso? El problema es la militancia.

«¿A quién represento yo?»

–En sus artículos habla bastante de religión.

–Sí, tengo que analizarlo bien, estoy en ello, pero creo que gran parte de estos males derivan de haber retirado a un lado la religión. Muerto Dios, aparecen otros dioses y ahora existen estas militancias, por ejemplo, a ciertos feminismos radicales. Por eso mi única militancia es mi familia. Jamás podré ser militante de nada porque ¿a quién represento yo? Creo que el problema de estas generaciones reside precisamente en esa militancia férrea que no permite la entrada de la razón.

–¿A qué se refiere con feminismo radical?

–Las corrientes hegemónicas en la actualidad en España sobre el feminismo actual creo que son contradictorias en muchos sentidos. Hay muchos choques entre feminismo de segunda ola, de tercera ola, de cuarta ola... yo me pierdo, pero he leído a algunas autoras y creo que hay contradicciones de base. No le niego la buena intención, pero creo que por el camino han perdido la cordura. La mujer lo ha tenido en muchos casos mucho más difícil que la mayor parte de los hombres, lo que pasa es que yo creo que si existe algo que podamos denominar patriarcado, que no tengo muy claro qué es, pero si existiera, creo que el patriarcado ha tenido unas consecuencias tanto positivas como negativas para los dos sexos. Las mujeres también han estado más protegidas. Muchas veces se simplifican cosas que son muchísimo más complejas. Gran parte del feminismo está infantilizando a la mujer. Yo creo en la igualdad absoluta y, precisamente por eso, me molesta mucho que haya cuotas. Y, queriendo abogar por una igualdad, lo que están haciendo es defender ideas que para mí son superpuritanas y conservadoras. Las consecuencias ya las estamos viendo. Las nuevas generaciones son mucho más conservadoras y machistas. Cuando, precisamente, estamos abogando por la igualdad, por la no diferenciación entre géneros, ocurre todo lo contrario. Los 'gender reveals' –fiesta de revelación del género del bebé– son una locura.

¿A los estudiantes de Bellas Artes les interesa realmente el arte?

–Sigue habiendo gente excelente y superinteligente, pero si que he notado las carencias en cultura general. En los últimos 6 o 7 años el cambio ha sido dramático. La mediocridad ha inundado la universidad y es algo que ya no tiene solución, no hay vuelta atrás. Hay benditas excepciones y yo me centro en esas personas que creo que le dan sentido literalmente a mi vida, no solamente a mi trabajo. Yo no quiero ser catastrofista, pero es muy difícil que encuentren la motivación.

–Usted, ¿por qué estudió Bellas Artes?

–Por accidente, imagino. Yo hice el bachiller de ciencias puras. Mi familia siempre ha estado muy cercana a la ciencia y yo tenía especial habilidad con la Física, la Química y las Matemáticas. No sabía muy bien qué quería hacer, pero sabía que algo relacionado con la ciencia. En tercero de BUP tuve un accidente, un derrame cerebral jugando a balonmano, que puso en pausa mi vida y lo cambió todo. Eso me obligó a tomar decisiones y no dejarme llevar por la inercia. Pensé en la posibilidad de dedicarme al arte. A mí siempre me había gustado el trabajo con las manos. Hoy en día, cuando mi trabajo como artista tiene más que ver con el discurso que con el desempeño manual, incluso cuando trabajo con la fotografía o en el ámbito de lo postfotográfico, para mí el trabajo manual es determinante, definitorio. Me niego a renunciar a la necesaria materialidad o fisicidad de la obra de arte. Por ello, decidí hacer el Bachillerato de Arte, pero cuando llegué allí me sentí muy ajena y excluida. El director de la Escuela de Arte nos dijo algo así como: «Sabemos que a vosotros se os da mal la literatura, lo que os gusta es hacer dibujitos en los márgenes de las libretas...». Y yo pensé: «Ostras, me he equivocado». Luego no fue así, el que se equivocó fue él. Claro que había gente que daba ese perfil, pero esa gente no entraba a clase.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

laverdad Tatiana Abellán: «La victimización es la característica más definitoria de la generación Z»

Tatiana Abellán: «La victimización es la característica más definitoria de la generación Z»