Me gusta pensar que existe un gen del talento con capacidad para expresar una proteína cuya función sea otorgarles a las personas la característica de ... ser muy buenas en algo. Los jamaicanos, los más veloces; los japoneses, punteros en tecnología; y los murcianos, los más creativos por metro cuadrado.
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Al nuestro, si me permiten, le he puesto nombre. Le voy a llamar Gen Miguel Espinosa, porque el maestro de Caravaca de la Cruz, a pesar de la complicada vida que tuvo, decidió que aquí se quedaba, que iba a agarrar su metro cuadrado de talento y que de ahí no le sacaba nadie. Y a partir de él, un amor a la patria chica. Aquí pienso florecer.
Sé que ese talento existe, yo lo he visto. Ese gen está vivo y pasa de generación en generación. Las últimas personas que me han demostrado que no estoy equivocado, que el Gen Miguel Espinosa puede mutar, pero no se pierde, han sido Alejandro y Víctor Miguel Hernández Martínez. A ambos los conozco desde sus inicios. A Alejandro con Vespertine y ese rock adolescente tan Incubus, y a Víctor con Pandanono, una delicia folk que tuvimos la suerte de traer a Murcia en la fiesta de primer aniversario de la extinta revista Magma.
Esta columna ha sido escrita mientras sonaba 'Media Legua', de Rey Lobo; y 'Sito en ti', de Ángel Calvo y los Trenes de Larga Distancia
Desde hace una semana estoy completamente fascinado con su nuevo proyecto, Maestro Espada, sin poder salir de él, repitiendo sin parar las canciones que han sacado gracias a los Reactivos Culturales del Ayuntamiento de Murcia (y que podéis escuchar en el Bandcamp de Enclave Cultura). Lo suyo tiene algo de onírico. Cuando escuché por primera vez 'Murciana', la segunda pista del disco, cerré los ojos y caí en un sueño que me llevó a la huerta, lejos del ruido y la velocidad.
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Y allí me quedé sentado, un rato bien largo. Abrí los ojos y rocé la hierba mojada que el rocío había dejado por la mañana y, de alguna manera, el pasado y el futuro se estaban dando la mano en el presente. La influencia del folclore murciano y el folk anglosajón, y yo con las piernas cruzadas sobre la tierra, escuchando como Álex me cantaba, con acento murciano, sin temor a los prejuicios: «No nos permitieron vernos, y aunque por estos jardines, no nos permitieron vernos, te encontraría de noche en el jardín de los sueños».
Salgo del sueño y vuelvo a reafirmarme, el gen existe. A.G. me dijo una vez que el talento no se compra, no se vende en las farmacias, se tiene o no se tiene. Cuidemos lo que nos hace diferentes, lo que nos define como región. Lo de ayer y lo de hoy, y lo que está por venir.
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