Sobre la misma columna, abrazados sueño y tiempo
ALGO SUPUESTAMENTE ENTRETENIDO ·
Estoy tan feliz por volver mañana al teatro que me pueden los nervios. Ha sido mucho tiempo sin poder acercarme junto a T a ver ... alguna obra, y me planteo el día de mañana como un triunfo propio sobre la situación actual. La pieza se llama 'Una noche sin luna' y está protagonizada por Juan Diego Botto y dirigida por Sergio Peris-Mencheta. El tema es perfecto para aumentar las ganas de sentarme en el Teatro Circo: Federico García Lorca y cómo a través de la sensibilidad del poeta granadino podemos definir y conocer el mundo que le tocó vivir.
Les adelanto que la huella de Lorca, su vida y su muerte, siempre han despertado en mí un interés casi obsesivo. Sentí sus versos desde muy pequeño, cuando L, que siempre me ha ido creando necesidades literarias, depositó en mis manos un pequeño librito de poemas con las esquinas arrugadas del uso. Y ahí empezó todo, un torbellino de luna, espejo y gitanos; la alegría y el tormento de una persona que vivió adelantada a su tiempo.
Y al pensar en esta columna, y en no quedarme solo en contar lo de mis piernas temblando de alegría por volver a vivir teatro, decidí recomendarles el último libro que leí sobre el poeta. Nadie conoce la obra de Lorca como Ian Gibson, y gracias a él tenemos un volumen delicado y triste sobre la relación pasional que el de Granada mantuvo con Salvador Dalí.
Esta columna ha sido escrita mientras sonaba 'Rut', de The Killers, y 'La leyenda del tiempo', de Camarón de la Isla
'El amor que no pudo ser' es una investigación profunda sobre dos de las mentes más geniales de nuestra historia y sobre el hilo invisible que les unía. Porque Federico y Salvador se amaban por encima de todas las cosas, por encima incluso de su propio arte, que se nutrió en ambas direcciones del fuego que emanaba de sus pechos. Pero ese amor les rompió a ambos, a Lorca por no encontrar correspondencia, y a Dalí porque la muerte del poeta le quitó quizás la única posibilidad de amar de verdad.
«Yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre (...). Tú te acordarás que eres inventor de cosas maravillosas y viviremos juntos con una máquina de retratar», le escribió Salvador a Federico. Me apena que esa cámara no consiguiese congelar el tiempo en 1927, manteniendo a ambos estáticos, jóvenes y felices como estatuas cogidas de la mano. El amor no siempre triunfa, pero si cierro los ojos veo a dos chavales amándose en un verano caluroso de Cadaqués, y de alguna manera esa imagen me reconforta.
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