Silvia Martínez Cano: «Esos chicos rezando el rosario frente a la sede del PSOE me provocaron ternura»
Participa este viernes en Murcia en el ciclo 'Líneas Rojas. Soñar la Iglesia del siglo XXI', organizado por la HOAC y las comunidades de base
'Ofelia 3.0' se titula una fotografía suya en la que revisa el atormentado personaje de 'Hamlet', Frente a la angustiada criatura retratada por ... Shakespeare, su Ofelia 3.0, que luce una amplia sonrisa en vez de la sombra de la muerte, «es independiente y no necesita de otros para ser feliz». Es una de las obras de la teóloga, profesora de la Complutense de Madrid y de la Pontificia de Salamanca, y artista multidisciplinar Silvia Martínez Cano (Madrid 1975), quien este viernes –19.30 horas– participa en Murcia en el ciclo 'Líneas rojas 2024. Soñar la Iglesia del siglo XXI', que se celebra en el salón de actos del Edificio Moneo y está organizado por la HOAC de Murcia y las comunidades cristianas de base de la Región. Su conferencia: 'El reconocimiento de las mujeres seglares en la Iglesia'.
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–¿Qué pensó viendo a jóvenes rezando el rosario frente a la sede central del PSOE en Madrid?
–Esos chicos rezando el rosario frente a la sede del PSOE me provocaron ternura. Si hay gente que se quiere movilizar así, pues bien, ya está; yo me movilizo de otras maneras.
–¿Qué conlleva ser cristiano, ser católico, porque parece que hay mucha gente que no parece tenerlo muy claro?
–Ser cristiano es un estilo de vida que tiene que ver con una experiencia interior de Dios que produce acciones en el mundo en el que vivimos. Es decir, mi vivencia del amor de Dios a lo que me lleva es a vivir con una ética concreta, bien definida, y a estar abierta a los demás. Y, en ese sentido, todo lo que tiene que ver con el cuidado al otro y con la justicia son elementos fundamentales en nuestra vida cotidiana.
–¿Dónde pondría hoy el acento a la hora de comportarse?
–Analizando el contexto actual de la pluriculturalidad y de la época de la comunicación en la que estamos, en generar a tu alrededor un espacio de diálogo y de acogida. Tengamos en cuenta que Jesús [de Nazaret] es una figura que constantemente muestra el Reino en la acogida. Practicarla hoy es fundamental.
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–¿Qué no tiene cabida en esa ética de la que habla?
–Por ejemplo, la hipocresía, que es algo muy propio de nuestro tiempo, el tiempo del postureo. Ni tienen cabidas las incoherencias éticas ni en lo económico ni en las relaciones con las personas. Los intereses particulares por encima de todo están a la orden del día; relaciones personales.
–Política y fe.
–La política es entrar en relación con los otros; otra cosa es la política de partidos, donde a través de las instituciones se puede participar en la vida pública, se entiende que con el fin de mejorarla. Un cristiano puede perfectamente involucrarse en partidos políticos, sindicatos u otro tipo de movimientos sociales que tienen que ver con la gobernanza de la sociedad. Se puede tener una vocación política o el deseo de vivir la experiencia de la transformación de las instituciones desde dentro.
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–Los partidos políticos.
–Hay unos que son más evangélicos que otros. Cada persona tendrá que decidir cómo quiere posicionarse y de qué manera puede preservar mejor el mensaje de los Evangelios, que no dejan duda sobre la necesidad de lo que hablábamos: la acogida y la justicia.
–¿Usted, como mujer, se siente cómoda en el seno de la Iglesia Católica?
–Bueno, me siento un poco extranjera en mi propia casa, la Iglesia católica. Siento que hombres y mujeres no somos iguales en la Iglesia, y esto no es una cuestión de reivindicación de las mujeres, sino una cuestión de que no sabemos plasmar bien el Evangelio. El Evangelio y las primeras comunidades cristianas tienen muy claro que no hay diferencia entre hombres y mujeres, lo dice incluso Pablo [de Tarso]. Creo que es un tema pendiente que, además, hoy es fundamental para la Iglesia del futuro. La cuestión de las mujeres es un punto central en el siglo XXI, y la Iglesia no puede seguir llegando tarde a las cuestiones esenciales.
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–¿Qué paso de los ya dados destacaría?
–Algunos con respecto a la gobernanza, a incluir a las mujeres en el trabajo interno de la Iglesia, porque con respecto al tema pastoral estamos absolutamente presentes y somos mayoría. Empieza a haber mujeres que están presentes en lugares importantes de esa gobernanza de la Iglesia, pero no puede tratarse sólo de una muestra o una cuota, hay que tender hacia un equilibro.
Sexualidad y reflexión
–¿Qué sería importante?
–Con respecto a las mujeres, repensarnos como seres humanos y como creyentes, y no de forma sexualizada. Esa antropología que tenemos detrás que nos piensa como hombres y mujeres ya nos está dividiendo. Cuestiones como el ser padre o madre o célibe, o ser consagrado o laico, tienen que ser repensadas desde los talentos y desde las vocaciones, y no desde lo sexualizado.
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–Esa imagen de Eva con la manzana de la perdición, aunque sea pintada por Durero...
–Este texto del Génesis está ya más que superado, lo que pasa es que su narrativa es tan poderosa que hay que seguir insistiendo en el error de su interpretación. Lo que se estaba diciendo es que las mujeres forman parte de los seres humanos, que no eran animales.
–Hablando sobre el papel del placer en el plan místico de Dios, el cardenal Víctor Manuel Fernández escribió en su día, a propósito del orgasmos femenino, que las mujeres son «a menudo insaciables» y «pueden desear más».
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–[Ríe, suspira, decide pasar página] En fin...
–¿Cómo valora las bendiciones avaladas por Francisco a la convivencia amorosa de las parejas homosexuales?
–Sin duda es un avance, porque se reconoce que el amor no tiene fronteras y va más allá de las convenciones o de determinadas cuestiones. Es decir, el amor siempre es un avance. Que se acoja a parejas que se quieren, que quieren dar la vida el uno por el otro, mí me parece siempre un avance. La Iglesia debe estar siempre a favor del amor, que es el centro de la experiencia de Dios.
–¿Experimentó alguna caía del caballo, como san Pablo?
–Es una narrativa visual, no creo que se cayera de ningún caballo [sonríe]. Yo vivo mi fe como un proceso, y tan contenta.
–¿Se siente escuchada cuando se dirige a Dios?
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–Sí.
–¿Y atendida?
–Moderadamente [ríe], depende de lo que pido.
–¿Cómo educa a sus hijos?
–Tengo cuatro, somos una familia numerosa. Con mucha alegría y cuidándolos en plan tribu con mi comunidad eclesial. Es una experiencia muy bonita. Yo soy laica vinculada a Maristas.
–¿Qué le preocupa con respecto a ellos?
–Por un lado, que encuentren trabajo, que una preocupación como muy material pero que tenemos todos los padres. Por otro, que tengan herramientas personales para enfrentarse a los problemas que van a tener en la vida, que es muy compleja. Es seguro que tendrán dificultades, y les ayudará tener serenidad, coherencia y capacidad de discernimiento para tomar las mejores decisiones. Deseo para ellos que no les falte tener cierta sabiduría.
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–¿Es amiga de sus hijos?
–No exactamente, soy su madre, pero me siento muy cercana a ellos y los diálogos son fluidos. Tiene confianza en mí, y yo doy gracias a Dios por ellos.
–¿Hablan de sexo?
–Con naturalidad y siempre que lo necesiten.
–¿Qué tiene claro?
–Si quieres encontrarte con el rostro de Dios, experimenta el encuentro con los otros.
–¿Cómo valora el actual papado?
–Francisco está haciendo muchos esfuerzos por recuperar el proceso postconciliar, pero yo creo que es bueno seguir incidiendo en determinados aspectos donde no está centrando, uno de ellos el de las mujeres.
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–¿Qué placer se permite cada día?
–Ver amanecer, ver atardecer, o las dos cosas. Son dos regalos que nos hace Dios todos los días.
–¿Y algo un poco más prosaico?
–¿Cómo qué?
–Como algo que tenga que ver con la comida y la bebida, por ejemplo.
–Ah, pues un buen guiso.
–¿Podría ser más concreta?
–[Ríe] ¡Un cocido madrileño! ¡Con vino tinto!
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