De Prusia a la costa de la Región de Murcia: la historia de Europa en el siglo XX a través de la familia Dudda
Ricardo Dudda cuenta en 'Mi padre alemán' (finalista del Premio de No Ficción Libros del Asteroide) la historia de Gernot Dudda, creativo publicitario de éxito que decidió jubilarse en El Hoyo, un poblado entre Águilas y Mazarrón
Ricardo Dudda (Madrid, 1992), periodista de profesión, miembro de la redacción de Letras Libres, descubrió casi de manera inconsciente que a partir de su familia ... podía contar la historia de Europa del siglo XX. 'Mi padre alemán', el resultado de varios años de investigación y escritura, de buceo en las cavernas más oscuras de sus antecesores, resultó finalista del II Premio de No Ficción Libros del Asteroide. Este jueves presenta esta obra, a caballo entre el diario, el ensayo y no ficción narrativa, en el Museo de Bellas Artes de Murcia (calle Obispo Frutos, 12), a las 19 horas, dentro de la VI Semana Internacional de las Letras de la Región de Murcia 'Ex-Libris', y en conversación con el escritor Jerónimo Tristante.
Publicidad
No es una historia cualquiera. Es una investigación y reconstrucción de la infancia y juventud de su padre, Gernot Dudda, que abandonó su hogar en Prusia tras la Segunda Guerra Mundial y sobrevivió en campos de refugiados durante una década en un continente donde las fronteras se habían movido cruelmente. Cuando su padre tiene doce años, siete de ellos, más de la mitad de su vida, ha sido refugiado. «Ha sobrevivido en cobertizos y pajares mientras huía del Ejército Rojo, ha sido un niño soviético en los años previos a la creación de la RDA, ha cruzado fronteras ilegalmente, ha vivido en un campo de refugiados y en un polideportivo y en el castillo expropiado de una condesa. Pero ahora (con doce años) ya puede ser un niño normal, más o menos. Los Dudda ya no volverán a cambiar de ciudad», describe el periodista estos avatares.
Hoy, con 83 años, Gernot es un alemán más entre los enamorados del litoral de la Región de Murcia. Afincado entre Águilas y Mazarrón, pasa desapercibido excepto por su sentido del humor. Siempre pareció un tipo más joven de lo que es, «con ochenta años tiene más pelo que yo». Después de retirarse como creativo publicitario, y además con éxito y reconocimiento, es «un abuelo elegante, con camisa, jersey y 'fachaleco'».
«Cuando tenía 12 años, siete de ellos, más de la mitad de su vida, ha sido refugiado. Ha sobrevivido en cobertizos y pajares mientras huía del Ejército Rojo»
Ricardo Dudda
Autor de 'Mi padre alemán'
Este libro es un retrato íntimo, una fotografía de familia, una conversación entre amigos, una apasionante historia que desemboca en un lugar perdido de la Región de Murcia, en El Hoyo, un no lugar que como Prusia, un no país, solo existe para unos pocos. Ricardo tiene una larga relación con el sureste peninsular por esas mudanzas familiares. Vivió en El Hoyo, entre Mazarrón y Águilas, estudió el bachillerato en el IES Alfonso X de Murcia y acabó instalándose en Madrid, desde donde charla con LA VERDAD antes de su presentación esta semana en Murcia.
Publicidad
El jurado del premio Libros del Asteroide, formado por Jordi Amat, Daniel Capó, Daniel Gascón y el editor Luis Solano, valoró muy positivamente este proyecto titulado en un primer momento 'La vida anterior de Gernot Dudda'. «Yo no he escrito nunca narrativa», admite Ricardo Dudda, «y un poco por deformación profesional periodística sabía que tenía que hacerlo así. Desde el yo, poniéndose uno por delante: estas son mis limitaciones, mis vulnerabilidades. De esa manera, al ser una historia con un trauma familiar, era la manera más honesta de contarla. Novelizarlo, que no sabría hacerlo, era una forma de frivolizarlo, aunque un novelista habría hecho una novela fantástica».
A Gernot le gustó mucho, cuenta Ricardo Dudda, esta historia narrada por su hijo, donde todo lo que sucede es verídico. Es su propia vida, y la de su entorno. «Le ha gustado y es un alivio para mí», admite el periodista. «Quizás cuando me vea me echa la bronca con algo, pero en principio no se ha metido nunca en el proyecto, y esto se agradece». Los periodistas salen a la calle a explorar el mundo y estar cerca de la noticia, pero Ricardo la tenía dentro de las paredes de su casa. «Cuando yo estaba empezando a pensar en este proyecto siempre pensaba en que tenía que investigar y leer sobre esto y aquello, pero, en realidad, lo único que tenía que hacer era sentar a hablar con mi padre. Y así surgió este proyecto, de manera espontánea: descubrí que tenía una memoria prodigiosa. Y esto me ayudó mucho, porque si no se hubiera acordado o no hubiera querido hablar no habría podido llevarlo a cabo».
Publicidad
«Como cualquier chaval que escucha las historias de sus padres, me parecía lo de siempre. Pensaba que eran cosas más fantasiosas, pero había mucha veracidad en el testimonio de mi padre»
¿Qué era lo que tenía que contar su padre que resultaba tan intrigante?
«La historia yo la había oído de mi padre, porque la contaba siempre que podía. Lo hacía un poco edulcorada, o idealizada, incluso romántica, la historia de niño refugiado a empresario de éxito, en momentos solemnes, y cuando la escuchaba, como cualquier chaval que escucha las historias de sus padres, me parecía lo de siempre. Y el caso es que había una gran historia ahí. Lo cierto es que me contaba cosas que luego yo confirmaba y encontraba cosas muy parecidas cuando me ponía a investigar. Pensaba que eran cosas más fantasiosas, pero había mucha veracidad en el testimonio de mi padre».
Dos momentos estelares en la vida de Gernot son, según su hijo:
1. «El más importante, y el que siempre más me ha contado, la huida de la ciudad de Elbing, junto al Mar Báltico, cerca de Danzing, en Prusia Occidental. Es el mayor de tres hermanos. Nació en 1940 y huyeron de ahí en enero del 45 porque venía el Ejército soviético. Tenía cinco años y recuerda perfectamente por dónde huyeron. Yo estuve allí, y él me iba guiando exactamente. Sus padres son Frieda, tambien nacida en Elbing, y Richard, procedente de Kurwien, en Masuria, región de Prusia Oriental. Hoy ambas localidades están en Polonia, ya no son alemanas. Y Prusia no existe tampoco como entidad política a la que pertenecían. Con cinco años, cuando su madre le dice que tienen que huir, tiene que ir a avisar a su tía, y pasar por un parque que está siendo bombardeado. Esa historia le marca de por vida».
Publicidad
«En pocas horas están listos para marcharse. ¿Cómo deja uno su casa para siempre? No es una mudanza, es un abandono. (...) Tras colocar los bártulos en un trineo, las hermanas Frieda y Liesbeth y sus respectivos hijos [5 niños en total] salieron de la calle Skagerrak número 13, se unieron a la caravana de gente huyendo y se convirtieron inmediatamente en refugiados de guerra, un estatus que no perderían hasta casi una década después. (....) Mi padre contaba siempre dos cosas sobre este tema. Frieda se tiñó el pelo con ceniza para aparentar más edad. Frieda se guardó la alianza en el moño para que no se la robaran. (...) Algunos historiadores estiman que hasta dos millones de alemanas fueron violadas por las fuerzas aliadas, sobre todo por los soviéticos, en los últimos meses de guerra».
2. «El segundo episodio que más le marca es su viaje a España. Él con 23 años vive en una ciudad alemana del oeste, en el cinturón del Ruhr, y le surge la oportunidad de dar clases de alemán en Burgos. Lo único que sabía de España era el cliché de la España de entonces. Y se mudó a Burgos, se casó con una burgalesa y tuvo cuatro hijos. Luego se divorciaron, y conoció a mi madre, yo soy de la segunda camada, por si así decirlo. Descubrí historias de la familia que me resultaron fascinantes, y a mí me parecían curiosas, pero no sé hasta qué punto le podían gustar a la gente. En realidad, la historia de mi padre y de mi familia alemana no es única de ellos, sino un poco la historia de Europa del siglo XX. Una historia de cambios de fronteras, de nacionalidad, podías nacer de una nacionalidad y morir de otra».
Publicidad
«Cuando escribía este libro me repetía un mantra: no te separes de él, no divagues, no te vayas por las ramas. No necesitaba saberlo todo sobre el corredor polaco para contar la historia de mi padre. Pero con el descubrimiento sobre Richard, las ramas se volvieron interesantísimas. También había una especie de mandato moral. ¿Cómo no iba a investigar? Seguí haciéndolo hasta que me di cuenta de que esa investigación merecía otro libro. Este trata sobre mi padre. O eso creo. Es sobre mi padre y sus raíces, o sobre mi padre y sus raíces y yo.»
«Me hubiera gustado conocer esa zona antes de la guerra y del nazismo, porque eran ciudades que quedaron completamente destruidas y todo su patrimonio acabó expoliado, y es una pena. Cuando he ido ahora a Polonia a visitarlas, ya no queda nada de esa historia alemana. Ocurrió en una guerra, y Alemania perdió la guerra y evidentemente tiene un coste, pero hay mucha historia previa al nazismo que se perdió. Desde un punto de vista histórico o del patrimonio, es una pena», admite el escritor. En abril de 2021 murió Ekkehard, uno de los hermanos de su padre, y su viuda legó a Ricardo el archivo familiar con cientos de documentos y fotografías, lo que dio un giro radical a la historia, desconocida incluso para el propio Gernot.
Noticia Patrocinada
«La familia acabó moviéndose hacia Alemania occidental, casi en la frontera con Bélgica y Holanda, y allí se quedó Ekkehard y el otro hermano de mi padre. Es curioso porque mi padre puede decir que fue un culo inquieto por sus años de refugiado, y su otro hermano que sobrevivió con él esos años no ha tenido para nada una vida igual y respondió a ese desarraigo arraigándose en un pueblo y no saliendo en su vida de él. Dos maneras distintas de afrontar el desarraigo».
Lo que había en esos documentos, explica Ricardo, «es lo que hizo mi abuelo en la guerra. Es una parte de la historia que cambió mucho la escritura del libro. Porque estaba haciendo la historia de mi padre refugiado y empezó a convertirse en una historia de mi abuelo y su implicación en la segunda guerra mundial, y en el holocausto. Una historia dramática, porque en la familia todos más o menos sabían que había participado en el bando nazi, pero no sabían hasta qué punto había estado involucrado en los crímenes nazis. Es algo que a mí me bloqueó mucho tiempo y me costó tiempo afrontar. Era una cuestión que tenía que saber gestionar emocionalmente porque tenía que contárselo a mi padre, no es fácil contarle a un padre una cosa así sobre su padre. Él sabía que mi abuelo Richard fue policía durante el nazismo, y cuando llega la guerra es movilizado en el Ejército, y sabría que tendría implicación en la guerra, pero con los documentos a los que tuve acceso ya pudo saber el alcance de lo que hizo, que fue algo bastante terrible. Por eso es un libro también sobre la culpa: eso lo hizo mi abuelo, y nosotros no tenemos esa responsabilidad, pero la culpa la hemos heredado».
Publicidad
«Mi padre sabía que mi abuelo Richard fue policía durante el nazismo, y cuando llega la guerra es movilizado en el Ejército, pero con los documentos a los que tuve acceso ya pudo saber el alcance de lo que hizo»
Ricardo Dudda
Autor de 'Mi padre alemán'
Richard no fue condenado. Una ley alemana exoneró a todos los que tenían implicación con la guerra, el estado alemán cuando llegó la democracia básicamente miró para otro lado, porque montar un nuevo Estado implicaba crear una administración desde cero y si miraban el historial de las personas que habían participado en el nazismo es que encontraban a millones en cosas así. Hicieron la vista gorda, por eso mi abuelo pudo volver a ser policía después del nazismo«.
«En 1948, tres años después de su llegada, a Richard lo despidieron de la policía de Nienburg. En su carta autobiográfica/ currículum, dice que fue porque «había sido miembro del cuerpo de policía de 1933 a 1945». Es decir, por servir bajo el nazismo. Pero los soviéticos supieron esto desde el principio. No les importó mucho su pasado cuando lo contrataron años antes. En 1945, las tropas de ocupación rusas no miraron muy de cerca el pasado de muchos funcionarios alemanes del Reich, especialmente policías. (...) ¿Por qué conservó durante tantos años su 'Polizei Dienstpass', que era tan incriminatorio? (...) Los estadounidenses no fueron muy rigurosos en el proceso de desnazificación. (...) Mi padre cree que a Richard lo echaron porque no quiso afiliarse al partido comunista».
Publicidad
Un documento antiguo que guarda con celo Gernot Dudda es el 'Polizei Dienstpass', o pasaporte policial, de su padre. «Tiene lo que parecen manchas de sangre y una gran esvástica. En su interior, todos sus destinos policiales y militares, de antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Mi padre lo conserva ahí, imagino, no por orgullo sino para que no se pierda, para que no se pierda de verdad, no como lo que guarda entre las páginas de los libros. Es decir, a pesar de su antifetichismo, es consciente de su importancia», escribe Ricardo Dudda en 'Mi padre alemán', en referencia a su abuelo.
«Mi abuelo Richard, al formar parte de la 'Schutzpolizei', una de las policías estatales, participó en el segundo barrido. Está todo en su pasaporte. No solo ciudades y fechas, también nombres de operaciones. (...) En todos estos años, Richard siempre estuvo, de una manera u otra, bajo las órdenes del miembro de las SS Friedrich Jeckeln. (...) Cuando comenzó la guerra, Friedrich Jeckeln se convirtió en uno de los principales perpetradores de la Shoah en Europa del Este», cuenta el nieto. «Años después, he descubierto que mi abuelo no solo fue un policía del Tercer Reich, sino que participó en el Holocausto en Bielorrusia, Rusia, Letonia y Lituania en 1943 y 1944. ¿Cómo se lo cuento? No tiene ni idea. Admiraba a su padre. Bueno, no lo tengo tan claro. No sé si lo llegó a conocer tanto como para poder admirarlo. Quizá lo admiraba como admira cualquier niño a su padre. Es la posición por defecto. Luego uno la va corrigiendo. Mi padre no me habla mucho del suyo».
Publicidad
Casa de vacaciones
¿Cómo acaba en El Hoyo? «Es una historia igual de extraña y aleatoria que la vida de mi padre. En los años 80 a mi padre le dio por viajar por España haciendo camping con una furgoneta, y descubrió la zona entre Mazarrón y Águilas, y descubrió la playa de Parazuelos, y fue llegar allí y acabar preguntando a la gente que vivía allí si había alguna casa en venta, y un hombre vendía una y la compró por cuatro duros. Era una zona que no tenía asfalto ni suministro de agua ni luz. Fue la casa de vacaciones, hasta que mi padre se jubiló y nos fuimos todos a vivir allí. Mi adolescencia la pasé allí y luego ya me mudé a Murcia capital para hacer el Bachillerato». Su madre fue profesora de francés en Mazarrón.
En el libro Ricardo cuenta que pasó de ser un niño de ciudad a ser un niño de ciudad en el campo. «A mí me gustaba mucho la idea de pasear al perro por el monte, pero no sé si tanto... En realidad, era un paso más de mi padre en las miles de mudanzas de su familia. Él es un culo inquieto, pero al investigar sobre su vida me he dado cuenta de que es una herencia de sus años de refugiado por tantos desplazamientos forzados. Algo se ha quedado de eso en él, porque se ha reinventado cada dos por tres».
«Mi padre compró El Hoyo en 1982. Fue durante décadas la casa de vacaciones de la familia hasta que se convirtió en la única (y última) casa familiar. En 2004, mis padres cerraron su empresa de publicidad y cambiaron el barrio madrileño de Ciudad Lineal por esta antigua casa de pescadores entre Mazarrón y Águilas, en Murcia. Mi padre ya estaba en edad de jubilarse. Mi madre rescató su título de filología francesa y empezó a dar clase en un instituto en Mazarrón. Y mi hermana y yo, con diez y doce años, pasamos de ser niños de ciudad a ser niños de ciudad en el campo: a ella creo que le costó más que a mí, que cumplí finalmente mi sueño de estar todo el día en chándal con un palo en una mano y la correa del perro en la otra. Luego mis padres se divorciaron, mi hermana y yo nos volvimos a Madrid a estudiar, mi madre se mudó a Murcia y en El Hoyo se quedó mi padre. Aunque rehízo su vida sentimental y su nueva pareja, Conchita, se mudó con él, la casa permaneció durante años casi intacta, un yacimiento arqueológico».
El perfil psicológico que traza Ricardo Dudda de Gernot es el de un tipo carismático, con sentido del humor, y el contexto en el que va narrando su vida en estas entrevistas padre-hijo resulta siempre enternecedor, pese a toda la gravedad de los episodios. A veces, el humor es necesario para sobrellevar el dolor. El libro contiene giros inesperados, diálogos y detalles que captan la atención de los lectores de inmediato. «Su manera de hablar, sus expresiones, sus digresiones, a mí me apetecían que estuvieran en el libro porque es parte de la historia y de nuestra relación entre amistad entre padre e hijo. Yo no quería escribir la historia de un santo». La memoria de Gernot es prodigiosa, lee cada día el periódico y disfruta de la música. «Es un tipo que no está anclado en el pasado, sino en el presente. Es algo que hace con voracidad». Sin duda, 'Mi padre alemán' es uno de los títulos más sorprendentes del otoño literario.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión