Investigación histórica. Juan Manuel Díaz Burgos, retratado en su casa de Cartagena, con algunas de las alegorías que formarán parte de la exposición y del libro. JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ / AGM

Juan Manuel Díaz Burgos: «Este proyecto será tan especial que traspasa lo meramente fotográfico»

Dedicará un libro y una exposición a su abuelo Manuel Burgos, militar fiel a la República condenado a 30 años de prisión en 1940

Jueves, 21 de enero 2021, 02:39

Juan Manuel Díaz Burgos, fotógrafo de las más vivas humanidades de las Antillas y de más pasmosas geografías de las Américas, ha retomado «el proyecto ... más importante» de su vida, «tan especial que traspasa lo meramente fotográfico». Varios escenarios en danza: Andalucía, Marruecos, Cartagena y Canarias. Además del mar, lo que une a estos lugares es la figura de su abuelo, Manuel Burgos Monsálvez (1890-1940). Ochenta años después de «silencios y oscuridades», está logrando recomponer el rompecabezas de una historia familiar que merecerá un libro y una exposición en 2022.

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Treinta y siete días antes de su fallecimiento en la prisión de Barranco Seco en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, Manuel Burgos escribe a la familia en Cartagena desde la prisión provincial de Cádiz. No tiene ni 50 años. Está enfermo; una hemiplejia le impidió incluso estar presente en el juicio. Le acaban de condenar a 30 años de privación de libertad, una cadena perpetua. Aún así, no pierde el humor: «No pasan penas por mí, que yo me encuentro como nuevo, y estoy muy bien atendido. Cuídate mucho y mira por mis hijas que sois mi único bien y objeto de mi existencia». ¿Quién fue Manuel Burgos? ¿Por qué acabó en la cárcel?

«Fueron a por él. No tuvo ni un abogado defensor. No existe delito de sangre: solo fue un 'rebelde republicano'»

Telegrama

La madre de Díaz Burgos, que tenía 17 años, cuando a su padre le tomaron declaración en una habitación de la casa de Cartagena, fue quien transmitió a Díaz Burgos el interés por la figura del abuelo. «Mi padre con ella no tenía nombre de lo bueno que era, pero mi abuelo fue, sin duda, el hombre de su vida», cuenta a LA VERDAD el prestigioso fotógrafo, que por vez primera habla de esta historia en la que lleva años trabajando. «Debía tener mucho carisma», reconoce, «por todos los testimonios y documentación que he ido conociendo en una labor investigadora por archivos de toda España». Manuel Burgos nace en 1890 en la calle Trastamara de Sevilla, y muere, a un mes y medio de cumplir los 50 y un mes y medio después de salir de Cartagena con destino a Canarias. «Hasta hace nada nunca tuvimos confirmación oficial de en qué lugar había fallecido mi abuelo», descubre. «Los compañeros del penal juntaron un dinerillo cada uno para enviar un telegrama a mi abuela María, aunque nunca supo dónde murió».

«Había muchos destacamentos, pero poca gente defendiéndolos: la gente moría de la manera más vil, de sed y de hambre»

Le metieron 30 años de cárcel, según consta en su causa. «Fueron a por él», resume, «porque 30 años era una muerte anunciada con una hemiplejia y postrado en la cama. No tuvo ni un abogado defensor en un juicio militar sumarísimo. Su delito parecía gravísimo: adhesión a la rebelión. No existe delito de sangre alguno, es solo eso: un 'rebelde republicano'»

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«La historia brotará en cada página»

Hace solo cuatro meses que Díaz Burgos ha visto con claridad el camino a seguir en este proyecto, que nace, incide, «de la imperiosa necesidad de sacar a la luz la figura de mi abuelo materno». A partir de todo lo investigado y conocido en los últimos 15 años -todavía tiene que recorrer algunos lugares de Andalucía y Marruecos, aunque la pandemia ha detenido estos impulsos, por ahora-, tiene intención de realizar un itinerario por la vida de su abuelo. «Una catarsis, una vivencia en lo personal, con imágenes de época, con imágenes del archivo familiar y con imágenes contemporáneas que como espejos le irán devolviendo el recuerdo a mi abuelo». Una invitación a hacerlo pasear, por última vez, o eternamente, por los caminos que recorrió en su vida.

Destacado en Marruecos

A los 20 años, Manuel Burgos entra en quintas, y en 1911 lo destinan al Primer Regimiento de Infantería de Marina en San Fernando (Cádiz). A los pocos meses, en 1912, es trasladado al Protectorado Español en Marruecos, a la ciudad colonial de Larache, donde permanecerá seis años, aunque lo van moviendo a Alcazarquivir y Nador. «Gracias al Archivo de la Armada he descubierto que viene a la península en seis ocasiones, y tengo hasta los nombres de los barcos en los que hace la ida y la vuelta. Allí lo destinan a varios destacamentos, que vienen en nombres árabes, y tengo que encontrar a un buen historiador marroquí especializado en la Guerra del Rif que me descubra algunos de esos lugares en los que estuvo destacado. A mi abuelo no le pilló allí el Desastre de Annual (1921) por muy poco. En general, había muchos destacamentos, aunque apenas gente defendiéndolos. El líder rifeño Abd el-Krim supo cómo matar a esta gente de la manera más vil y canalla, de sed y de hambre».

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Carta manuscrita enviada a la familia por Manuel Burgos, pocos días antes de morir. juan manuel díaz burgos

Debió ser muy buen estudiante, señala Díaz Burgos, porque a los tres años asciende a sargento, y cuando vuelve a la península viene como alférez. «Formaba parte del Regimiento Expedicionario establecido en Marruecos, compuesto por fuerzas de los Regimientos de Infantería de Marina de San Fernando y Cartagena, y recuerdo a mi madre contarme que eran tantas las penurias que pasó que hasta una mosca era comida para él. Dejaron morirse a muchos de ellos, y fue penoso el trato que le dieron por defender a su patria».

A partir de 1918 empiezan a darle cargos -se expresaba bien y tenía buena letra, atestigua el fotógrafo-, y pisa por vez primera Cartagena. Lo emplean como instructor, y hará viajes puntuales a Madrid, Barcelona e incluso a Galicia. Sin dejar de hacer incursiones, de nuevo, en Marruecos. «Tuvo que conocer en ese tiempo a mi abuela y enamorarse, porque aún yéndose a Madrid y volviendo puntualmente a África, en 1919 ya se queda de manera fija en Cartagena y hará toda su vida militar aquí. Le toca vivir la dictadura de Primo de Rivera, y la Primera República».

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Ruido de sables

En 1931, recuerda Díaz Burgos, se proclama la 'Ley Azaña': «Estratégicamente España tenía un número desfasado de oficiales de tropa, y, como empieza a haber ruido de sables, invitan a todos aquellos que no creen en la República a marcharse con el sueldo. A nadie se le produce un desagravio económico. Mi abuelo es militante de Unión Republicana, el partido de Lerroux, y hay una foto en la que aparece un personaje muy famoso de Cartagena, Alejandro del Castillo, íntimo amigo de él, que milita después en el Partido Socialista, y que entonces era secretario de Unión Republicana en Cartagena. Mi abuelo está sentado a su lado. Se acoge a la 'Ley Azaña', no solo porque sea republicano, sino por el deterioro de su estado físico, pues padece de un problema severo en el corazón, de modo que en 1931 se retira».

En 1936 estalla la Guerra Civil en España. Hay un personaje, el capitán de corbeta Ángel Rizo Bayona, gran maestre de la Logia Oriente Española, cuya familia era de Cartagena, al que Díaz Burgos relaciona con esta historia, ya que Rizo Bayona era jefe de todas las delegaciones marítimas del Estado. «Todos sabemos que en el 36, Cartagena se significa por ser el único departamento que no secunda la rebelión de Franco. Cartagena se mantiene fiel a la República, y este hombre nombra a mi abuelo jefe del registro de la Delegación Marítima de Cartagena, de modo que tiene el control de entradas y salidas de los barcos, orden que fielmente obedece hasta el fin de la contienda».

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El cargo de confianza que recibe Manuel Burgos le saldría caro. Al mes de acabar la guerra se le abre una causa. Y en julio de 1940 se lo llevan esposado a 1.700 kilómetros de su casa y familia, al presidio más lejano de Cartagena.

Adorada Mamaría

Díaz Burgos viajó a Las Palmas el 29 de octubre de 2019 -en el vuelo inaugural de la ruta Murcia-Las Palmas de Binter-, y el 1 de noviembre estaba depositando una corona de flores en el cementerio de Vegueta, donde fueron a parar los restos de su abuelo -hoy en una fosa común, la número 2-. «Como no encontré una cinta con la bandera republicana, mi mujer la cosió y le hice poner unas letras: '79 años para encontrarnos, 79 años en nuestra memoria'. Mi abuela Mamaría, mi madre Dolores y mi tía María murieron sin poder llevarle nunca ni un ramo de flores a su padre». Su madre es la jovencita a la que se dirige con devoción este hombre católico practicante y aficionado a las saetas y a la zarzuela, en su última carta: «Adiós, hija idolatrada, cuida por tu viejita y por tu hermanita si quieres que tu pobre padre te bendiga, y tú cuídate mucho que eres la luz de mis ojos».

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El fotógrafo cartagenero hizo su primera petición de información hace 15 años a la Comandancia Militar de Las Palmas. Allí le dieron la pista del cementerio de Vegueta. «Pero no te puedes imaginar cómo ha colaborado conmigo todo el mundo, desde el Archivo General de la Administración, la Hemeroteca de Sevilla, la Recuperación de la Memoria Histórica de Gran Canaria, Navantia, la Base de Submarinos y el Museo Histórico Militar de Cartagena (ubicado en el antiguo Real Parque y Maestranza de Artillería)...». Díaz Burgos está realizando una serie de alegorías fotográficas sobre su vida, en las que reflejará también los efectos de los bombardeos en Cartagena. «La historia brotará en cada una de las páginas del libro», anticipa este renombrado retratista, que cuenta para este proyecto con José Luis Montero en el diseño y deja la puerta abierta a patrocinios.

Nunca parece tarde para volver la mirada atrás, «aunque duela».

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