Una promesa del ballet en Londres

Podría decirse que José María Lorca (Torreagüera, 2001) es trilingüe. Lleva toda una vida hablando otro lenguaje (a parte del inglés, que dice que ya controla), uno compuesto por términos como 'plié', 'jeté', 'fouette' o 'arabesque'. Movimientos que ejecuta más que anda desde que asiste a la English National Ballet School de Londres, gracias a una beca valorada en 18.000 libras que le concedió la propia institución.

Después de mandar su solicitud y de pasar una primera prueba en Madrid, se enfrentó a casi cuarenta bailarines de todo el mundo que, como él, fueron convocados a una audición final en la capital de Inglaterra. La escuela, institución que depende del English National Ballet, apreció en él un potencial y un talento que no quiso dejar escapar. Junto con otro bailarín de Lugo, también becado por la ENB, el murciano representa ahora el futuro de una disciplina que en Reino Unido, admite, «está mucho mejor reconocida que en España».

Quizá es porque lleva desde los tres años acostumbrado a la disciplina del ballet, pero esa 'ventaja' no impide destacar que, con sólo 18 años, José María demuestre una madurez propia de alguien mayor. «Yo digo que siempre hay una posibilidad de que algo bueno pase», dice en una entrevista a LA VERDAD. Y pasó.

Ahora su vida es muy distinta a la que llevaba bajo el sol de Murcia. «Me levanto a las 7.30 h de la mañana, llego a la escuela y tengo que hacer mi calentamiento, o sea, que estoy allí a las 8.30 h. Hago una clase de danza, y ya todo el día tengo o ensayo, o más clases de danza, o asignaturas teóricas como anatomía», relata José María.

Entre la programación habitual del segundo curso de la ENBS (en el que situaron al murciano, suficientemente capacitado para saltarse un año), además, ensaya su papel de príncipe en el ballet de 'Cenicienta' que prepara la escuela. «Hicieron una selección y fui uno de los afortunados», cuenta con humildad.

De Murcia echa en falta las marineras, a su familia y, sobre todo, a sus amigos. «Tenerlos cerca y quedar con ellos es lo que más echo de menos», confiesa. Nada para lo que no estuviera preparado desde el momento en el que fue consciente de que quería dedicarse a la danza: «Desde pequeñito le decía a mis padres que me iba a ir de casa a bailar por ahí», apunta.

Algo de culpa tuvo en eso Carmen Paris, su profesora en el Conservatorio de Murcia. Una profesional que encabeza, con mucha ventaja, la lista de personas del mundo del ballet que el de Torreagüera admira, y por la que, en parte, la Región puede presumir de una potencial estrella. «Es mi referente, lo que yo haya conseguido en la danza se lo debo a ella», reconoce.