Visitar un museo significa adoptar una actitud frente a la historia. En la época del turismo de masas, en la que cosificamos no solamente el ... objeto artístico, sino también la propia memoria de los hombres, Roberto Valencia nos propone un viaje hacia la intimidad de doce museos imprescindibles para entender la idiosincracia de occidente. En 'Palacios, hangares y cuevas', editado por La Navaja Suiza, el autor pretende reflexionar sobre lo que somos a través de los testimonios de lo que fuimos. Un museo no es solamente un contenedor de arte, sino también un generador de pensamiento, un punto de la ciudad vivo, creado a partir de naufragios civilizatorios, por eso Valencia aspira a ordenarlos y dotarlos de sentido.
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El libro se construye a través doce paseos. Experiencias personales que se confrontan con la idea que cada individuo puede tener del arte. Pasa del indomable Louvre, con sus salas repletas de historia, a la cueva de Pair-non-pair, donde el hombre neolítico plasmó una escena de caza, tal vez el conjuro de una noche de brujería. Lo heterogéneo de su campo de acción le hace saltar por las civilizaciones, los siglos, las desgracias de la historia, encerradas ahora en una habitación, en un pensamiento continuo. El libro gana en las páginas dedicada a la casa-museo de Anne Frank, con reflexiones que superan lo estético y se centran en los límites de la maldad y en la resistencia humana. Al igual que en el Museo Egipcio de Turín, donde se reconstruye, a partir de un pequeño objeto de artesanía, toda una cultura ancestral.
'Palacios, hangares y cuevas' es una obra ecléctica. Por momentos se reviste de una armadura teórica propia del ensayo académico, pero también hay espacio para que el flâneur camine por las salas de los museos extasiado, o aburrido tal vez, pero imponiendo su yo viajero. Es cuando el autor se siente más cercano y consigue enarbolar un discurso que, como cualquier experiencia cotidiana, sorprende al lector al verse reconocido. Los museos son refugios contra la soledad, el camino para encontrar la respuesta a muchas cuestiones presentes, pero también la perdición del turista, el lugar común y la banalización de la historia. De todo ello es consciente Roberto Valencia, por eso radiografía la seña de identidad que lleva Europa por bandera: su pasado.
Visitar un museo es también comprometerse con el mundo que ha sido y que dejaremos a las próximas generaciones. En este sentido, 'Palacios, hangares y cuevas' responde a la necesidad de intentar ordenar el caos de cifras y hechos. El lector visitará cualquier museo de forma diferente después de haber caminado junto Roberto Valencia.
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