El oficio de contar historias

ALGO SUPUESTAMENTE ENTRETENIDO ·

Jueves, 18 de marzo 2021, 00:45

Vivimos en un mundo que premia la inmediatez sobre lo sosegado, lo cercano a lo que ha dado varios pasos, y no me gusta. Soy ... un tipo que prefiere lo diferente, aunque no lo termine de entender. Cada vez que intento acceder a nuevos grupos o cantantes termino desolado, porque todo me suena igual. Pienso que quizás es culpa mía y que el oído ya lo tengo antiguo y domesticado, pero tras reflexionar, me doy cuenta de que no me gustan la mayoría de nuevos artistas porque no saben contar historias. Yo quiero oír historias.

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Cuando cierro los ojos y escucho una canción quiero evadirme y sorprenderme como con un libro. Por eso, cuando esa persona desgraciada que lo ha perdido todo me habla en 'El hombre que casi conoció a Michi Panero', de Nacho Vegas, siento que estoy dentro de algo diferente, dentro de una obra que, como una matrioska, tiene tantas capas como la mejor de las novelas.

Esta semana me ha acompañado a todas horas (mientras trabajaba o mientras salía a la calle a bajar los kilos ganados tras dejar de fumar) el nuevo disco de Maria Arnal i Marcel Bagés. Tenía muchas ganas de saber qué camino iban a coger tras un más que meritorio debut llamado '45 Cerebros y 1 Corazón'. Recuerdo perfectamente la primera vez que escuché la canción y cómo reaccioné cuando terminé: con la boca abierta. ¿Qué era esto que no había escuchado antes? Matices de copla, flamenco, electrónica y una guitarra algo distorsionada. Me obsesioné con ella, la escuchaba veinte veces al día. Y sabía que la letra, llena de metáforas y simbolismos, escondía una historia. No me equivocaba.

Esta columna ha sido escrita mientras sonaba '45 Cerebros y 1 Corazón', de Maria Arnal i Marcel Bagés; y 'El hombre que casi conoció a Michi Panero', de Nacho Vegas

En el año 2010 comenzaron a exhumar la fosa de La Pedraja, en Burgos, donde no descansaban 104 represaliados por el bando nacional durante la guerra civil. Allí encontraron cuarenta y cinco cerebros y un corazón en un excelente estado de conservación, «cual cuerpos de faraón». A partir de esta historia, casi de ciencia ficción, se entrelazan las diferentes voces en una canción casi de oficio de funeral, una despedida a esas personas que no pudieron tenerla. En ese momento supe que no estaba ante una artista del montón, estaba ante una poeta. Quien me cantaba era una maestra de contar historias.

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Entrar en los relatos que otros se han esmerado en crear es enriquecedor, y como el padre de Ana Iris Simón en 'Feria' yo quiero vivir para siempre en las historias, en las mías y en las de otros; porque si en algún momento decido dejar de aprender de los demás, significará que ya no estoy dispuesto a jugar.

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