Carlos Thiebaut: «Las noticias sobre las vacunas abren un cierto horizonte de salida»

La primera ola la pasó confinado en Madrid, donde durante años enseñó en la Universidad Carlos III. La segunda, actualmente, la observa con enorme atención desde el pueblo gallego, vinculado a su familia materna, donde se ha instalado. La montaña está estos días hermosa, y apetecen la buena música y las lecturas reconfortantes. No es mal panorama, al que todavía queda por sumar, porque el filósofo Carlos Thiebaut (Madrid, 1949) es muy cafetero, «una buena taza de café». Hoy, a las 17.00 horas, y telemáticamente, el autor de obras como 'Vindicación del ciudadano' (Paidós) e 'Historia del nombrar' (Visor) ofrecerá, invitado por la Facultad de Filosofía de la UMU, la conferencia titulada 'Viejas y nuevas intolerancias'. Su charla se enmarca en la celebración del Día Mundial de la Filosofía 2020.

–¿Qué motivo tenemos para pensar en positivo?

–Las noticias de estos días, sobre la aparición de vacunas, por lo menos abren un cierto horizonte de salida, cosa que en marzo, abril, mayo, e incluso en septiembre pasado, no se percibía. Ahí tenemos un motivo de esperanza en un momento en que, con la llegada de la segunda ola, la sensación de regresar a lo ya vivido, sin saber de nuevo durante cuánto tiempo, estaba siendo bastante inquietante; tanto por el contagio mismo, como por todo lo que vemos acontecer en la vida cotidiana, con toda esa destrucción de empleos que se está produciendo, por ejemplo. Es como si se parase la vida. Como una cierta suspensión del tiempo que ya vivimos, aunque ahora, con estas noticias sobre vacunas que le comentaba, creo que el horizonte ha cambiado un poco.

–¿Qué predomina?

–La incertidumbre. Me parece que, como Humanidad, no habíamos vivido en una incertidumbre tan total. Una incertidumbre masiva, universal. Fíjese en que, por ejemplo, todos los gobiernos –de izquierdas, de derechas, de centro...– se han encontrado con la dificultad y la incapacidad de afrontar la imprevisión y la incertidumbre que menciono. Por primera vez creo que somos conscientes de los límites de nuestro propio conocimiento. Y caminamos un poco a tientas, y esto nos ha pasado a sociedades gobernadas por partidos de diversas ideologías. Lo que me preocupa son las actitudes y comportamientos negacionistas, que siguen vigentes en muchos lugares de Estados Unidos y, también, en diversas partes de Europa.

–¿Y el Gobierno español?

–Es muy curioso: en la primera ola estábamos todos centrados en si el Gobierno de coalición lo había hecho bien o mal; pero, en esta segunda, cuando la gestión ha pasado a las comunidades autónomas, ya la dimensión de si la comunidad está regida por el PP o por alguna coalición de izquierdas ha pasado a segundo plano. Mi sensación es que seguimos sin saber por qué se ha producido esta segunda ola, con mucha rapidez en algunos lugares y en otros de manera inesperada –me viene a la cabeza el caso de Asturias–.

–¿Qué le ha resultado estimulante?

–En la primera ola se produjeron dos fenómenos a la vez. Consternación, por un lado, y así lo viví yo confinado en Madrid; por otro, una intensa solidaridad social, que ahora está regresando.

–¿Cómo actuar frente a los que incumplen las normas para afrontar la pandemia?

–No nos queda otra que la educación, que volver a explicar la relevancia de cuidar y de cuidarse. Por mucho que se haya producido un cansancio que explica, en parte, muchas reacciones y conductas inapropiadas, no debemos dejar de ser conscientes de lo que nos jugamos. También existe la sanción, pero la sanción es siempre menos eficaz que la explicación. Y no sé si nuestros gobiernos han sido suficientemente claros en sus explicaciones.

–¿Viviremos mejor sin Trump?

–Mi hija vive en EE UU y mi nieta es americana, por eso, en parte, le transmitía mi inquietud por el hecho de que grandes sectores de la sociedad norteamericana sigan desatentos al virus, pensando todavía que esto es un montaje y, también, resistiéndose a aceptar un proceso democrático. Pero, bueno, pienso que, en conjunto, el mundo va a estar mejor sin Trump; por lo menos esa es mi esperanza.

–¿Por qué surgen nuevas intolerancias a la hora de convivir?

–Son intolerancias reactivas, que parece que nos incitan o nos invitan a volver a recorrer el camino de la tolerancia. Ahí están: el racismo, la homofobia, el sexismo...; hay un elemento de reacción, de miedo, que lleva a reprimir o a no aceptar comportamientos con los que no estamos de acuerdo, aunque eso choque claramente con la libertad, la justicia, los derechos humanos... Me preocupa también mucho cómo se viven esas intolerancias desde el punto de vista de los no tolerados, de los intolerados. Siempre hay que estar con la mirada atenta, no hay conquistas definitivas; incluso sociedades que parecen regirse por la ley, la justicia y los derechos humanos pueden retornar a momentos de ofuscación, de locura y de negrura. La libertad y la justicia nunca están del todo conquistadas. Hoy, hay países europeos que empiezan a cuestionar derechos y libertades que parecían conseguidos; pensábamos que había cosas que estaban muy claras, pero todo puede retornar.

–¿Qué le gusta decirles a los jóvenes?

–'Piensa por ti mismo, desde ti mismo, y de manera que tengas a todo el mundo en cuenta'. También me gusta decirles que sean sensibles ante el dolor y el daño.