Notas al concierto 'New York Memories'
MÚSICA CLÁSICA ·
PEDRO OLIVARES GALVAÑ
Martes, 25 de mayo 2021, 00:30
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MÚSICA CLÁSICA ·
PEDRO OLIVARES GALVAÑ
Martes, 25 de mayo 2021, 00:30
Vicente Prieto forma parte de esta pléyade de jóvenes grandes pianistas (José Vicente Riquelme, Paula Linde, José Alberto del Cerro, Naira Perdu, José A. Candel, ... entre otros), una generación privilegiada a los que el sabio magisterio de la doctora Pilar Valero, ha insuflado de un alto nivel de exigencia, tanto en los aspectos técnicos como en una madurez interpretativa impropia de su juventud.
Lo conocí en un recital el 30 de octubre de 2014, en el que un jovencísimo Vicente, impresionó a todos los asistentes del aquel Aula de Cultura de Cajamurcia, con su magistral interpretación de los enjundiosos y complicados 'Momentos musicales' y 'Preludios' de Rachmaninov.
Desde entonces he procurado seguir su progresión artística, y he sabido de sus triunfos y premios, tanto nacionales como internacionales.
Por eso, el anuncio del concierto 'New York Memories' (producido por Numen y enmarcado en el Circuito Profesional de las Artes Escénicas y la Música del ICA) que organizaba el Teatro Villa de Molina y Pro-Música de Molina y que se iba a celebrar en el mismo teatro el pasado 15 de mayo, me seducía especialmente; no solo por contrastar la progresión de este magnífico pianista, sino porque aún no conocía a otro joven prodigio, un gran virtuoso del violín, Alfredo Ancillo, del que los entendidos se deshacían en todo tipo de alabanzas.
A ello se unía un programa sumamente atractivo y lúcido, agrupando, bajo el paraguas de Nueva York, a tres grandes compositores, buena parte memoria artística del siglo XX, que llegaron a sentir, por la metrópoli americana, desde puntos geográficos muy diversos, una extraña y misteriosa relación: George Gershwin, con una versión de 'Porgy and Bess', Astor Piazzolla y su 'Historia del tango', y Manuel de Falla ('Siete canciones populares').
El concierto no defraudó mis expectativas. Pude corroborar por mí mismo que Alfredo Ancillo no es una promesa, un artista en ciernes, sino una realidad, que su extraordinaria calidad y madurez se manifestaba en cada uno de los complicados pasajes a los que encaró con la solvencia propia del virtuoso que ya es; y que el piano de Prieto, magnífico siempre, sostenía y garantizaba la solvencia de la música. Los dos intérpretes, perfectamente acompasados, sobre todo en la dificilísima partitura de Piazzola, pasaban de los acentos fuertes a los débiles, de los momentos rítmicos y dramáticos, rapidísimos, a los románticos, sensuales y lentos, con extraordinaria fluidez y madurez.
Solo lamenté, que el público, muy motivado, aplaudiera al finalizar cada uno de los tiempos, lo que era comprensible con la calidad de lo ejecutado y la emoción que trasmitían, una interrupción que, sobre todo en el caso de la 'Histoire du Tango' de Piazzolla, dificultaba la mejor comprensión del discurso de la interesante obra del argentino.
En todo caso, y después de decir esto, yo mismo aplaudí con entusiasmo el final de la 'Nana' de las 'Siete canciones populares' de Falla, dado que los intérpretes elevaron su arte (¡los etéreos armónicos del violín de Ancillo!) a la excelencia.
Los dos intérpretes, para culminar una preciosa tarde de música, nos regalaron como bis, el encantador 'Oblivion' de Piazzolla.
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