Haken firma en Murcia el Nuevo Testamento del rock progresivo
Acompañados por Between the Buried and Me, los británicos demostraron en una abarrotada sala Garaje Beat Club que el virtuosismo técnico no está reñido con la sensibilidad melódica
Los académicos de la historia de la música van a pasarlo realmente mal cuando les toque diseccionar y clasificar lo que se ha venido a llamar 'new prog'. Resulta un término adecuado en tanto que funciona como cajón de sastre para englobar a una serie de bandas que, lejos de revivir el rock progresivo, lo han revolucionado incorporando una serie de sonidos y estructuras a prueba de etiquetas. Nombres como Opeth, Leprous, Mastodon, Vola o los que nos ocupan podrían dar lugar, cada uno de ellos, a nuevas ramas del frondoso árbol del rock, y sin embargo todos parten de unas raíces similares y comparten la misma obsesión por la experimentación y la excelencia técnica.
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Este viernes en la sala Garaje Beat Club de Murcia se pudo asistir a una lección magistral sobre la elasticidad del 'new prog', de la mano de dos de sus actuales puntas de lanza, Haken y Between the Buried and Me, muy bien acompañados por los prometedores Cryptodira. Un apetecible menú de tres platos que permitió conocer en primera persona tres maneras de entender el progresivo, y así se dejó notar en la afluencia de asistentes, que desde media tarde guardaban cola de forma un tanto desordenada por el parque que hay frente al recinto. Poco antes de la apertura, la cola dispersa se reorganizó en una especie de abanico frente a las puertas, de puro afán por conseguir un puesto en las primeras filas. «¡Hasta la cola es progresiva!», bromeó alguien.
La puntualidad del público le puso las cosas algo más fáciles a Cryptodira, un desconocido cuarteto de Nueva York que tuvo la oportunidad de calentar el ambiente con un inesperado derroche de agresividad. Apenas tocaron media hora y sufrieron el peor sonido de la noche, pero su sólido death metal progresivo dejó con ganas de más. Una vez dejada su carta de presentación, los chavales no tardaron en dar el relevo a sus padres musicales, los también norteamericanos Between the Buried and Me, que ofrecieron un concierto de duración completa en calidad de cocabezas de cartel.
Haken centró su concierto en saldar cuentas con 'Virus', cuya gira de presentación se vio irónicamente frustrada por la pandemia, y dejó la puesta de largo de 'Fauna' para otra ocasión
La banda capitaneada por Tommy Giles Rogers y Paul Waggoner es un hueso duro de roer incluso para los parámetros habituales del género. Durante algo menos de hora y media se contonearon como una serpiente entre la épica instrumental y los estallidos de rabia casi punk, llegando a abrumar en ocasiones por la sobrecarga sensorial de unas canciones larguísimas y tremendamente complejas, con más capas que un mochilero perdido por Islandia.
El repertorio estuvo muy centrado en sus trabajos secuela ('Colors II', 'Automata II' y 'The Parallax II'), aunque el público neófito bien podría haber entendido que se trataba de una única e interminable canción, ya que los temas se sucedieron prácticamente fusionados, sin dar un segundo de respiro. El paréntesis lo impuso el baterista Blake Richardson, que aparentemente sufrió un apretón y tuvo que salir disparado a los camerinos. Rogers aprovechó la ausencia de su compañero para dejar el micrófono y usurparle la batería, dando inicio a una graciosísima 'jam session' que despertó muchas sonrisas.
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El buen humor continuó con 'Voice of Trespass', punto álgido del concierto y también la encargada de cerrarlo. Se trata de un delirio jazzístico con aires de cabaret que ejerció de agradecido contrapunto del resto del repertorio, bastante más denso y crudo. Algo empañada por las limitaciones de sonido, la interpretación del quinteto fue impecable, si bien se echaron en falta más momentos de introspección.
Haciendo las paces con el virus
Con Haken llegó el momento del plato principal de la noche y las expectativas estaban por las nubes. Ya han pasado diez años desde que muchos les pusieron la corona de nuevos reyes del progresivo, tras el tremendo 'The Mountain', y desde entonces su reconocimiento no ha hecho más que crecer, demostrando con cada nuevo disco su envidiable capacidad para evolucionar sin perder ni un ápice de consistencia.
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Su llegada a Murcia se produjo en un momento especialmente interesante, con el regreso del teclista fundador Pete Jones y las excelentes críticas cosechadas por su nuevo trabajo, 'Fauna', que con apenas una semana en la calle ya apunta a colarse en muchas listas de lo mejor del año. El protagonismo de la noche, sin embargo, fue para el lanzamiento anterior, 'Virus', cuya gira de presentación se vio irónicamente frustrada por la pandemia de coronavirus. Más de la mitad del repertorio se dedicó a saldar cuentas con él, empezando por 'Prosthetic' e 'Invasion', dos trallazos intensísimos que deleitaron a los amantes del rock progresivo más técnico e intrincado. Por fortuna, Haken no es de esas bandas que confunden el virtuosismo con el onanismo y sus laberínticas secciones instrumentales siempre están al servicio de la musicalidad, demostrando una sensibilidad melódica no tan frecuente en un género que tiende a obsesionarse con el 'más difícil todavía'.
Brillaron como feliz contraste las tres representantes de 'Fauna', mucho más experimentales pero también más accesibles que la primera parte dedicada a 'Virus'. Resulta difícil elegir una. 'The Alphabet of Me' puede resultar desconcertante, con sus juguetonas pinceladas de reggae, algo de electrónica y un estribillo claramente pop, pero se crece en directo gracias a unos coros participativos muy raros de ver en el mundillo progresivo, donde el personal suele estar más interesado en tomar nota del equipamiento de los músicos o en contar notas por segundo que en bailar o cantar. Se agradeció, por cierto, la inclusión de un kit electrónico en la batería, en lugar de tirar de bases pregrabadas. La poderosísima 'Taurus' apunta a clásico instantáneo y 'Lovebite' no es solo la canción más pegadiza de Haken hasta la fecha, sino que enamora con una letra deliciosamente irónica que usa el fatal apareamiento de la viuda negra como metáfora de una relación tóxica. Me supo a poco. 'Fauna' se merece un safari completo.
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Un par de guiños a 'Affinity' y 'The Mountain' dejaron prácticamente liquidado el grueso de un repertorio que se permitió el lujo de dar de lado a discos tan importantes como 'Vector'. Es el problema de trabajar con canciones tan largas. La mayoría de piezas rondaron los diez minutos, así que Haken se ciñó a su plan de poner el foco en 'Virus', al que se regresó una vez más para despedir el concierto con sus dos canciones más complejas y extensas: 'Carousel' y 'Messiah Complex', una suite de casi 20 minutos que funciona a su vez como concentrado y resumen de las muchas facetas del grupo, y donde todos sus integrantes tuvieron algún momento de lucimiento. Inmejorable sabor de boca para rematar una actuación deslumbrante que, nuevamente, quedó algo deslucida por la acústica y algunos problemas de sonido, que sufrieron especialmente la voz de Ross Jennings y los teclados de Pete Jones.
Si bien la sala Garaje Beat Club se quedó pequeña, resulta incomprensible que Haken todavía no haya seducido a una audiencia más amplia. El sexteto británico tiene una creatividad asombrosa, un nivel interpretativo fuera de serie y una discografía intachable, pero su nombre sigue siendo desconocido para el público ajeno al nicho progresivo. Sería de justicia que el reciente 'Fauna', su trabajo más diverso y maduro hasta ahora, sea la llave que les abra recintos mayores. Los reyes del 'new prog' no son un secreto que deba ser guardado.
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