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OLATZ HERNÁNDEZ
Domingo, 26 de septiembre 2021, 00:24
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A Pancho Varona no le pesan los casi cuarenta años que lleva en la carretera. Al contrario. El músico y compositor se siente afortunado por haber doblado el mapa de España varias veces y sigue haciendo kilómetros, ya sea con Joaquín Sabina, con la Noche Sabinera, Viceversa o en solitario, con su gira Ruta 52. En marzo del año pasado, cuando se paró el mundo, publicó una serie de vídeos en los que enseñaba a tocar la guitarra. Esas clases, además de algún que otro proyecto hicieron que saliera «en cohete» tras el confinamiento, con un montón de espectáculos por delante. La energía que se genera en los conciertos no es la misma que antes de la pandemia, confiesa, aunque no por ello pierde el entusiasmo. Su guitarra sigue siendo «el mueble más preciado de casa» y cada día encuentra más de cien motivos para volver a subirse a un escenario. Una de ellas es su público, que lo sigue acompañando con mascarillas y distancia de seguridad. Llueva o truene.
11.00 horas. Tengo concierto, así que hago las maletas, preparo mi equipo, lo monto en el coche y salgo hacia la ciudad que sea. En el caso de la Noche Sabinera, hay una furgoneta que sale de Atocha y lleva a la banda hasta el hotel de destino, pero por cuestiones de movilidad prefiero viajar en mi coche. Últimamente me muevo muchísimo: a veces con la Noche Sabinera, otras con Viceversa -que es la antigua banda que iba con Joaquín- y otras yo solo. Con tanto proyecto, estoy pasando revisiones del coche cada tres meses. Visito más el taller que un local de ensayo (ríe).
14.30 horas. Normalmente me gusta comer en la ciudad en la que voy a actuar pero, si no queda más remedio, hay que comer de camino. Como llevo casi cuarenta años en la carretera, tengo la suerte de conocer todas las áreas de servicio de este país, no te imaginas a qué nivel. Por ejemplo, siempre que íbamos a Galicia parábamos en un bar que se llamaba 'El Leonés' porque tenía unas tortillas excelentes, con un jamón y un queso riquísimos. Llega un momento en el que la carretera se te llena de lugares míticos y ya estás deseando que salga un viaje por esa carretera para poder parar en ese sitio. En mi caso, tengo la suerte de haber doblado el mapa de España varias veces por la mitad.
6.00 horas. Me gusta mucho madrugar y disfrutar de la mañana. Aunque tenga que salir de casa a las once, me gusta levantarme pronto, sea invierno o verano. Desayuno en la cocina, pongo las noticias o música en la radio y leo el periódico. Creo que es una mañana muy bonita la que tengo, empezándola con esas ganas y esa vitalidad. Estoy metido en una rutina que me gusta y tengo mucha suerte de tener la vida que tengo.
12.00 horas. La pandemia nos ha cambiado la vida a todos, pero tengo cerca a la gente que quiero. Eso sí, hay un sobrino nieto al que todavía no conozco y claro, me gustaría verle. También estamos viajando menos que antes a América. Antes teníamos varios viajes grandes a Argentina, a Costa Rica... La verdad que tengo ganas de volver, pero vamos a tardar porque allí las cosas están mal.
10.00 horas. Desde el verano de 2020, la energía que hay en los conciertos no es la misma. La mascarilla es un elemento de seguridad fundamental, pero desde el escenario no oyes a la gente cantar, no les ves reírse y es un poco triste. Dimos un concierto en Torrelavega en el que llovía y en la entrada repartían chubasqueros azules o negros. Llovía bastante y parecía que estábamos tocando para plásticos sentados en filas. Fue una imagen rarísima. Ese público es el que más nos enternece, el que a pesar del frío, la lluvia y las incomodidades va al concierto, se sienta religiosamente y luego se va feliz a casa. ¡Benditos sean! Dan ganas de bajar y dar un beso a cada uno de ellos, lo que pasa es que no se puede. El público sigue respondiendo, así que somos afortunados.
18.00 horas. En marzo del año pasado se fueron abajo todos los proyectos que teníamos. Esa parada me hizo pararme a pensar con Esther, mi manager, qué podíamos hacer para salir de ésta reforzados. Y entonces nos inventamos las 'Clases de guitarra en tiempos de aislamiento'. Mientras mis compañeros daban conciertitos o grababan cosas, yo empecé a dar una especie de clases de guitarra a través de Youtube. En ellas explicaba la música desde mi punto de vista y compartía un poquito las enseñanzas que tuve cuando tenía diez años y a mi casa venía un profesor de guitarra -el señor Guardiola-. Intentaba transmitir esas enseñanzas y aplicarlas a la música actual y al rock porque el señor Guardiola era muy poco rockero. Le gustaba más la música de la tuna.
23.00 horas. Era un lector compulsivo y tenía la costumbre de leer mientras paseaba. Podía leer y andar al mismo tiempo y nunca me tropecé ni me caí. Sin embargo, con la aparición de los malditos teléfonos inteligentes, que nos quitan tantísimas horas de tiempo y la vista cansada, estoy leyendo menos de lo que me gustaría. Leo muchas biografías, cosas sobre los Beatles, Lennon..., cualquier cosa que vea sobre Dylan también la devoro. Estando de gira tengo poco tiempo y la televisión y el teléfono son muy golosos. Llego al hotel, me tiro en la cama y si pongo la televisión o tengo un teléfono cerca ya se acabó. Después caigo rendido.
12.00 horas. Cuando no tengo conciertos, me gusta mucho pasear por mi barrio con mis perritos. Vivo en Aravaca, una zona de Madrid con muchos parques y la verdad que es una gozada salir con los perros a pasear mientras escucho música. Si voy a tiro hecho, me pongo rock de los 70 como Led Zeppelin, los Beatles, The Who o Artic Monkeys, más actual. Pero también me gusta ponerme a escarbar a ver qué encuentro. Me meto en Twitter por ejemplo, donde sigo a músicos y periodistas y miro a ver qué descubren ellos. Estoy muy pendiente de qué opina y qué discos recomienda el periodista Fernando Neira, por ejemplo. Si no, me pongo a buscar en la música española a ver qué me puede enamorar. Me gusta mucho enamorarme, pero soy muy difícil, muy exigente, así que me enamoro poco. No me gusta casi nada de lo que escucho, pero sigo insistiendo todos los días. Soy como el que va a una tienda de vinilos y los pasa a toda velocidad con dos dedos buscando el disco soñado. Yo hago lo mismo, pero voy de un link a otro, de una página a otra.
17.00 horas. Llevo 40 años tocando la guitarra profesionalmente y otros 15 como aficionado y estoy harto de la guitarra, aunque la ame con toda mi alma (ríe). Le estoy muy agradecido por haberme proporcionado la vida que tengo. Es el mueble más preciado de mi casa, pero cuando llego a casa la dejo en un rincón y no la vuelvo a coger hasta que vuelvo a salir de viaje. Antes componía mucho, pero ahora trabajo y viajo tanto que no tengo tiempo. Es otra de las costumbres que me duele haber perdido.
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