El escritor Miguel Sánchez Robles, en la entrada de la casa que habitó San Juan de la Cruz durante sus estancias en Caravaca. Juan F. Robles
La semana de...

Miguel Sánchez Robles, narrativa poética en busca de salvación

Empeñado en no fallarle a la vida y obsesionado con las palabras, el premiado narrador y poeta caravaqueño acaba de publicar la recopilación de relatos 'No sabe del amor quien vuelve vivo' y perfila ya su próxima novela

Domingo, 11 de mayo 2025, 07:44

Fue un niño valiente que quiso vivir mucho. Fascinado por lo complejo, aunque no lo entendiera del todo, leyó 'Papillon' antes de cumplir 10 años. ... Su abuelo era lector, tenía libros y compraba el periódico. Ese niño no le tenía miedo a nada, tampoco al conocimiento, y quizá por eso se hizo docente. Le nacieron a los veintitantos –dice que tarde– las ganas urgentes de escribir. Y desde entonces. Miguel Sánchez Robles no se presenta al mundo como catedrático de Geografía e Historia ni como creador de voces únicas y al mismo tiempo universales, que lo es, sino como un hombre aferrado a la tabla de salvación de las palabras que lee y escribe, un hombre que busca la salida de ese laberinto que propone cada tanto la vida a través de la literatura, un hombre que entreteje lo cotidiano y lo trascendente con una prosa certera en disparos al alma, en la que vibra lo lírico y sus personajes no quieren que se les haga tarde para vivir. Ama pasear en la hora del crepúsculo por los parajes de su Caravaca de la Cruz natal, cambió el tabaco por la natación hace quince años y, cuando algo le gusta mucho, como los berberechos y las tertulias con los amigos, se retira el último. No siente la escritura como una ocupación solitaria, porque asegura que sus personajes, que han heredado la valentía de aquel niño que fue, conversan con su autor, y entre ellos, en una danza de charla infinita. Atesora en su currículum, entre otros galardones literarios, el Premio Internacional José Zorrilla, el también internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma y Alba, el Premio de Poesía Ciudad de Badajoz, el Premio de Narrativa Torrente Ballester, el Premio Internacional de Relatos Cortos José Nogales, el del Certamen de Cuentos Ignacio Aldecoa y los premios Tiflos y Fray Luis de León de Novela. Tras publicar obras como 'Treinta maneras de mirar la lluvia', 'Nunca la vida es nuestra', 'Algo pasa en el mundo', 'Te llamaré tristeza', 'Solo vemos la luz' o 'Salvación', acaba de lanzar a los lectores 'Nada sabe del amor quien vuelve vivo' (Villa de Indianos, 2025), recopilación de dieciséis relatos cargados de riqueza vital, catorce de ellos reconocidos en otros tantos certámenes, y dos inéditos, en los que cohabita la muerte de los que se van con la muerte de los que se quedan. Sin dejar de buscar y escribir, narrador y poeta, remata su próxima novela, una que le hace brillar la garganta cuando la sugiere sin contarla. Especialista en Historia Moderna y Contemporánea, ha sido profesor de Historia del Arte, Historia Contemporánea e Historia de España en Bachillerato. Cree en esa historia y en el progreso, y, con la mirada empática con la que observa lo más cotidiano y humilde, desde un grifo hasta una virgen de escayola, con esos ojos siempre literarios con los que contempla lo mismo un 'sms' en el móvil que un cuadro de Hopper, confiesa que sueña escribir la obra definitiva que le salve de su propia muerte.

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Lunes

10.00 horas. Mis protagonistas ven la vida con mucha intensidad. Casi alterno en los relatos el narrador omnisciente y la primera persona. Le da más efervescencia al contenido. Es apasionante ponerte en la voz de otro. Mezclar la trascendencia con lo más humilde es una constante de mi literatura. Viví mi juventud con intensidad, pero solo después de un accidente de coche, durante los meses en los que no pude vivir a fondo, descubrí la felicidad de las palabras que escribes. Vivir dentro de un libro es lo que más me gusta.

Martes

19.00 horas. Los premios literarios me lo han dado todo. Gracias a ellos he viajado y he conocido mucha gente, porque una entrega siempre es una cosa llena de vida en la que tienes la oportunidad de hablar de literatura, algo que es difícil en la vida corriente. He tenido suerte y lo veo como un modo muy digno de darte a conocer. Hay premios que conllevan formar parte del jurado. Tengo un escrúpulo místico sobre ese asunto. Me gusta que haya una limpieza absoluta y me esfuerzo por leer todos los relatos y poemas, y buscarles el mérito.

Miércoles

22.00 horas. Me he desapuntado del circuito comercial. Ahora soy más selectivo, tanto para leer novelas como para ver películas. Me gusta todo lo de Rodrigo Sorogoyen, empezando por la serie 'Los años nuevos', que me ha fascinado, o de Isabel Coixet, sobre todo 'Un amor', basada en la novela de Sara Mesa. Justo el libro que tengo en mi mesilla es de ella: 'Oposición'. Otro muy raro y magnífico que estoy leyendo es de una escritora muy joven estadounidense [Tiffany McDaniel], 'El verano que lo derritió todo'. Es una joya. Esa voz de esta muchacha, que no se parece a ninguna, ha abierto una vía de sentido literario distinta, llena de una audacia narrativa sorprendente. Me interesa la pintura y sobre todo la fotografía: Diane Arbus, Robert Mapplethorpe, García-Alix, García Rodero...

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Jueves

13.00 horas. Escribir es una salvación. A través de la lectura y de la escritura yo he entendido mucho mejor mi propia vida, y la vida. Nos estamos perdiendo porque la actualidad y el vértigo y el metabolismo informativo es tan grande que no nos deja pensar en nuestra propia vida. Y creo que no es posible entenderla si no es a través de la literatura. Sueño escribir un libro que me salve de la muerte, que quede. Tengo en el ordenador un documento sin título. No sé si tendré la oportunidad de terminarlo, pero sé casi, casi, casi, las cosas que diría, aunque quiero cambiar el lenguaje. Es lo más hermoso que tenemos, el arma más potente.

21.00 horas. Me gusta rodearme de gente con la que puedas hablar de cosas complejas, de lo intenso, sin que se extrañen, sin que salgan huyendo. Tengo un grupo de diez, doce amigos, de toda la vida. Durante 28 años nos hemos juntado todos los jueves a cenar, aunque ahora sea más esporádico, sin fallar. Montábamos unas tertulias impresionantes. Hace diez años prohibimos hablar de política por no ser 'hablados', porque creo que cuando la mayoría de la gente habla de política no lo hace por sí misma. Lo que dice un tertuliano por la mañana lo repite todo el mundo por la tarde. Me quita el sueño lo que ocurre en el mundo, la desorientación, el cuestionamiento de los valores de siempre, lo que está pasando en las democracias occidentales, esa cosa oscura que está apareciendo en el mundo y que todavía no ha dado la cara y no sabemos cómo digerir. Tengo un amigo que tiene desde hace treinta años una visión catastrófica del mundo. Una vez le dije: «Vamos a mejor, hay mejores latas de berberechos, mejores vinos...». Y ahora le digo: «Parece que llevabas algo de razón, aunque podías haberlo pensado más tarde y haber vivido mejor».

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Viernes

17.00 horas. Todo tu bagaje vital te condiciona mucho lo que escribes, pero tengo cierto pudor de escribir sobre algo autobiográfico. Prácticamente casi todo es ficción en las historias, pero en el trasfondo hay una misma mirada. Me gustaban los alumnos difíciles, llenos de algo que yo quería entender. Y les enseñaba la importancia de mirar. Ahora algunos son ingenieros, profesores... muchos me paran por la calle y me saludan con una alegría especial. Dicen tu nombre y esa palabra, Miguel, lleva una carga emotiva grande.

Sábado

20.30 horas. No soy metódico en absoluto. Cuando me meto a escribir una obra puedo estar un mes entero sin ganas de salir a la calle, aunque salgo al atardecer. Se me hace casi de noche todos los días andando en el monte. Pero si no he escrito algo en un día pienso que, como dice el verso de Wisława Szymborska, no me he portado bien en el cosmos. Nado en el centro deportivo dos veces a la semana y también hago bicicleta algunas mañanas. Necesito las dos actividades, la escritura y el deporte.

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Domingo

13.00 horas. No creo que mi vida hubiera podido ser mejor en una ciudad grande de lo que ha sido en Caravaca. Estoy muy agradecido a mi vida como profesor aquí. Soy un apasionado de mi pueblo y de la comarca en general. Es un lugar ideal para vivir, escribir, pasear, sentir. Cuando estoy dos o tres días en Madrid, o en Zaragoza, a la que voy mucho a ver a mi hijo, siento que no pertenezco.

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