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MAPAS SIN MUNDO (05/05/2019)

Pedro Alberto Cruz

Lunes, 13 de mayo 2019, 14:01

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Si por cada vez que alguien ha utilizado el recurso argumental de la «fragmentación del voto» se hubiera vendido un libro, el repunte del mercado editorial durante esta semana hubiera sido tan importante como para equilibrar la cuenta de resultados de 2019. O dicho de otra manera: si se leyera un poco más en lugar de agarrarse tan burdamente a 'frases-salvavidas', los supuestos intentos de autocrítica sonarían más honestos y originales.

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Resulta cuanto menos preocupante el hecho de que, cuando se analizan los resultados electorales, se empleen expresiones del tipo «han ganado los que quieren romper España». Además del simplismo intelectual que reside en esta fórmula, hay en ella una disociación de conceptos ciertamente espeluznante: la idea de 'España' se sustrae a la propia decisión democrática de la ciudadanía. Parece como si 1) los resultados que avalan a los ganadores hubieran salido de la nada, como consecuencia de un 'fatum' que corrigiese la voluntad auténtica de los españoles; y 2) que 'España' constituyese una abstracción, una suerte de plano metafísico al margen de lo que quieren sus ciudadanos para ella. Esta elevación de España a un plano superior al de la voluntad de sus ciudadanos es extremadamente peligrosa, en la medida en que cualquier abstracción es susceptible de ser manipulada. Ningún territorio posee una realidad aparte de la de las personas que la conforman. No existe una idea esencial y trascendental de nación, una 'España-noúmeno' que permanezca a salvo de las decisiones de sus ciudadanos. Presuponer eso es hacer apología de un totalitarismo que estremece.

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La viabilidad de un proyecto político a medio plazo se mide por su capacidad para permear el tejido social más joven. Si los jóvenes de un territorio no te quieren, ese proyecto será enterrado tarde o temprano. Hay partidos que, con el fin de renovarse y no perder el pulso de la evolución, han invertido en 'juventud biológica' -es decir, han reducido la media de edad de sus cargos en unos cuantos años. Con esta estrategia, creían haber sometido a su proyecto al 'aggiornamento' adecuado. Sin embargo, he aquí que, tras la celebración de la elecciones generales, los resultados obtenidos les indican que han sido los menos votados por los jóvenes. «¿Cómo -se preguntarán- es esto posible si ninguno de nuestros candidatos supera los 40 años?». A lo que habrá que contestar: si la biología es joven, pero sus ideas huelen a caverna, la juventud funciona como un fósil con piel tersa. No hay nada más tétrico y estremecedor que un joven pensando como sus bisabuelos. El desfase entre la edad biológica y la edad mental es el arma de destrucción política más letal que se conoce.

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«Estos son mis principios. Y si no os gustan, me hago de centro».

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¿Cuál es la diferencia entre 'blanquear' y 'banquear' la democracia? Solo los pactos lo saben.

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Una figura enorme en un balcón, como una puñalada de oscuridad en el pecho de la realidad, escupiendo palabras que anuncian la reconquista. Y, sin embargo, lo más sobrecogedor de todo es ver a una mujer a su lado. Porque esa es la cuestión: ¿cómo puede una mujer participar en la cruzada que aspira a expoliar todos sus derechos?

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La versión 28/4 de la máxima duchampiana «son los otros los que mueren» vendría a ser: «son los otros los culpables de mi propia derrota». Faltaría más.

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¿Y quién defiende mi derecho a ser frágil?

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