Un túnel bajo el Muro de Berlín
El libro de Helena Merriman sirve como homenaje para todos los caídos a causa de esa infamia
Hace más de treinta años que cayó el Muro de Berlín y todavía nos siguen llegando historias estremecedoras de aquellos días. El motor que mueve ... todas ellas es el mismo: el deseo de una mujer de reencontrarse con su marido, el de un padre con su hijo, el amor a pesar de los pasos fronterizos y la constancia por ser libre, más dura que la peor de las dictaduras. Lo vivido en Berlín durante la Guerra Fría se debe catalogar como uno de los peores momentos de una historia infame. El comunismo en la ciudad dejó un listado abrumador de familias rotas, vidas destrozadas por la sinrazón, representado a golpe de hormigón y militares con metralletas apostados en las torres de vigilancia.
En este sentido, 'El túnel 29' representa un ejercicio imprescindible de memoria, sobre todo para aquellas generaciones que nacieron tras la caída del Muro y que hoy estudian la historia como una ficción lejana. El libro de la británica Helena Merriman, editado por Salamandra, combina a la perfección el reportaje histórico con una ficción sutil que aporta ambiente al relato pero que no lo separa ni un ápice de la verdad. Es la historia de cómo un grupo de estudiantes de apenas veinte años construyeron un túnel en la Bernauer Strasse. La calle, en la que hoy se alza un memorial ajardinado que recuerda a los caídos intentando evadir el Muro, suponía en 1962 uno de los puntos más conflictivos entre los dos mundos: el occidental y el comunista.
El libro está construido por pequeños capítulos, testimonios de la vida cotidiana de un Berlín partido en dos, golpeado por todas las guerras y que se enfrenta a la separación de sus ciudadanos en dos almas. El lector acompaña a los personajes y vive de cerca sus padecimientos, sus anhelos de libertad. La tensión se respira en un decorado que por momentos recuerda al de las novelas de espías, al más puro estilo Le Carré, pero esta historia es cierta. No nos queda el respiro de la ficción. Aquí las balas duelen. Los interrogatorios de la Stasi percuten la mente del lector, que se hace una idea aproximada de lo que tuvo que ser aquel reino de terror comunista.
Helena Merriman crea una obra que desnuda la RDA. Y lo hace con la virtud de la verdad, sin añadir épica al relato de los protagonistas. El Berlín que subyace en las páginas de 'El túnel 29' impresiona. Tiene la virtud de explicar la historia general a través de pequeñas experiencias humanas. Se conjugan el amor, la nostalgia, el miedo y la frustración en un mundo al borde del ataque nuclear. Mientras la política juega sus cartas, unos cuantos hombres y mujeres se desenvuelven por el tablero de la Guerra Fría para salvar a 29 personas y darles una segunda oportunidad vital. El relato, que podría ser épico, va más allá de la gesta. Es tremendamente humano.
Berlín cumple con el papel de ser una ciudad mitológica en la historia del siglo XX. Pero conviene que no se idealice ninguna de sus etapas de sufrimiento. En Berlín las cicatrices están visibles en el asfalto y todo aquel que lo visite no puede sino estremecerse. El Muro es la gran herida europea de la segunda mitad del siglo. Por eso el libro de Helena Merriman sirve como homenaje para todos los caídos a causa de esa infamia. Y también asume la obligación de que el mundo nunca olvide que hubo personas capaces de defender sus ideas con muros. En un tiempo de tantas ambigüedades y relativismos históricos, no hay mejor antídoto que la verdad.
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