Idoia Arbillaga, en su biblioteca personal, con un ejemplar de 'Creación y vacío'. AINHOA GÓRRIZ

Idoia Arbillaga: «La muerte es ladrido silencioso muy dentro de la vida»

La poeta y crítica literaria cartagenera reivindica la hondura del pensamiento judío y de la cábala en 'Creación y vacío', un libro publicado por Huerga & Fierro que deja patente su fascinación por la filosofía

Sábado, 28 de agosto 2021, 01:08

A veces los escritores erran el tiro, pero no es el caso de Idoia Arbillaga (Cartagena, 1974), que ha dedicado muchos años, los últimos de ... su vida, a 'Creación y vacío' (Huerga & Fierro, 2020). Hay unas vivencias detrás importantes, que se ven arropadas por el pensamiento judío y la filosofía de la cábala. Es un volumen con un trasfondo filosófico, muy denso, y trabajado. Incluso llegó a pensar que sería «el libro que menos gustase» de su sólida y ascendente trayectoria poética. «Y ha sido todo lo contrario, está siendo todo un acontecimiento para mí que no esperaba, con numerosas reseñas. Desde Israel me lo pidieron, a través del Instituto Cervantes, y lo he presentado en la Casa de Sefarad. Pedro Álvarez de Miranda, académico de la Lengua, me lo pidió para que forme parte del fondo de la Real Academia Española. Así que contentísima, asombrada y perpleja».

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Idoia Arbillaga llevaba sin publicar desde 2014, cuando apareció 'Los márgenes del agua'. Ha estado todo este tiempo depurando. Advierte la autora de que hay una poesía actual muy débil, «una subpoesía que no llega a poesía alimentada por el universo editorial, mediatizado con fines económicos». Pero para para escribir un volumen como 'Creación y vacío', «primero he tenido que ser muy mayor, segundo enterrar a unas cuantas personas muy importantes de mi vida como son mis padres y un hermano, y vivir cosas muy duras. Y llegar hasta aquí respaldada por muchos años de lectura y de escritura. Yo soy antes crítica literaria que poeta, de modo que todo lo que escribo lo miro con otros ojos. Cuando se lo he enviado a colegas les digo: '¡Leedlo con odio, no como si fueseis mi madre!'. Es decir, buscad defectos con lupa, porque es lo que te sirve de ayuda, no como la gente que solo busca aplausos».

'Creación y vacío', estructurado en cinco partes, exige de una cierta formación para su lectura. Hay lugar para la cábala, para la muerte del padre, para la no maternidad, para el origen del universo al que espera que regresemos, para la perfección de la unidad. Dice Arbillaga que la poesía no tiene necesariamente que llevar un metro medido, ni haber una métrica ni una rima. «Pero si no hay metro, no hay rima y tampoco hay metáfora, ni hay imágenes, ni hay elaboración formal del idioma sino una sucesión de coloquialismos, entonces no hay poesía. La poesía es para otras cosas, y a veces se confunden los términos, lo que nos lleva a una fagocitación de los lectores, a una malformación, pero así funciona el mercado y así suceden las cosas», lamenta la filóloga, doctora en crítica literaria, teoría de la literatura y literatura comparada –formada con Pedro Aullón de Haro, uno de los críticos más exigentes– y actualmente profesora de Secundaria.

«Yo no vivo esa especie de catarsis gozosa, luminosa. Para mí es una regurgitación que escuece, que duele»

Dice Arbillaga que «la muerte es ladrido silencioso muy dentro de la vida». En realidad, la vida y la muerte son un matrimonio inseparable. «Desde que el recién nacido vierte su vagido al mundo, ese primer llanto, ese lloro es casi como un estertor también. Cada amanecer es un día menos, no sabemos si nos quedan mil amaneceres, de modo que mañana, de ser así, nos quedarán 999. Y al otro uno menos. Claro que está ahí la muerte, que nos sirve para recordar lo inmensa, lo valiosa, lo feliz y gozosa que es la vida». La experiencia de la maternidad está muy presente en 'Creación y vacío'. «Al friso de la cuarentena también yo no solo no he tenido problemas de infertilidad, sino que en un momento dado me pregunto si tengo o no tengo un hijo, y decidí que no. Sufrí un accidente con 25 años haciendo bicicleta y me fracturé una vértebra [tuvieron que recomponerla con hueso de la cadera, tiene tres vértebras fusionadas], de modo que tener un hijo me habría acelerado un problema muy grave, de columna, crónico, que irá a peor. Así que decidí que no, y una pequeña parte de uno empieza a soñar con esa niña que no he tenido, como si desde el otro lado me llamara. Esa Nákel del libro es como si fuera el alma de mi hija que no he llegado a concebir y que me reclama. Para una mujer la maternidad es tan importante que incluso la no maternidad también lo es».

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Vitalista y luchadora

El sufrimiento por el fallecimiento del padre, militar de marina, «muere el hombre del mar». A él le dedica una parte importante del libro. «Los duelos son terribles porque perdemos a personas que amamos, pero también porque la inminencia de la muerte reaparece, y puede suceder mañana, en cualquier momento. Ese duelo remueve todas esas cosas, esa tristeza. Pero yo soy una persona muy vitalista, creo en la amistad, y en el amor, y en que hay que seguir hacia adelante, y merece siempre la pena la lucha y el esfuerzo». Uno de los poemas más breves, «y era todo entonces, contemplar, sentir así la vida», parece un punto y final del libro. «Es uno de los poemas más definitorios, sí, porque nos pasamos toda una vida pensando en el sentido de la vida, aunque lo único que hay es esto, el dejarse sentir, el dejarse ser uno mismo, ser fieles a la identidad, y conectar con el más allá, con el todo, con el universo, con este pálpito del que formamos parte, y que también nosotros somos. Sentir, estar, observar, ver... ¡qué más queremos!».

¿Cómo se ha sentido la poeta en el proceso de escritura? ¿Qué ha averiguado de ella misma? «Ha sido una gran exploración poética porque quería ser lo más sencilla posible, que no hubiera efectismo. En 'Pecios sin nombre' (2012) y 'Los márgenes del agua' (2014) todavía hay metáforas más juguetonas, un juego como más artificioso, pero yo quería en 'Creación y vacío' que la poca verdad que yo haya podido alcanzar que estuviera desnuda, sencilla, limpia. Y eso a veces es muy difícil. Esto fue en cuanto a la forma del poemario, pero en cuanto al contenido me ocurre que yo no vivo esa especie de catarsis gozosa, luminosa. Para mí es una regurgitación que escuece, que duele, que se me hace difícil porque uno está horadando en los pozos más oscuros de nuestra conciencia».

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En el texto de introducción, Francisco Javier Fernández Vallina destaca en su alabanza a la autora esa «encomiable labor» de Idoia Arbillaga en la estela de otros grandes poetas que siguieron esta senda de aunar la poesía y la cábala. «Siempre me ha fascinado la filosofía, y había una obra que es la que impulsó la crítica que hay en mí. Juan Carlos Mestre, Premio Nacional de Poesía; Juan Gelman o Valente. Todos tangencialmente tocan estos temas. Pero no hay ningún libro en la historia de la lírica española en donde se fusiona el pensamiento judío de aquí, de Sefarad. Un tercio de los españoles tenemos genes judíos, todos asumimos que somos medio árabes, aquí en Murcia especialmente, pero tenemos el doble de genes judíos que árabes. Los judíos no se fueron, muchos se cambian el apellido y se quedan aquí, y todos los que terminan en ez, como Martínez, Gómez, Pérez... todos los que son color como rojo o blanco son apellidos judíos. Y los toponímicos como Murcia, Cáceres... los de profesión, como Zapatero, son apellidos judíos. Uno de los principales libros del pensamiento judío, el Zohar, tuvo 70 ediciones al salir, era tan importante como la Biblia, y lo escribió un leonés aquí en España en la Edad Media. También he querido reivindicar la hondura del pensamiento judío, de la cábala, y acercarlo a la lírica, que su base conceptual sea esa: el pensamiento judío hispánico o sefardita, que es lo mismo».

«En la ciudad, cuando uno logra olvidarse del humo, también se permite la meditación y la contemplación»

Después del desasosiego

¿Sigue Arbillaga manteniendo que «escribir poesía es abrir márgenes, violentar límites», como dice en el libro? «Sí, sin duda, por eso es tan incómodo escribir, y por eso incomoda a muchos. Por eso hay que partir de la serenidad después del desasosiego, uno tiene que dejar reposar los sentimientos, como decía el poeta inglés Wordsworth, y desde la tranquilidad se pueden recoger las emociones». Somos polvo, incide la cartagenera. ¿Qué significa para la poeta estar en la ciudad? «En la ciudad puede uno sentirse tan cohesionado, tan imbricado, tan asociado a los demás, tan cercano, tan gregario, y al mismo tiempo tan expectante, tan solo, y tan observador. En la ciudad, cuando uno logra olvidarse del humo, también se permite la meditación y la contemplación».

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Los primeros libros de Arbillaga fueron sobre crítica literaria, en concreto sobre la literatura de viajes y la literatura china. Nunca ha dejado de hacer literatura, y ha ejercido la crítica en 'La Razón', y colaborado en radio. Ponente en congresos y autora de artículos en revistas de filología y poesía, su nombre es garantía de buen hacer, por eso le duele y le desgarra la baja literatura. Tanto como la poca exigencia editorial.

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