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Viernes, 15 de diciembre 2017, 04:24
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A veces, como a todos, al actor Juan Diego le sucede que se agobia. Con el alboroto de la realidad y sus ruidos perversos. Llegado ese momento, procura decirse: «Frena. Punto. Stop». Es el momento de refugiarse en la lectura, en los poetas, en los clásicos, en los buenos autores de hoy, en el lenguaje y en los mundos a los que te llevan los libros. Sí, hay lugares en los que se siente uno a salvo: las librerías. En algunas de ellas, cálidas y familiares, Juan Diego entra, busca un buen libro y se pone a leer. «A veces», me cuenta, «se me pasa el tiempo volando, y en algunas ocasiones comienzo a leer en voz alta. Y aparece una música distinta, la palabra revelada, la belleza, la nobleza, el amor, la aventura, la unión, y una palabra que me encanta: resistir, ¡resistir!».
Juan Diego, si estuviese hoy en Murcia, acudiría sin duda a la recién abierta librería Casa del Libro -Jaime I el Conquistador, 9-, con sus 40.000 libros físicos esperando lectores, y su programación cultural, que incluirá presentaciones, recitales, talleres, firmas de libros y la puesta en marcha de un club de lectura, abriéndose paso. Hoy es un día grande para esta recién estrenada librería y su futuro de emociones, viajes, divertimento y aprendizaje: la visita Arturo Pérez-Reverte, a las 19.00 horas, para firmarle libros a sus -¡uuff, legiones!- lectores. Fieles, exigentes, activos lectores.
El periodista y escritor cartagenero tiene nueva novela, ya saben: 'Eva' (Alfaguara), la segunda entrega de las aventuras de ese canalla llamado Falcó, cuya creación le ha proporcionado a su autor otro éxito de sobrecogedor impacto. Vaya, como si no tuviera bastante con ser el 'padre' de Alatriste, otro que robó el corazón a millones de lectores. Ay, este Pérez-Reverte, este escritor bendecido por los dioses -en los que no cree-, este hombre honrado que las ha pasado putas en sus viajes alrededor del mundo y de sí mismo, llevando al límite su imaginación y su coraje, muerto de miedo a veces e inmensamente feliz otras, viéndoselas cuerpo a cuerpo con Lestrigones y Cíclopes y el airado Poseidón, y tocando con sus manos sangre y fango, ámbar, ébano, coral y madreperla; ¡ah!, y cadáveres de todas las edades y guerras y calaveras inocentes y bastardas.
Miseria a la hora de comer, de respirar y de irse a dormir. Y un gozo infinito en las entrañas, ese gozo que hizo exclamar a Shakespeare «Esta es la más espléndida y hermosa y encantadora contemplación», otras tantas veces.
A Pérez-Reverte, Kavafis lo tendría por su alumno más aplicado y valiente, porque apenas se tenía en pie emprendió un viaje a Itaca del que nunca ha regresado, llenando el mar y el mundo de jirones de inocencia y del sabor picante de su chulería a cuestas y de un envidiable arrojo. «No se me escapa ni una migaja de la vida», dice tras llevar mucho tiempo convirtiendo en oro todo lo que toca, perdido con sus experiencias a cuestas entre el viento, el mar y las almas ahora sí que totalmente libres de los que ya no están.
Hoy, en la Casa del Libro de Murcia, allí estarán: él, Falcó, Eva... ¿Saben todos de qué va su nueva historia, que se lee con la naturalidad y el placer con el que se bebe el agua fresca? Estamos en marzo de 1937, y mientras la Guerra Civil sigue su trágico curso, una nueva misión lleva a Lorenzo Falcó hasta Tánger. Y, ¡eso es!, aparecerá en su camino Eva, más loba brava que serpiente a secas. Inolvidable.
Tiene el escritor algo que resulta envidiable: su deseo de conocer no ha desfallecido. Si, por ejemplo, lee a Virgilio contar que «la aurora del océano surgiendo estaba», él no quiere perdérselo. Y puede que se embarque de inmediato, ¡ya!
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