Luis Leante: «Yo no termino de entender el mundo; al escribir parece que ordenas el caos»
El próximo lunes presenta en El Corte Inglés de Murcia su última novela, «la más compleja de escribir», 'Interpretación de la mentira'
Alberto Alcázar
Sábado, 21 de junio 2025, 07:42
El escritor Luis Leante (Caravaca de la Cruz, 1963) presenta su última ficción, 'Interpretación de la mentira' (M.A.R. Editor), el lunes 23 de ... junio, a las 19.00 horas, en el Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Murcia junto a José Antonio Molina, decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia y nuevo Académico Correspondiente de la Academia Alfonso X El Sabio. El ganador del Premio Alfaguara de novela en 2007 y tres veces premiado con el Edebé de Literatura Juvenil (2016, 2020 y 2023) aparcó en 2009 la enseñanza secundaria por la literatura a tiempo completo.
La nueva novela es su obra más ambiciosa. «Me ha lleva cinco años terminarla, casi tres de preparación y los otros dos escribiéndola», cuenta al teléfono, a la vez se reconoce como un autor que «reescribe mucho». Una sola voz recurre en esta historia a los recuerdos para reconstruir los hechos que han marcado su vida, aunque poco a poco se irán abriendo las grietas en los cimientos de su memoria.
–Su novela surge del espacio ambiguo entre la memoria del narrador y los hechos que ocurrieron realmente.
–El libro es un juego metaliterario, porque trata sobre el proceso de la escritura. Pero es un juego muy serio. Es la recreación de la memoria del narrador que está contando una historia desde su punto de vista y donde, al mismo, tiempo hay una tensión entre los dos protagonistas, el narrador y Celso D'Atri, que es como una especie de 'alter ego'. Además, hay una historia subterránea que no se conoce y se descubre cuando el lector llega al final. Se puede percibir que hay cosas raras, incluso que no encajan o comportamientos del narrador que no se entienden. La idea es que cuando el lector llegue al último capítulo, que se titula igual, 'Interpretación de la mentira', haga una reconstrucción de lo que ha leído antes. Como un espejo donde uno está mirándose y lo que ve es a otro, porque en realidad es otro el que hay enfrente.
–Celso D'Atri es un joven que quiere dedicarse a la escritura y se cruza con el narrador, que también escribe, pero muestra menos ambición. ¿Cómo se van descubriendo los protagonistas?
–Ambos son dos satélites autónomos, que tienen el mismo sueño, ser escritor. La postura, el comportamiento, lo que hace cada uno condiciona a los personajes que hay alrededor a que actúen, se relacionen con ellos de diferente manera. A cada uno lo tratan de manera diferente, tienen sus mundos individuales, autónomos, pero que chocan y a veces encajan entre ellos.
–En un momento de la trama, Celso aconseja al narrador que solo debe escribir sobre la realidad que conoce. ¿Está de acuerdo?
–No, totalmente en desacuerdo. El escritor debe partir de la realidad que conoce casi siempre para escribir historias. Lo que yo decido escribir no son inspiraciones o sueños que tengo. Parto de lo que tengo en mi entorno, no necesariamente de lo que he vivido, pero sí de lo que veo, de lo que me cuentan. No me gusta la autoficción porque necesito partir de la realidad, pero para romperla, para transformarla, para jugar con ella. A mí lo que me gusta es la ficción, pero no tengo una imaginación desbordante para crear historias grandes. Un relato, como mucho, sí me lo puedo inventar, pero una novela me cuesta mucho.
–¿Cree que esta es su obra menos ortodoxa, más ambiciosa?
–Sí, para mí era un riesgo, sobre todo el riesgo de que le llegue al lector, que la entienda y que me perdone. Pero mi riesgo era terminarla, porque yo creo que no es una novela compleja de leer, pero sí compleja de escribir. Por eso he tenido que reescribirla tantas veces, porque no encontraba el tono necesario para esta y no se parece a nada de lo que he hecho antes. Lo tendría que decir alguien desde afuera, con otra perspectiva. Para mí ha sido como jugársela a cara o cruz. Creo que ha salido la cara, que es la del ganador, así que la novela no tiene término medio.
Sorpresas
–El mundo literario está muy presente en la historia. Lo retrata como un mundo competitivo, hostil y exigente.
–Es la experiencia que yo tengo. Entré en ese mundo con 44 años cuando gané el premio Alfaguara. Hasta entonces había publicado seis novelas, pero era un escritor amateur. El mundo de los escritores me dio sorpresas muy buenas y algunas negativas. Nunca había hablado de esto en mis libros, y cuando me acercaba a los 61 años, quería quitarme todos los complejos, porque durante mucho tiempo me daba la sensación de que el problema no era de los demás escritores, sino mío. Eso es de lo que trata la novela, uno no es como es, sino como los demás lo ven. Además, escribiendo literatura juvenil y de adultos, me he dado cuenta de que son dos planetas diferentes. La mayor parte de los escritores de juvenil son profesionales y hay una unidad entre ellos que no he visto nunca en ninguna profesión. El mundo de la literatura es complejo. Yo creo que el 90% de los escritores de literatura de adultos, si tuvieran que publicar sin su nombre en la portada, seguramente no publicarían.
–¿Qué le mueve a contar historias que no han sucedido?
–Hay algo en el ser humano que tiende a valorar la creación, la invención; yo, al menos, tengo esa tendencia. Para mí, inventar cosas es una manera de ordenar el pensamiento, te sientes como una especie de pequeño dios que crea un universo, una historia a los personajes, colocas las cosas que tú no habrías hecho o no has podido hacer en la vida real. Yo no termino de entender el mundo y todo lo que pasa, no soy capaz de justificar lo que está pasando. Sin embargo, al escribirlo parece como que hay una organización del caos.
–¿Qué le ha dado su juventud para escribir?
–No tengo añoranza de la juventud porque no siento que la haya perdido. Acordarme de aquellos años no es como pensar en otra vida. De hecho, escribo literatura juvenil porque, aunque las historias se desarrollan en la actualidad, casi todo lo que cuento son vivencias de mi adolescencia que tengo tan presentes como si estuviera explotando mi memoria. No encuentro una ruptura en mi forma de pensar.
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