Tenía un plan
Juan José Lara
Sábado, 21 de junio 2025, 07:49
Hace un tiempo, Gema Escobar me entrevistó para este periódico. Pide un deseo, me dijo. La respuesta me salió sin pensar: que mis padres sean ... eternos. Como uno sabe desde siempre que el deseo es tristemente irrealizable, tenía un plan. Me preparé. Leí todo lo escrito en la Antigüedad sobre el tema, desde Platón hasta los estoicos. Sobre todo los estoicos, que también se preparaban. Qué bien me aprendí todo aquello de que no debe afligirnos lo que no está en nuestra mano. De la aceptación de la finitud. De que la muerte es parte natural de la vida. Leí los ensayos actuales de médicos, de pacientes, de filósofos. Leí también las grandes novelas sobre la cuestión: Tolstói, Camus, Faulkner. Leí todos los libros autobiográficos que encontré sobre la pérdida de los padres (la mayoría, por alguna razón, suelen ser del padre): Paul Auster, Philip Roth, Manuel Vilas, Marcos Giralt, Chimananda Ngozi. Lo leí todo con sumo aprovechamiento. O eso quería creer.
Decía Platón que filosofar es prepararse para la muerte. En mi plan sería una preparación para la muerte de quienes no quieres que mueran nunca. Así que después de leerlo todo y de someterlo a continua y filosófica reflexión, me di por preparado.
Dijo Mike Tyson que todos tenemos un plan hasta que nos dan un puñetazo en la cara
Dijo Mike Tyson que todos tenemos un plan hasta que nos dan un puñetazo en la cara. Y lo que vale para el boxeo vale para la vida. Sobre todo vale para la vida. En la madrugada del 9 de abril, maldita sea por siempre la fecha, la vida asestó su puñetazo, no por previsto menos hiriente. Que veas venir la zarpa no hace menos doloroso el zarpazo. No te gustaba viajar, papi –siempre serás el papi–, te gustaba tu esquina en el sofá, pero ese día saliste de viaje: el viaje irreversible. Y el sofá ha quedado yermo, como nuestros corazones.
Invoqué todas mis lecturas y todas mis reflexiones. Había llegado el penoso momento de que toda esa sabiduría diera sus frutos. Pero Mike Tyson, descubrí, tenía razón. El plan hacía agua. Tras tantas lecturas y tanta profunda reflexión, solo podía decir aquello de Woody Allen cuando le preguntaron sobre la muerte: «Estoy completamente en contra». Los grandes sabios me habían enseñado mucho sobre la muerte, sí, pero nunca me habían hablado de la tuya. Menuda estafa.
Lo que queda es el dolor más furioso, la tristeza más infernal, el vacío más trágico. Y no tengo ningún plan.
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