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Nerea Adly García
Murcia
Viernes, 18 de octubre 2024, 00:41
«En esta antología figuran muestras de los poemarios que Jaime García-Máiquez ha publicado hasta la fecha. Todo un viaje iniciático por etapas hacia ... sus 'adentros' (en palabras de Santa Teresa), hacia el centro de su mundo. Los grandes temas no desaparecen, sino que se 'intimizan'». Así define el poeta y filólogo Luis Alberto de Cuenca la obra del murciano Jaime García-Máiquez (1973) 'La humana cosa' (Editorial Renacimiento), que presenta en el Museo Ramón Gaya, hoy, a las 19.00 horas, acompañado por el director del museo, Rafael Fuster. Jaime García-Máiquez es diplomado en Geografía e Historia por la Universidad de Navarra, y licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Granada, y desde 1997 trabaja en el Departamento Técnico del Área de Restauración del Museo del Prado [donde también lo hace la murciana Noelia Ibáñez, jefa de Atención al Visitante, y donde otra murciana, Noelia García Pérez, es comisaria de 'El Prado en femenino'], investigando el proceso creativo de los pintores.
–¿A qué se dedica en el Museo del Prado? ¿Cómo es su día a día?
–Mi trabajo es hacer reflectografías infrarrojas a las pinturas... Entre otras cosas, otros líos en los que me meto, ¡o me meten! Me gusta el dibujo en el arte, me parece esencial. De ahí que estudiar, a través de cámaras especiales, los dibujos que hicieron los artistas antes de empezar a pintar me parece increíble. A veces, me gustan más los dibujos ocultos bajo la pintura que la misma pintura que podemos ver a simple vista.
–¿Cómo influye tener una sensibilidad poética y trabajar en El Prado, rodeado de tanta belleza e historia?
–Todo y nada. O mejor dicho: nada y todo. Trabajo en un lugar técnico, donde hay poco margen para la sensibilidad, pero ser sensible al arte, a la técnica, a los procesos creativos, lo cambia a su vez todo. Mirar el mundo con una mirada sensible lo enriquece, lo hace más profundo, habitable y hermoso.
–Nació en Murcia, pero es del Puerto de Santa María, ¿no?
–Sí, es verdad, parece confuso. Tengo doble regionalidad, y las dos muy a gala. Nací en Murcia, porque mis abuelos eran de allí y mi madre quiso volver a la tierra de su infancia a tenernos a todos los hermanos, pero al poco tiempo volvimos al Puerto. Volvíamos a Murcia en Navidades, Semanas Santas...
–¿Por qué ha querido regresar a Murcia a presentar su antología de Poesía?
–Porque Murcia es parte de mi infancia, y, por tanto, de mi corazón. Al estar lejos, recuerdo esta ciudad o la mitifico con más intensidad si cabe. Este libro lo he presentado en el Puerto de Santa María este verano, lo haré la semana que viene en Madrid, en el Museo del Prado, que es donde trabajo... Pero entre estos dos lugares, que son mi vida, tenía que estar Murcia. Y estoy encantado y orgulloso de presentar el libro esta tarde, a las 19.00 horas, en el Museo Ramón Gaya.
–¿Guarda un recuerdo especial del pintor y escritor Ramón Gaya [Premio Velázquez 2002]?
–Sí, Ramón Gaya es un caso fantástico de artista que no se puede entender plenamente si solo tuviéramos al pintor o solo al escritor. En él la unión es total, y necesaria. Es un ejemplo magnífico, y me atrevería a decir que milagroso. Me encanta estar en su Museo, tan necesario para Murcia y para España. Me siento muy cómodo aquí, pues me identifico muy íntimamente con él. Tuve la suerte de estar presente cuando le concedieron el primer Premio Velázquez; él era un maestro despidiéndose de la vida, y yo un becario recién aterrizado en el Museo.
–¿Para qué sirve la poesía?
–La poesía sirve para llenarnos de emoción la vida, lo que vemos, lo que recordamos. Se la llena al poeta, pero también al lector. Ahí está el secreto de ese vínculo. El poeta es poema, pero es el lector el único que puede transformar el poema en poesía. Bécquer tenía razón: 'Poesía eres tú. La poesía pertenece a quien la lee'...
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