Es un largo camino de regreso a casa

ALGO SUPUESTAMENTE ENTRETENIDO ·

Viernes, 10 de septiembre 2021, 01:59

Regresar del verano como el que regresa al mercado tras una larga estancia amorosa: campeón de España de traspiés, sin acertar en ninguna de las ... decisiones que toma y con la mente en otra parte. Regresar como uno se fue es imposible. «Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño», decía Mercedes Sosa en una de esas canciones que dejan huella en el corazón.

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Si todo lo que dejas escapar lleva la marca de tus garras, debe haber restos de batallas por todos lados. Pensé en esto hace un par de semanas, dando un paseo por el Puerto de Mazarrón. Aborrezco que la voracidad urbanística haya convertido un paraíso en una ciudad-compartimento para veranear. En algunas calles pueden vivir 300 familias, no hay espacio para la intimidad. Es posible que mientras el del número 15 cocina unas sardinas a la plancha, el del 17 grite a sus hijos que no entren a casa con los pies llenos de arena. Y es posible que lo hagan a una distancia de metro y medio, que está bien para no coger el virus, pero no para descansar de un año lleno de altibajos.

También comprobé que las casas que llevan años abandonadas siguen teniendo vida propia en su interior. Las ventanas de madera suelen estar ajadas, carcomidas; la pintura del gotelé alrededor de la puerta se ha ido amarilleando; pero la vegetación sigue su curso, no pide permiso; y un galán de noche que ya no perfuma y se ha convertido en broza apenas deja espacio para ver la puerta de entrada.

* Esta columna ha sido escrita mientras sonaba 'Runaway horses', de The Killers; y 'Exoplaneta', de Arde Bogotá.

Pienso en las familias que vivieron allí, en los momentos felices que tuvieron que pasar tras volver de la playa, exhaustos, pero llenos de vida. Siento que las plantas, de alguna forma, siguen creciendo hacia dentro para poner una capa de protección a la vivienda. Sí, ha sido abandonada; sí, se han dejado algunos momentos felices dentro; pero no pienso dejar que lo veáis. No pienso dejar que juzguéis qué ha podido pasar para llegar a este punto en el que las hojas marrones cubren todo el suelo del porche.

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Me gusta la sensación que dejan unos días en la playa en mi persona. Me relajo, cojo fuerzas, cargo pilas y me reencuentro con un David diferente, mucho más unido a las cosas que de verdad tienen importancia. Atesorar momentos felices es la mejor manera de no caer en la desidia y, como esa vegetación, que sigue viva cuando todo ha muerto, poner todos los ejércitos que sean necesarios para no salir herido de la contienda.

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