Borrar
El filósofo Javier López Alós, autor del ensayo 'Crítica de la razón precaria'.
Javier López Alós: «Nos jugamos la convivencia»

Javier López Alós: «Nos jugamos la convivencia»

El filósofo presenta hoy en La Montaña Mágica de Cartagena su premiado ensayo 'Crítica de la razón precaria'

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 27 de abril 2019, 02:21

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

«Lo que está en juego ahora mismo es la convivencia», dice el filósofo Javier López Alós (Alicante, 1976), ganador del V Premio Catarata de Ensayo, convocado por Los Libros de la Catarata, con su obra 'Crítica de la razón precaria. La vida intelectual ante la obligación de lo extraordinario'. De este libro, de precariedad, libertad, miedo, dependencias y futuro, hablará hoy en Cartagena, a las 12.30 horas, en la librería La Montaña Mágica.

Tome nota

  • Quién Javier López Alós.

  • Dónde Librería La Montaña Mágica, en Cartagena.

  • Cuándo Hoy, a las 12.30 horas.

-¿No tiene usted WhatsApp?

-No. Tengo un teléfono de estos antiguos, sin internet. La idea de estar todo el día conectado no me gusta, creo que esclaviza un poquito y prefiero estar más tranquilo.

«Lo más evidente que observamos es que lo que prima son las pasiones profundamente negativas»

-¿Y ayuda a que pueda estarlo el panorama político, justo a punto de celebrarse las elecciones generales en nuestro país?

-¡Ojalá, pero en absoluto! Lo más evidente que observamos es que lo que prima son las pasiones profundamente negativas. Por una parte, tenemos a la derecha y la extrema derecha, un grupo, sector o polo político que, si nos fijamos en la estructura de sus mensajes, vemos que fundamentalmente son de ajustes de cuentas. Es decir: «Vamos a terminar con», «hay que acabar con», «ya está bien de». Mensajes a los que se añaden otros que apuntan a un recorte de derechos y a una apuesta por lo identitario, lo identitario excluyente, que implica que todo el que no se sienta identificado con ellos y con sus mensajes, automáticamente se convierte en un enemigo. Un mensaje bastante destructivo este de obligarte, de un modo, además, apasionado, a que aceptes y sientas una determinada identidad porque, de lo contrario, inmediatamente te conviertes en una especie de traidor. Por otra parte, en el otro polo político, formado por todos los que no nos sentimos identificados con el retrato de la derecha y la extrema derecha, el sentimiento que prevalece es de preocupación y de miedo. Preocupación y miedo que no deben evitar que intentemos cambiar las cosas, las condiciones que dan lugar a la emergencia de estas pasiones tan destructivas. Veo el panorama con mucha preocupación porque lo que nos jugamos ahora mismo es la convivencia, que se ve muy amenazada cuando caemos en esta dialéctica de amigo-enemigo. Catalogar a un montón de gente como enemigos públicos es verdaderamente peligroso. En este segundo polo político del que le hablo no estarían solo PSOE y Podemos, también podríamos hablar de los nacionalistas conservadores, los nacionalistas progresistas y de los movimientos ecologistas.

-Este espectáculo político tan simplista, tan ramplón, al que estamos asistiendo, ¿es un reflejo real de la sociedad que lo tolera y consume?

-Creo que nos merecemos algo mejor, que la mayor parte de la gente, incluso la mala gente, se merece algo mejor que esto que tenemos. También es cierto que una cosa es el nivel político que se ve, y otra el que realmente existe. Es cierto que hay una espectacularización de la política, pero no solo los políticos son responsables de ello. En ese sentido, los medios de comunicación de masas, que están regidos por la necesidad de captar audiencias y de dramatizar absolutamente la realidad, porque narrar el Apocalipsis da mucha audiencia, engancha al espectador, también contribuyen a esta gran pérdida de calidad del debate político.

«Sin libertad, el único compromiso esperable es con la propia supervivencia»

-¿Qué ideología cree que domina hoy España?

-Creo que se ha impuesto la ideología neoliberal y que, de alguna manera, lo ha logrado de forma sumamente eficaz, consiguiendo que la mayoría de las personas tengamos asumidos ciertos principios de una manera absolutamente acrítica, principios incorporados a nuestras vidas y formas de ver el mundo. Ideas como que «la vida consiste en luchar» o que «al final cada uno obtiene aquello que se merece»...; ese elogio permanente de la competitividad, cuando la vida no solo es lucha, sino que también es cooperación, solidaridad, cuidado, amor, amistad... También se ha impuesto la idea de la meritocracia, que implica dar por sentado que todos estamos compitiendo en un terreno completamente neutral, en una especie de vacío donde no existen condicionantes sociales, económicos, históricos... algo que es falso. Esa idea de que tú puedes conseguir aquello que quieras, y de que si no lo logras es porque no quieres o porque no te has esforzado lo suficiente, finalmente acaba consiguiendo que acabemos sintiéndonos culpables de nuestra propia situación. Tenemos interiorizada esa idea culturalmente dominante, y profundamente tramposa, que ignora que no todos competimos, ni nos movemos en el ámbito social, con las mismas armas y el mismo equipaje; de manera que acumular méritos es mucho más sencillo para una gente que para otra. Como le decía, muchas veces acabamos sientiéndonos mal con nosotros mismos, y de paso también con el otro, porque es con el otro con el que tenemos que competir, en vez de cooperar, y es al otro al que hay que mirar con recelo porque no te puedes fiar ni contar con él, ya que solo puedes contar contigo mismo.

-Sostiene usted que el precario es alguien con un grado tan alto de dependencia que no puede ser libre y ni siquiera puede decir 'no'. La precariedad no es cosa de unos pocos, al contrario: afecta a un gran sector, creciente, de la población. ¿La gran mayoría no puede ser libre hoy?

-Exacto, y eso tiene que ver con el gran malestar que caracteriza nuestro presente. Alrededor tenemos un poderoso discurso, del que también participa la publicidad, que te dice constantemente, además de ese «tú puedes hacer todo lo que quieras» ya citado, que, por ejemplo, «no dejes nunca de soñar», como propone incluso [Diego Pablo] Simeone; se nos hace creer que no tenemos límites, cuando lo cierto es que lo que tenemos, eso sí, es toda la libertad para ambicionar; pero que ambiciones mucho no implica para nada que puedas cumplir tus sueños. La única libertad que tienes es la de seguir deseando, que tampoco es libertad porque estás forzado a ello; desear es como una obligación, «no pares, sigues». Y esa contradicción entre tu número de deseos y de sueños, y las reducidas posibilidades reales en tu vida cotidiana de verlos satisfechos, desestabiliza al más pintado. Además, parece que la libertad es solo una cuestión de poder decidir qué consumes. El consumo se plantea como un valor en sí mismo, cuando es evidente que no todos tenemos acceso a él de igual modo. Por otro lado, todos estamos teóricamente a favor de la libertad de pensamiento, pero hay que crear las condiciones materiales para ello y disminuir la amenaza y el miedo. Sin libertad, el único compromiso esperable es con la propia supervivencia... y eso es la antesala de la barbarie.

Romper la lógica

-La precariedad lleva a la rabia...

-... a la rabia y al resentimiento; para mí es muy importante plantear cómo podemos pensar la precariedad de manera que no nos quedemos, precisamente, en la rabia, el resentimiento y las pasiones tristes. Debemos pensar otro tipo de relaciones entre nosotros para romper la lógica que produce precariedad. Hay que luchar contra ella, pero sin hacer cada uno la guerra por su cuenta. La precariedad afecta a mucha gente y, por lo tanto, deben darse relaciones de cooperación y de compañerismo, no de rivalidad; es la forma más adecuada de afrontarla.

-¿Qué hará después de votar?

-Me iré a pasear por el campo. Alejarse del ruido un rato me parece que puede ser una buena idea.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios