Y aquí en el infierno oigo tu voz
ALGO SUPUESTAMENTE ENTRETENIDO ·
Estoy viendo la serie 'The office' y me está pareciendo una auténtica pasada. Lo sé, llego tarde, muy tarde. Tengo varios amigos que a lo ... largo de los años me han aconsejado verla, siempre usando el mismo argumento: «Es muy tú, te va a encantar». El pasado fin de semana terminé la segunda temporada y le tuve que dar la razón a cada uno de ellos. La serie es justo lo que necesitaba en estos momentos en los que, de vez en cuando, me asalta el miedo y me paraliza todo el cuerpo. Aunque parezca imposible, el miedo se asemeja tanto al amor que, como es normal, asusta.
Como Jim y Pam en la serie. A ambos les recorre por las venas toneladas de este sentimiento porque, como dijo el poeta Amado Nervo, «el miedo no es más que un deseo al revés». Y yo, como cualquier persona que se abre demasiado al mundo, estoy lleno de temores: a no gustar, a no conseguir lo que los demás pensaban que podía llegar a ser, a los cambios... Intento desembarazarme de él, quitármelo como el que se quita una pelusa que, con el viento, se ha depositado en el hombro. Pero en el momento que toca la piel, el miedo se queda a vivir y los portadores le hacemos hueco para que nos acompañe en todas las decisiones.
Por eso me siento tan cercano a los personajes de las series y sufro con ellos. No hace falta que me lo digáis, sé que es ficción y que lo que está pasando en la pantalla no va a repercutir en mi vida de ninguna de las maneras. ¿Pero cómo no sentirse parte de los anhelos, las inseguridades y los temores de aquellas personas que han derrochado todo su talento para crear caracteres tan puros? ¿Cómo no me voy a sentir cerca de Kevin Garvey Jr, de The Leftovers, si yo también emprendí un viaje hace años en el que quise conocerme a mí mismo?
Esta columna ha sido escrita mientras sonaba 'Miedo', de M-Clan, y 'No deberías', de La Habitación Roja
Es imposible que no se me remuevan las tripas al conocer los miedos de Jules en 'Euphoria' mientras intenta ser la muleta emocional de Rue. Las series de televisión, si algo han conseguido en un momento en el que vivimos deprisa, chocándonos y pasando olímpicamente de todo lo que es importante, es que nos veamos reflejados en un espejo que escupe lo que somos y terminamos convirtiendo en secreto.
Lo bueno que tiene el miedo es que no tiene por qué durar para siempre. A veces hay finales bonitos y del beso de Jim y Pam nace una barrera tan fuerte e inquebrantable que ningún temor puede saltar. Porque el dolor es inevitable, y la vida está llena de momentos duros, pero el sufrimiento es opcional.
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