Houellebecq no ha escrito el final del mundo, sino las bases para que este siga subsistiendo. 'Aniquilación', su última novela, publicada en español por Anagrama, ... contiene todos los elementos necesarios para dar por perdida esta sociedad en la que sobrevivimos: la soledad de las multitudes, la política como espectáculo, la deshumanización del individuo, la enfermedad social creada por los nuevos ídolos sustitutivos de la tradición, la felicidad buscada en el falso progreso, la vida humana como un reducto de dolor. Poco se puede hacer para impedir el naufragio. Los personajes del escritor francés viven acorralados por una desazón existencial, que asfixia también al lector al comprobar que aunque satirizada, la realidad descrita no es tan lejana a la que nos rodea.
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Pero Houellebecq toma aire y aporta algo novedoso en esta última novela. No se puede tildar de esperanza lo que experimentan sus personajes, porque este sentimiento augura siempre un halo de luz al final del túnel. Lo que diferencia 'Aniquilación' de otras obras de temática similar, como 'Las partículas elementales' o 'El mapa y el territorio' es el camino recorrido hasta la desolación final. El novelista maldito ha construido, entre tanto bosque de desesperación, una historia de amor al alcance de muy pocos. La del protagonista de la novela es un viaje desde la apatía totalizadora hasta la intimidad de una agonía. Los últimos días de la vida de una persona sirven también para redescubrir la pasión sexual, los besos compartidos con las luces apagadas, el regusto amargo que dejó sonando para siempre Quevedo en su amor constante más allá de la muerte. Los personajes de 'Aniquilación' podrán morir, pero tendrán sentido. Serán polvo enamorado.
Sin embargo, a la novela le cuesta encontrar esta máxima expresión lírica. Antes de llegar a esta cumbre literaria, el lector debe asimilar un denso corredor de historias paralelas donde están presentes la decadencia de la política europea, la muerte como celebración banal encarnada en la eutanasia, la soledad de unas vidas que carecen de sentido, que solamente encuentran en el sexo la fugacidad para escapar de sus destinos. Las últimas 150 páginas rescatan del abismo una buena novela para convertirla en algo más: una obra original, íntima y que hace mella en el lector.
Houellebecq culmina de este modo un camino existencial que comenzó con 'Sumisión', y cuya historia se ha desarrollado de forma ajena a sus intereses. Me refiero al atentado de Charlie Hebdo en 2015, semanario satírico cuya portada de ese día representaba al propio Houellebecq vestido de mago-profeta augurando la islamización de Francia. Philippe Lançon sobrevivió a los ataques pero quedó gravemente herido para siempre. Una bala le arrancó la mandíbula. Su experiencia la cuenta en un libro intenso y desgarrador llamado 'El colgajo', referencia a su cuerpo pero también a su alma. En él cuenta no solamente el atentado, sino el proceso de curación en el hospital de la Pitié- Salpêtrière. En los últimos momentos del libro, Lançon desvela un encuentro que tuvo con Houellebecq, una retrospectiva de los días anteriores al atentado, en los que Houellebecq solamente era un agorero islamófobo, y no el mejor escritor francés vivo.
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'Aniquilación' responde a la cita literaria con Lançon y hace a su protagonista padecer una enfermedad similar que la del periodista de Charlie Hebdo. Su camino recorrido sirve como homenaje a Lançon. Él también es tratado en la Pitié- Salpêtrière, sufre el abismo de una muerte cercana y la soledad de los pasillos. Incluso ocupa sus últimos días en leer 'El colgajo', como antídoto contra la desesperación, como salvoconducto hacia una salvación ficticia. Houellebecq mezcla literatura y realidad y demuestra que ambas fuerzas vitales no se encuentran tan distantes. Ambas son pasajes para el trayecto que compone cada vida. En 'Aniquilación' no se esconde la piedra filosofal para hallar la felicidad. Pero consuela saber que hasta el más áspero de los escritores sabe que se puede contar con el amor, aunque sea para el último instante.
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