Gonzalo Sicre, la plasticidad fugaz del instante y la ausencia
Amigo de las distancias cortas, el pintor afincado en Cartagena ultima el cartel del centenario del trono del Prendimiento de la Cofradía California mientras perfila para 2026 una nueva exposición en la Sala Verónicas
No suele echar la vista atrás ni para regodearse en los logros ni para obsesionarse con los errores. Recuerda, eso sí, aquellas exposiciones y visitas de niñez al Museo del Prado. El arte fue un ancla fija en sus primeros años de vida, marcados por una sucesión de instantes desde que el artista plástico Gonzalo Sicre nació en Cádiz, en 1964, hasta que acabó en su ya hogar, Cartagena, a la edad de hacer la primera comunión. Entre medias vivió en Madrid y Barcelona, siguiendo los destinos laborales de su padre, ingeniero. Cuenta Sicre que no tuvo que tomar decisión alguna para dedicarse a pintar. Lo hizo sin darse cuenta. Ávido defensor de la libertad creativa, incómodo ante la comodidad que se instala con la edad, huye de las inauguraciones y los grandes eventos. De gimnasio diario, señala como punto de inflexión en sus más de treinta y cinco años de trayectoria la muestra 'Continental', expuesta en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 2001. Tras una decena de premios y las becas de artes plásticas Marcelino Botín y Endesa, sus obras están enmarcadas en la llamada figuración neometafísica de la que su amigo Charris es también referente. Balanceado desde una abstracción inicial hacia un mayor realismo, no descarta desandar el camino, saturado –confiesa– de tanta realidad y figuración. Se sacude de encima el apelativo de 'Hopper español', que se le adjudica en alusión al pintor norteamericano, reclamando un lenguaje propio y una forma solo suya de entender la imagen y el momento; lenguaje y forma que podrán verse de nuevo en la Sala Verónicas, en Murcia, en 2026. Con esta muestra seguirá mirando, como siempre, hacia delante.
Lunes
8.00 horas. Desayuno y me pongo a pintar. Antes de entrar al estudio doy veinte mil vueltas, pero una vez que entro me cuesta salir. Es indispensable estar a diario encerrado; si no, no sale nada. Ahora mismo estoy con un encargo de la Cofradía California, el cartel para el centenario del trono del Prendimiento y un escapulario. Me gustan los encargos porque me obligan a hacer algo que posiblemente no haría, siempre que me den libertad. Como cuando hice [en 2022] el cartel del Cartagena Jazz Festival, inspirado en una foto antigua de un concierto de Miles Davis. Dejé el micro solo, con la iluminación del momento en el que está a punto de ocurrir algo maravilloso. Uno tiene que enfocar las cosas según cómo entiende la imagen. Sea Semana Santa o jazz.
Martes
13.00 horas. De lunes a viernes voy al gimnasio una hora y media, hasta que vuelvo a casa y comemos. Es como pintar: si no dedicas horas, no cumples objetivos. Llevo un año y pico en serio, para llegar a la vejez con un mínimo decente de movilidad. He tenido un par de lumbalgias y el fisio me recomendó que fortaleciera la espalda.
Miércoles
17.00 horas. Quiero hacer lo que necesito hacer y de la forma en la que lo quiero hacer. El éxito o no éxito, el reconocimiento que tenga o no, eso será otro tema... Aunque me digan «muy bien», yo voy a seguir teniendo mis dudas, y, si me dicen «muy mal», voy a seguir en mis trece si necesito ir por ahí. No doy consejos, que para mí no tengo, a los jóvenes que empiezan en este mundo. Ellos son más libres, más valientes, y se aprende mucho de ellos. Con la edad nos acomodamos, lo que afecta a la creatividad. Uno trata de buscar su lenguaje propio. Cuando tengo algo que se reconoce parecido a no sé quién lo descarto inmediatamente. Es normal que te ubiquen en un estilo, como ocurre con la pintura neometafísica. Intento dejar todo abierto a que se interprete de cualquier forma, me gustan las cosas que no son muy evidentes, ese justo instante en el que ha sucedido algo o va a suceder, una fina línea en la que es difícil quedarse. He utilizado muy poca figura humana en mis obras. Es una anécdota, casi. Estoy un poco saturado de la figuración y todo lo que tenga que ver con la realidad.
Jueves
21.00 horas. Cuando termino por las tardes en el estudio, suelo ver alguna serie en plataformas. Una de las más recientes ha sido 'Érase una vez en el Oeste', que está muy bien contada y es muy potente. Mi favorita es 'The Virtues'. Son solo cuatro capítulos y la música es de PJ Harvey. No uso casi redes, me he saturado. Tengo Instagram, pero he dejado de colgar cosas desde la exposición que hice el verano pasado para La Mar de Músicas. Sigo sobre todo a artistas, y como todos nos pasamos la vida haciendo el mismo cuadro... me canso.
Viernes
22.00 horas. No me gustan las inauguraciones ni rodearme de mucha gente, pero no soy antisocial. Hay personas que se desenvuelven muy bien en esos ámbitos, que tienen mucha labia, pero no es mi caso. Si tuviera que ser mi propio promotor, me iría muy mal. Además, no me gusta. Soy de pocos amigos, gente como el fotógrafo José María Rodríguez; Charris, el pintor; o el arquitecto Martín Lejarraga.
Sábado
10.00 horas. Pinto con música, a veces ópera, otras flamenco, otras Nick Cave. Le vi en Madrid y fue maravilloso, una experiencia total fuera de la música. A la hora de pintar, cuando se habla de influencias, las hay de todos los tipos. Me dicen lo de Hopper porque le hicimos un homenaje Charris y yo, pero no me veo como él ni como nadie. Influencias tengo de miles de pintores, pero eso no quiere decir que me identifique con ninguno. También tengo influencias del cine de David Lynch o de fotógrafos como Masahisa Fukase, Jeff Wall, Vivian Maier, Philip-Lorca Dicorcia, Lúa Ribeira, Dayanita Singh, Bill Brandt, Robert Frank y muchos más.
Domingo
9.30 horas. Si no estoy con un plazo apretado de entrega, algunos fines de semana voy a dar un paseo por Calblanque o Sierra Espuña. También me dedico a darle una vuelta a las plantitas y a hacer macetas en la terraza. Y me gusta viajar. Gracias a una beca viví nueve meses en Nueva York, ciudad maravillosa. He estado en París, Holanda, Bélgica, Marruecos, India... Cada lugar te marca. La vida se pasa volando y hay que aprovechar.
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