El Juli y Ventura lo bordan en el regreso de los toros a Madrid

Abrió plaza el rejoneador luso-sevillano Diego Ventura, quien dio una lección de toreo a caballo desde el primer rejón colocado al astado de la ganadería de Capea. Toreó con temple y armonía. En banderillas se mostró espectacular en los quiebros, primero con 'Fabuloso' y después con 'Lío'. Montó sin cabezada a 'Bronce', con capacidad de gran figura, y acertó al primer rejón, paseando las dos primeras orejas del festejo.

A pie, el primero en actuar fue Enrique Ponce. Vio cómo se devolvieron dos toros de Juan Pedro a los corrales por falta de fuerzas. El segundo sobrero llevó el hierro de Capea y también blandeó. Fue labor de cuidador la del torero valenciano, que dejó algún detalle suelto y dignos naturales dentro de una faena a media altura, muy justa de emoción y mal rematada con el estoque.

Julián López 'El Juli' toreó fenomenal a la verónica a un bravo ejemplar de Garcigrande con el que el madrileño brilló en una gran faena de muleta. Le dio distancias, le pudo por abajo en tandas largas y ligadas, arrastrando media pañosa por el albero, y hubo series en las que ni siquiera enmendó los botos, toreando a placer. En el esportón se llevó dos orejas de ley y el respeto de la afición de Madrid.

Le siguió José María Manzanares, frente a un toro de Victoriano del Río, con casta, que sacó genio y exigió el esfuerzo del alicantino, que aceptó el compromiso y dio la cara, firmando una tanda diestra en la que llevó muy tapado al astado, de mucho mérito. Mató con la eficacia que en este diestro es habitual y paseó un sudado y merecido trofeo.

Miguel Ángel Perera lució en un quite por chicuelinas frente al toro de Fuente Ymbro que le correspondió, de gran nobleza en la muleta. Fue la faena del extremeño, de temple y mando, iniciada con fuegos artificiales en forma de pase cambiado de rodillas en el centro del anillo, que caló profundo en los tendidos. La certera estocada dio paso a la concesión de una oreja.

El lorquino Paco Ureña tuvo enfrente a un ejemplar del hierro de Vegahermosa de poca clase. Con la capa Ureña solo pudo estirarse en una verónica y media. Todo quedaba fiado a una faena de muleta que Paco brindó desde los medios, con recuerdo a los que ya no están. Y la faena tuvo reposo, buena colocación y muletazos de buen trazo, pero el toro no permitió que el trasteo tuviera la continuidad y la conexión necesaria para prender la llama de la emoción. Con la espada pinchó dos veces antes de la estocada final y la vuelta a la plaza que lo catapultó en 2019, antes de la pandemia, le espera, como quedó patente en los aplausos de ánimo finales.

Cerró el festival el novillero Guillermo García, de la Escuela Taurina Yiyo. Llegó a los tendidos con las dos largas cambiadas y el ramillete de verónicas con el que saludó al novillo de El Parralejo, que tuvo buen aire. Brindó a las figuras con las que compartió cartel y su disposición fue total –llegó a ser cogido en dos ocasiones-, mostrando valor y buenas maneras. Su empeño tuvo recompensa en forma de una oreja.

Con la despedida del septeto al pie de la plaza finalizó el festejo en el que los toros regresaron a la Monumental.