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Miguel Ángel Simón (d), con un técnico de Iberlince en El Castañar.
«Ni estorban ni son dañinos, y además hacen que aumente la caza menor»

«Ni estorban ni son dañinos, y además hacen que aumente la caza menor»

Los propietarios de El Castañar, una de las mayores fincas cinegéticas españolas, se implican al máximo en la conservación del felino

M. A. R.

MAZARAMBROZ

Domingo, 3 de diciembre 2017, 08:09

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El lugar elegido por Iberlince para hacer balance no es casual: El Castañar, un latifundio de 5.900 hectáreas en Mazarambroz, al pie de los Montes de Toledo, es un ejemplo de colaboración privada con un proyecto público de conservación ambiental. Sus propietarios, la aristocrática familia Finat, explotan la finca desde hace seis generaciones y la han convertido en un codiciado destino para amantes de la caza de todo el mundo. También crían ganado bravo, ovejas manchegas y cerdos ibéricos, cultivan un viñedo y explotan un extenso olivar. Pero su tesoro más valioso son los doce linces que corren por la propiedad, donde se han soltado dieciséis de los 59 ejemplares reintroducidos en Castilla-La Mancha desde 2014.

«No estorban para nada ni son dañinos. Además, está demostrado que cuando están ellos aumenta la caza menor porque ahuyentan a los zorros y otros depredadores», asegura Rafael Finat, conde de Mayalde y vizconde de Rías. «Los propietarios tenemos una responsabilidad en la conservación que nosotros hemos asumido», insiste este noble con aspecto de hombre de campo que recuerda haber visto «de niño» linces en sus tierras. «Desaparecieron y ahora espero que se queden».

Para conseguirlo, ha permitido que Iberlince construya en su finca un cercado de presuelta que ocupa dos hectáreas y una red de vivares para aumentar las poblaciones de conejos. En diferentes zonas se siembra alimento para las presas del lince, y por su cuenta ha instalado cámaras de fototrampeo.

No se puede recuperar el lince sin contar con los propietarios en un país en el que el 45% del territorio es particular. De hecho, Iberlince ha firmado casi cuatrocientos convenios de colaboración. Un gran apoyo privado por el que no se paga un solo euro. La recompensa, como admite Rafael Finat, «es el privilegio de saber que tienes el lince cerca».

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