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La pintora y escultora cartagenera Dora Catarineu. Enrique Martínez Bueso
Dora Catarineu: «No salgo de mi casa para nada»

Dora Catarineu: «No salgo de mi casa para nada»

El viernes 29, el Muram de Cartagena inaugura la exposición 'Antología. Dora Catarineu', que recoge algunas de las obras icónicas de la celebrada artista

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Domingo, 17 de junio 2018

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Llegas a su casa y José Tomás te da la bienvenida. José Tomás es un chihuahua de gran personalidad. Como su dueña. Su dueña es la pintora y escultora cartagenera Dora Catarineu, quien expuso por vez primera en 1979 en la Real Sociedad de Amigos del País de su ciudad. Ha llovido mucho júbilo y mucho llanto desde entonces. El viernes 29, en el Muram de Cartagena, dependiente de la Consejería de Cultura y Turismo, se inaugura la exposición 'Antología. Dora Catarineu', un viaje por su mundo artístico, que acoge lo mismo un festín que un dolor del alma y que el público podrá disfrutar hasta finales de octubre.

Dice de ella misma que es «arrollaDora», «desparramaDora», «trastornaDora», «fascinaDora», «conversaDora», «abusaDora» y «animaDora». Cierto, como también lo es que es inclasificable y «demoleDora». Autora de exposiciones como 'Made for Japan two', 'En busca del fuego' o 'Bare Nostrum', expuso en 1987 en la Documenta de Kassel (RFA) y su obra se ha visto en ciudades como Amberes, Bonn o Tokio. Dora es Dora. 'Doraypunto'.

Solo ella sabe las horas que ha consumido en la vida limpiando boquerones para hacerlos en vinagre; y solo ella sabe dónde acaba el 'personaje Dora' y empieza Dora al desnudo, un campo de batalla inagotable. Lleva años alimentando sueños, partiéndole la cara a miles de fantasmas y terrores y creando una obra personal y explosiva. Dejó de pintar hace mucho tiempo -su última exposición individual fue 'Revolver', sin acento-, que presentó en febrero de 2008 en la galería murciana La Aurora, que dirige el galerista que la llevó a la Nicaf de Tokio, José Fermín Serrano.

«Me importa un huevo la exposición, pero es un buen motivo para ir a Cartagena. ¿Va a poner lo de me importa un huevo? Pues diga también que estoy muy agradecida»

-¿Por qué no pinta ya?

-Yo qué sé, ¡no empiece ya a tocarme [los cojones]!

-Lleva años sin hacerlo.

-Y sin bajar al estudio, que lo tengo en el sótano. Me caí bajando las escaleras. No me apetece. Ya no pinto nada, en general. En general, ya no pinto nada.

-¿Y no le apetece volver a pintar?

-¡Y dale! Yo soy mucho mejor escritora que pintora; pregúnteme si me apetece escribir.

-¿Escribir sí le apetece?

-Pues tampoco, pero algo tendré que escribir para esta exposición en Cartagena que me están montando. Yo no sé ni los cuadros que van a ir.

-¿Está ilusionada?

-¿Con la vida o con la exposición?

-Con la vida.

-No lo sé, no me acuerdo de nada.

-¿Y con la exposición?

-Me importa un huevo, pero es un buen motivo para ir a Cartagena. Hace mucho que no voy [desde que se divorció vive en una urbanización a las afueras de Murcia]. No salgo de mi casa para nada. ¿Va a poner lo de que me importa un huevo?

-Claro.

-Pues diga también que estoy muy agradecida; yo soy una persona muy agradecida.

-¿Le gusta el título 'Antología. Dora Catarineu'?

-Yo quería que la exposición se titulase '¡Por peteneras!'.

-¿Por qué?

-[Muy seria] No le voy a contestar a eso.

-[Risas] Los comisarios quieren exponer un cuadro suyo que se llama 'Autorretrato' y que...

-...¡no, no, no, les he dicho que no! ¡Yo no soy esa! [En el cuadro aparece una mujer despampanante con los pechos al aire, también despampanantes]

-Pero si fue usted la que lo tituló 'Autorretrato'.

-¿Y qué? Mi padre se enfadó. Dejó de hablarme. Mi padre tenía adoración por mí.

-¿Por qué?

-Siempre supo que yo era muy lista. Listísima. Y que era artista, porque yo nací siendo artista. Me echaron de todos los colegios, pero él sabía que era por lista. La mayor injusticia que se ha hecho en España es que cogieran a Marisol para protagonizar 'Un rayo de sol' y a mí no. ¡Yo bailaba, tocaba el piano, tocaba la guitarra! Todo el mundo me decía: '¿Pero cómo han estado para coger a Marisol y no a ti?'.

-¿Por qué la echaban, además de por lista?

-Una vez, en Carmelitas, entré en la clausura, donde no se podía entrar, y saqué varios objetos de allí, que tampoco se podía. Cosas de cría. Pero lo importante es que a Enrique el Cojo le encantaba como yo bailaba. Y que había exámenes que aprobaba porque los profesores sabían reconocer el talento que tenían delante. Me preguntasen lo que me preguntasen, yo les hablaba de 'La rendición de Breda' [el cuadro de Velázquez] y se quedaban acojonados. En los exámenes de Matemáticas no podía hacerlo, hablar de 'La rendición de Breda', porque no terminaba de encontrar la posible relación.

-Usted pintó el cartel del festival La Mar de Músicas 2005, año en el que Turquía fue el país invitado.

-Me lo pasé genial en Turquía, y el más rico de todos los ricos de allí se enamoró de mí. Se puso muy pesado, muy amable pero muy pesado. Tenía un montón de barcos y un montón de todo. ¡Y tenía 30 años! Yo podía ser su madre, pero él no lo veía así. Vino a España a encontrarse conmigo varias veces.

-¿Y usted qué le decía?

-Yo quería presentarle a mi hija Marta, la que vive en Madrid. Era un buen muchacho. Pero él estaba loco por mí. La última vez que nos vimos me presentó a su mujer. Muy joven también. Me dio un abrazo enorme y me dijo que estaba deseando conocerme.

-¿Y nunca se le pasó por la cabeza caer en la tentación?

-Yo no me acuesto con nadie, ya se lo he dicho.

-No me ha dicho nada.

-Pues se lo digo ahora. Que aguante la que quiera a un hombre roncando en su cama.

-Pero ¿por qué sabía usted que el más rico de Turquía roncaba?

-Porque todos roncáis. Es lo que mejor sabéis hacer.

Navajas

La exposición 'Antología. Dora Catarineu' está integrada por medio centenar de obras, fechadas entre 1987 y 2008, ocupará la segunda planta del Muram y el Palacio Aguirre. Comisariada por Juan García Sandoval, responsable de programación del museo, y por el escultor Fernando Sáenz de Elorrieta, no faltarán en la muestra obras icónicas de la artista, como su óleo sobre tabla titulado 'Las mil caras de la hermana mala', basado en hechos reales, y 'Mi agenda', otro óleo sobre tabla que contiene pintados los números de teléfono de muchos de sus amigos y conocidos y que durante años, colgado en su casa de Cartagena, le sirvió de listín telefónico.

-¿Qué ha intentado evitar?

-Nunca he querido volverme una estúpida o una imbécil más de tantas. No sé si lo habré conseguido, ni tampoco me voy a poner a pensarlo ahora porque tengo que decirle a Carlota [su hija, que vive en Murcia y la cuida con un esmero que enternece] que vaya preparando las navajas del aperitivo.

-¿Cómo ve el mundo?

-¡Ah, yo qué sé! Ya le he dicho que no salgo de mi casa.

-¿Y cómo lo veía cuando salía?

-Está todo un poco triste. Cada uno a lo suyo y que le den por culo a los demás. Han cambiado los valores. Para peor.

-Políticamente, ¿dónde está usted?

-Yo soy de Podemos.

-¿Se valora como creadora?

-Yo no me doy importancia, no me tiro el rollo, no he inventado la vacuna contra el cáncer. Me dejan estupefacta perdida esos artistas que van por ahí creyendo que les debemos la vida. 'Pero, ¿desgraciado, qué has hecho tú por mí o por nadie?'. A mí lo que me ha gustado mucho es ponerle títulos a mis cuadros, y tener ideas. Ahora ya estoy como ajena, ajena perdida.

Cabo de Palos

Dora Catarineu, en efecto, también se distingue por la originalidad de los títulos de sus obras. Títulos como 'Tenemos que hacer cosas juntos', 'Quiero ser metrosexual', 'Las dos corridas' o 'La nube', una obra espléndida, que pintó tras enterarse de que su madre tenía leucemia, en la que aparece su familia comiendo en la terraza de su casa de Cabo de Palos, con el faro de fondo y una impresionante nube blanca que parece marcar un antes y un después en las vidas de todos. De Dora Catarineu, amiga e inspiradora a lo largo de su vida de muchos jóvenes artistas, dice Miguel Fructuoso, hoy artista de la galería T20 y siempre un espíritu libre: «Además de que su obra me parece extraordinaria, Dora es una de las artistas más generosas y desprendidas que he conocido. Genio y figura, con unos ovarios más grandes que el submarino de Peral».

-¿Quiénes no le han fallado?

-Tengo muchos buenos amigos. Eso es una suerte. Bueno, una suerte y que les he pagado muchas copas.

-¿El arte sirve para algo?

-Te hace creer en la vida, y te ayuda a sobrellevarla. Sobre todo la música. Y un buen cuadro también, por supuesto.

-¿Siempre ha creado desde el agobio y el torbellino?

-Muchas veces desde el agobio, y otras desde la alegría, porque a mí no me gusta ir por ahí dándole la paliza a la gente con mis obras. 'Bare Nostrum', por ejemplo, fue una exposición muy alegre y bastante optimista. La verdad es que, a mí, hacer arte me cuesta muy poco trabajo, casi me sale solo. Pero también he pintado mucho sufriendo los dolores de dos hernias. Me acompañaba mi perra Abril. Teníamos la misma nariz y los mismos ojos, y a las dos nos gustaba la misma música. Ahora tengo a José Tomás, un chihuahua que me robaron. Anuncié una recompensa de 200 euros para el que me lo devolviese, y aquí lo tengo.

-¿Qué le dice su sentido común?

-Nunca he tenido sentido común.

-¿Usted me dijo en una ocasión que habría que quemar muchísimos cuadros?

-Tampoco pasaría nada si yo quemase también todo lo mío.

-¿Qué recuerda de su viaje a Japón para mostrar su obra?

-Aquello estaba lleno de chinos por todos lados. Recuerdo que me llamaron mucho la atención las putas del barrio de Roppongui, que luego pinté en algunos cuadros, ¡impresionantes!

-¿Sigue molestándole que le llamen señora?

-Pues sí, yo soy Dora Catarineu. Cuando salía, porque ya no salgo, y un camarero me llamaba señora, le decía: «¡No te pases!».

-¿Qué gente le gusta?

-Me gusta la gente normal y corriente, las buenas personas y los listos. A mí no me educaron en plan idiota, en plan 'vales lo que tienes', ni nada de eso.

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