El arquitecto, pintor y diseñador Vicente Martínez Gadea. Martínez Bueso

«Lo que más detesto es la 'tontosterona'», dice el arquitecto y pintor Vicente Martínez Gadea

El artista multidisciplinar expone hasta el 9 de febrero, en la galería Arquitectura de Barrio, 'Diario personal. Dibujos 2019-2023'

Jueves, 4 de enero 2024, 01:15

«Lo que más detesto es la 'tontosterona'», dice el arquitecto y pintor Vicente Martínez Gadea (Madrid, 1948), afincado en Murcia desde hace décadas, donde ... comparte su vida con la también artista y escritora Chelete Monereo. Un día leyó: 'El legendario cantaor Gabriel Macandé fue expulsado de Ceuta por el general Sanjurjo por negarse a repetir la saeta que acababa de cantar'. «Tan poco entendía el general de nada, que hasta le ofreció veinte duros, sin éxito, para conseguirlo», cuenta. «Yo tuve escrito en la puerta de mi estudio esta frase como un aviso, como un ejemplo, contra el trabajo rutinario, sin corazón, repetitivo...», recuerda el artista, quien hasta el próximo 9 de febrero expone en la murciana galería Arquitectura de Barrio la muestra titulada 'Diario personal. Dibujos 2019-2023', en la que utiliza diversas técnicas y texturas para mostrar embaucadores paisajes, misteriosos interiores, silenciosos estudios de artistas y un océano Pacífico que habita en un globo terráqueo. Con su maestría habitual, su delicadeza y sus atmósferas poéticas.

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Fue para él todo un descubrimiento: «Unas hojas amarillas de papel de arroz que sirven para practicar caligrafía china». Y pensó: «Siento sus líneas rojas de ayuda como una provocación». No lo dudó: se lanzó «a dibujar en ellas sin saber por dónde saldré». Total, «es un juego, no arriesgo nada: si no me gusta lo que sale las rompo». Y en Arquitectura de Barrio se puede comprobar el resultado: una delicia.

'Paisaje de La Alberca'

Es cierto: «¡Qué importantes son los materiales, el soporte, la técnica!». «Mi fotógrafo español favorito, Ortiz Echagüe, que usaba un papel carbón que daba unos negros –aterciopelados e intensos– maravillosos, al enterarse de que no podría seguir usando ese papel porque la empresa francesa que lo producía había cerrado se fue a París y se compró la empresa. ¡Cómo lo entiendo!», asegura Martínez Gadea, feliz cuando, por ejemplo, dibuja a la punta de plata y ve «aparecer en el papel las líneas suaves de extraño brillo metálico, estar atento –o mejor, absorto– ante la dificultad o la imposibilidad de borrar, comprobar que la laboriosa preparación del soporte ha dado sus frutos...». ¡Y exclama!: «¡No es dibujar, es viajar! Es estar viajando a Florencia, a Roma, a Nuremberg, y moverse en el tiempo en este presente del arte que tiene tanto espesor que incluye entero el pasado y el futuro. Y acompañar, o espiar, a Cimabue, a Leonardo, a Durero, a tantos...».

«No siento envidia de personajes como Philippe Starck cuando afirma que el tiempo que tiene para trabajar es sólo el de la duración de sus viajes en avión»

Tiene un mundo de referencias muy particular a la hora de nutrirse de él para sus obras plásticas, del que forman parte los más extraños objetos que acompañan, tanto su día a día como el de Chelete Monereo, en su casa-estudio de La Alberca, un lugar en el que te gustaría quedarte a vivir. Así, el globo terráqueo que le sirvió de modelo para su serie 'El océano Pacífico' ha estado con él desde que lo compró, «hace más de cincuenta años», instalado en su habitación de estudiante y, después, «en todas las casas en las que he vivido. Y me recuerdo a mí siempre, año tras año, intentando enderezar con mi mano su tendencia natural a girar para que la parte más visible fuera siempre el enigmático recorte de azul, sin tierras, del océano Pacífico».

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'Jarrón y pared roja'

Es un espíritu inquieto Martínez Gadea, que cuando se encuentra diciéndose a sí mismo eso de 'hay que ver, a mi edad y todavía buscando', se acuerda «de [Jean-Auguste-Dominique] Ingres copiando un detalle de Giotto, a sus ochenta y seis años, 'para aprender'».

Vive feliz, ya preparando una nueva exposición para diciembre de este 2024, disfrutando de su tiempo y «de la sabiduría que te dan los muchos años para no perder el tiempo en tonterías». Y no siente envidia, veamos, «de personajes como Philippe Starck cuando afirma que el tiempo que tiene para trabajar es sólo el de la duración de sus viajes en avión». «Ni siquiera estoy seguro», añade, «de que sea cierto y no sea más que una forma de decir que pertenece a ese 'star system' en el que se mide el talento por el radio de acción de los encargos». Él, ya puestos, prefiere «envidiar a Carlo Scarpa, que vivía y trabajaba en las caballerizas de la Villa Valmarana, en Vicenza, en un espacio alto, abovedado, muy cerca de la Villa Rotonda, también de Palladio. Y que trabajaba solo».

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Lentitud y silencio

«Recordemos a Pallasma a contarnos que la arquitectura es el arte de la lentitud y el silencio», dice para seguir con Scarpa, «que trabajaba solo, aunque tenía varias mesas para que no se mezclaran sus trabajos. Y allí andaba el hombre con sus lápices de colores en la mano yendo de una mesa a otra para preparar sus planos, los dibujos de su insuperable labor, que no entregaba jamás a las revistas que los solicitaban pero sí a los trabajadores de sus obras porque –decía– eran los que los podían necesitar».

Obra de 2023

A propósito de la serie de obras dedicadas a los estudios de artistas, el arquitecto que no dejó de trabajar durante décadas, aunque sin abandonar por completo los pinceles, «cuando imaginaba una casa para el músico, como este no tiene objetos tan tangibles como los tienen el pintor o el escultor, pensé dividir el espacio en cinco franjas horizontales». Veamos. «Abajo el suelo, después una franja con la biblioteca (que era lo aprendido), luego otra con lo vivido (con sus fotos, cuadros y hasta le puse una colección de metrónomos), encima otra franja con una ventana horizontal por la que se pudiera ver el exterior, la naturaleza, y arriba un techo. Pero al final la ventana cambió de forma y desapareció el techo». Las ventanas son para él otra fuente de inspiración, los lugares por los que la luz logra penetrar en los interiores y conquistarlos.

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Forma parte de la familia de los arquitectos pintores. Y, a veces, parece verlos a todos: «A Guilio Romano, en su bello Palacio del Té, de Mantua, pintando los muros de la sala de Psique y escribiendo a Federico Gonzaga: 'Hacedme encerrar dentro del salón hasta que esté acabado'. A Mackintosh haciendo acuarelas en la costa francesa, abandonando la arquitectura, con la ilusión de exponerlas en Londres. A Le Corbusier, pintando por las mañanas y haciendo arquitectura por la tarde, en 'una barraca de cuatro por dos, feliz –escribió– como un monje'». Y más: «A Theo van Doesburg manteniendo imparable a la pintura, la pintura universal, por delante de todo, consciente de los límites de la arquitectura, su imposibilidad de ingravidez, para espiritualizar la materia y reconstruir el mundo. A Schinkel, arquitecto del rey de Prusia, pintando crepúsculos y amaneceres. A Max Bill. A Bramante...».

'El océano Pacífico'

Su compromiso es con la belleza, con el trabajo bien hecho. «Recuerdo a aquel político holandés que para apoyar la ejecución de los extraordinarios barrios que proyectaban Michel de Klerk y los jóvenes arquitectos de la escuela de Ámsterdam, entre tanta resistencia, gritaba en el pleno municipal: '¿No entendéis que belleza para hoy es alegría para siglos?'. Es la máxima de Stendhal, la belleza como promesa de la felicidad». Y se pregunta, claro, hoy «¿quién nos defenderá así?».

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La exposición 'Diario personal. Dibujos 2019-2023', ha estado al cuidado de los responsables de Arquitectura de Barrio, Enrique de Andrés y Coral Marín, y el catálogo de la muestra ha sido diseñado por el propio Martínez Gadea en colaboración con Rosa de la Obra. La enmarcación de las obras las ha realizado Cuadros López.

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