Daniel Albaladejo: «Yo no he sido abusado, ni nadie de mi entorno, pero me pongo en el lugar de las víctimas»
Conversaciones de invierno ·
«Lo ideal sería que todos tuviésemos una vida ejemplar, Picasso y mi vecino de enfrente»Daniel Albaladejo (Cartagena, 1971), cuya presencia impone, da igual que vaya vestido de Otelo por Lorenzo Caprile que disfrazado de gusanito, encandiló para siempre al ... dramaturgo, director de escena y Princesa de Asturias de las Letras Juan Mayorga, desde que arrasó en todos los teatros del país interpretando su obra 'Reikiavik', que habla del deseo de ser otro, la necesidad de huir de nosotros mismos, el misterio de la genialidad, la dificultad para asumir las reglas de convivencia, el interés de los Estados en utilizar a los individuos en su provecho, la amargura que acarrea la derrota, el poder manipulador de las ideologías, las lecciones que encierra la Historia y la tristeza que conlleva el olvido. Y con todo ello podía Albaladejo con ese dominio suyo de los escenarios y el mimo con el que le trata la cámara de cine y televisión. Nos juntamos y nos decimos este saludo, 'Solo no puedes, con amigos sí', que aprendimos con 'La bola de cristal' (TVE). Este fin de semana ha estado en la Región recibiendo el cariño y el aplauso del público en eventos celebrados en Murcia y Cartagena. 'Sueños de libertad' es la nueva seria producida por Atresmedia TV, en colaboración con Diagonal, que está rodando.
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–¿Conoce usted al cineasta Carlos Vermut?
–Nunca he coincidido con él.
–¿Cómo reaccionó cuando leyó su presunta historia de violencia sexual contra tres mujeres vinculadas al cine?
–Me quedé helado, ya se puede imaginar. Me gustaría que todo se aclarase cuanto antes. No sé si se le fue la pinza o qué, yo estoy en contra de todo tipo de abuso de autoridad. En cuanto a las prácticas sexuales que cada uno practique, yo no tengo nada que decir, siempre que sea entre adultos y de modo consentido.
«Debo de ser muy ingenuo, pero sigo creyendo que la política es el arte de hacer posible lo imposible»
–¿Qué opina sobre que a veces las víctimas tarden tanto tiempo en denunciar los hechos?
–Es que no debe de ser fácil ser capaz de verbalizar lo que te ha pasado; incluso, a veces, ni siquiera deber serlo tomar conciencia de ello. No debe ser tan fácil contarlo, armarse de valor para hacerlo, enfrentarte a que no te crean...; lo que me parece bien es que, por fin, se coloque en el centro a las víctimas, cuando antes se las colocaba al final del pasillo y prevalecía más la declaración del que había abusado que la del que había sufrido el abuso. Yo no he sido abusado, ni tampoco nadie de mi entorno, pero me pongo en el lugar de las víctimas. Al mismo tiempo, creo que no debemos pasar por alto la presunción de inocencia. Hombre, lo ideal sería que todos tuviésemos una vida ejemplar, los genios y los no genios, Picasso y mi vecino de enfrente, pero sé que eso es pedir demasiado.
–¿Qué se viene preguntando?
–Por ejemplo, ¿a partir de cuándo se perdió en nuestro país el discurso político educado y democrático, y lo cambiamos por otro lleno de insultos, de radicalidad y alejado de buscar realmente soluciones eficaces a los verdaderos problemas de la gente? Debo de ser muy ingenuo, pero sigo creyendo que la política es el arte de hacer posible lo imposible, y cuantas más veces, mejor para todos.
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En tragos cortos:
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Un viaje pendiente. La Toscana.
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Un lugar al que volver. A mi preferido de Portugal.
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Un libro de cabecera. 'Los mejores cuentos de fútbol', de Roberto Fontanarrosa.
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Un pintor. Velázquez.
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Un músico. Morrissey.
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Un personaje histórico. Cristóbal Colón.
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Un postre. Arroz con leche.
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Una manía. Santiguarme antes de salir al escenario.
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Una prenda de vestir. Los zapatos.
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Un sueño cumplido. Cada vez que regreso a la Región de Murcia.
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Un consejo. Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija.
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¿Qué ultimo regalo ha recibido? Una preciosa máscara mexicana de artesanía.
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Un político. Pedro Sánchez.
–¿Le hubiese dado un tirón de orejas a Marisa Paredes cuando pidió que Isabel Díaz Ayuso se marcharse del funeral de Concha Velasco?
–Quizá luego se arrepintió de haber tenido una reacción tan visceral. Díaz Ayuso ha salido elegida democráticamente y no sólo es la presidenta de los que la han votado, es la presidenta de la Comunidad de Madrid, de todos los que viven allí. Es muy peligroso que estemos dejando que nos hierva la sangre tanto, tenemos que calmarnos. Y, desde luego, no podemos ir por ahí decidiendo quién puede ir y quién no a dar el pésame a los familiares de una persona fallecida.
–Usted encarnó a Otelo de un modo excepcional en los escenarios, incluso todavía cuesta mirarle sin que dé un poco de miedo...; ¿qué tenía ese Otelo de su propia personalidad?
–Pues, quizá, lo que le puse de mi personalidad es esa parte mía que le debo un poco a mi abuelo materno, cartagenero. Esa vehemencia que él tenía, ese carácter fuerte, siendo un tipo pequeñito, un confitero panadero que tenía una panadería. Mi abuelo está en muchas fotos, con su hermano, de bodas de la gente de Cartagena, porque tenía la confitería en un lugar muy bien situado y a los de las bodas les daba por ir. Un día, estando en casa de un amigo, me enseñó una foto de la boda de sus padres y, sí, allí estaban mi abuelo y su hermano [ríe].
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–¿Siempre fue tan extrovertido?
–Fui un niño bastante tranquilillo, fíjese, que de pronto un día se encontró con el teatro por amor, pero no por amor al teatro, sino por amor a una chica que había en el instituto y de la que me enamoré; y como ella estaba en el grupo de teatro, me dije 'pues qué mejor manera, ¿no?, que metiéndome yo también en el grupo'.
–¿Y a partir de ahí?
–Me desenamoré de ella, pero me fui enganchando al teatro. Cuando terminé la etapa del instituto, me metí en la carrera de Biología y me volví a enamorar.
«Es muy peligroso que estemos dejando que nos hierva la sangre tanto, tenemos que calmarnos»
–¿Qué fue importante?
–Empecé a leerme a Tennessee Williams y a un montón de autores, y a salir con gente de teatro y a interesarme ya más en serio por él. Y acerté, y agradezco todos los días que así fuera.
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–¿Qué recuerdos le acompañan?
–Entre ellos, los paseos con mi abuelo por Cartagena. Creo que por eso voy tanto a esta ciudad. Mis padres viven en Murcia, pero yo tengo un enganche con Cartagena que ni puedo, ni me lo quiero quitar. Muchas veces, cuando llego a la Región, les doy un beso a mis padres, lo habitual que hace un buen hijo [risas], y enseguida que puedo me voy a Los Nietos y a Cartagena. También a mi mujer [la también actriz Elena Manzanares] la conocí en Cartagena, que para mí es una de las ciudades más bonitas que hay, con gente amable, de buen trato y donde puedes descubrir cosas fantásticas.
–El Mar Menor.
–He sentido mucha tristeza con todo lo que ha pasado, muchísima. Cuando llego a Los Nietos, me voy a la orilla del mar, meto mis manos en él, me lavo las manos, me lavo la cara en esas aguas...; y siento la necesidad de que esa agua vuelva a estar como cuando yo tenía diez años. Tenemos que implicarnos todos para que se pueda conseguir, los que han tenido más que ver en su declive ecológico, y todos los ciudadanos, no sólo los de los pueblos ribereños. Tenemos que apostar por un Mar Menor recuperado, vivo y limpio.
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«Cuando llego a Los Nietos, me voy a la orilla del mar, meto mis manos en él, me lavo las manos, me lavo la cara en esas aguas...»
La avioneta de Nivea
–¿Qué imágenes le vienen de él?
–Mis hermanos, mis primos, mi abuelo jugando al dominó, mi abuela llamándome porque ya estaba preparado el caldero, mis vecinos, el muelle de la pescadería de Los Nietos, el fútbol, la vela, los baños, la avioneta con la publicidad de Nivea tirando pelotas y los críos saliendo corriendo a cogerlas, las novietas en Mar de Cristal...
–Usted y sus enamoramientos.
–[Sonríe] ¿Sabe qué pasa? Que para mí esta tierra implica amor, cariño...; yo lo he sentido desde que era niño, una parte de la vida que para mí es superimportante, quizás la más importante. Disfruto mucho reviviéndola.
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–¿Tiene un lugar preferido en el que perderse?
–Me gusta muchísimo ir a Portmán, a una calita chiquitina a la que me escapo... Yo celebré mi boda en Casa Cegarra; fue muy familiar, vino sólo un amigo mío por mi parte, y una sola amiga por parte de Elena; mi amigo era Ginés García Millán [el excelente actor lumbrerense que compartió escenario con Albaladejo en la obra de Juan Mayorga, 'Amistad', por la que él recibió este viernes el Premio Alfonso Décimo de Teatro 2024], y la amiga de Elena. En total, con la familia, 30 personas. Y todos fuimos muy felices [risas].
–¿Qué ha sido siempre?
–Optimista, y en ello sigo a tope. No me rindo, lucho. Soy un entregado a la vida, tengo junto a mí a gente de puta madre, que son un regalo, y mi profesión me sigue flipando, para nada he perdido ya ilusión o me siento cansado. Yo soy muy feliz subido a un escenario, y cuando cuentan conmigo para hacer cine o televisión. Y esto no quiere decir que yo no sepa lo que conlleva vivir tiempos 'jodíos', porque claro que lo sé.
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«Al segundo de ponerme cascarrabias, ya no me soporto a mí mismo»
–Tiene fama de ser un gran compañero. Le quieren.
–A mí me gusta echarle una mano a quien lo necesita y me pide ayuda, y estoy orgulloso de ser así [Albaladejo dejará huella con su labor en la secretaría de Acción Sindical de la Unión de Actores y Actrices]. Yo he conocido momentos chungos, me he encontrado en momentos de mi vida no sabiendo por dónde tirar, o pensando que no has acertado con las decisiones tomadas. Y en esos momentos siempre ha habido alguien que me ha echado una mano. Me gusta ayudar a la gente, aunque reconozco que a veces la tentación de salir corriendo se presenta, pero entonces voy y la toreo [ríe].
–¿Cuándo se enfada usted consigo mismo?
–Al primer segundo de ponerme cascarrabias, ya no me soporto a mí mismo. No me gusta la gente cascarrabias que está todo el tiempo encabronada; lo llenan todo de negatividad. Ni me gustan los mentirosos, porque yo voy con la verdad por delante y es raro que deje de ser una persona transparente. Soy lo que ves, actúo como soy, no me voy escondiendo detrás de ninguna máscara. Pero eso, a ver, tampoco quiere decir que vaya de ingenuo por la vida y que no haya aprendido a, si quiero, guardarme algún as bajo la manga. Vamos, que si tengo que dar alguna hostia, la doy, pero se me ve que voy a darla. Yo no me oculto ni para dar una hostia. Me ves llegar y dices, '¡qué hostia me voy a llevar!'. Pero lo normal es que no sea nada puñetero, y más siendo consciente de que hay mucha gente que lo pasa chungo. Muchos compañeros míos están sin trabajo, buscándose la vida como pueden. Por eso también yo me niego a caer en el victimismo y a verlo todo en negro. Prefiero que me vean con una sonrisa a que me vean encabronado.
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