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SERGIO GALLEGO
Jueves, 9 de mayo 2019, 02:18
Si las estrellas Michelin que otorga la guía más prestigiosa del mundo a los mejores restaurantes del panorama internacional son la máxima condecoración que puede conseguir un cocinero, la lista que elabora el crítico estadounidense Robert Parker de los mejores vinos del mundo es, sin duda, el equivalente a las cotizadas estrellas culinarias, pero para los bodegueros. Quizás por eso, José María Vicente, propietario de la bodega Casa Castillo, se muestra tan feliz y satisfecho de haber conseguido con su Casa Castillo Pie Franco del 2017, que saldrá a la venta para el mes de octubre, 99 puntos Parker. Asegura que los veinte años que lleva trabajando la parcela que da la uva Monastrell para elaborar Pie Franco han sido fundamentales para conocer qué necesita exactamente la tierra para que dé el mejor rendimiento, adaptando las técnicas de trabajo al clima y al resto de circunstancias.
Con este 2017 supera los 98 puntos conseguidos con la añada 2015 y, aunque no elabora vinos para conseguir puntos Parker, parece no haber tocado techo con su Pie Franco.
-Este último reconocimiento por Parker mejora el obtenido en 2015. ¿Es mejor vino o es muy difícil notar diferencias?
-La realidad es que las dos añadas son grandes vinos. El hecho de haber obtenido más puntuación en 2017 que en el 2015 lo achaco más a la prudencia o al miedo que pueda tener el equipo de Parker de conceder los 100 puntos a que uno sea mejor que otro. No suelen dar 100 puntos directos, sino que son prudentes y hacen un seguimiento de muchos años.
-¿Hay un premio mayor que éste para un bodeguero?
-Pues la verdad es que los puntos Parker es el más prestigioso, el más sonado y el que más repercusión mediática tiene. En Casa Castillo no trabajamos para conseguir puntos Parker. Este tipo de premios son magníficos, pero no son nuestro objetivo en la bodega. Queremos hacer las cosas bien, tratar de hacer todo lo que sabemos para que la uva tenga la máxima calidad posible, porque solo así obtenemos un vino de calidad. Dicho esto, yo me encuentro en una nube, como si me hubiesen dado las tres estrellas Michelin.
-Entonces, cuando obtenga los 100 puntos...
-Pues serán las tres estrellas y los tres soles Repsol (risas).
-¿Qué piensa cuando le dan el premio al mejor vino y es parte de un lineal de supermercado que puedes conseguir por 10 euros?
-Bueno, lo que pasa es que hay muchísimos vinos en muchos rangos de precio y la mirada siempre se va a la excelencia, a lo que sería el Pie Franco, pero hay otros rangos como nuestro Cuvée N de 2017 que ha conseguido 96,5 puntos, Las Gravas 95 y otros más básicos como El Molar o el de Finca que han alcanzado los 93. Todo tiene su escala y cada tipo de público puede decantarse por distintos precios y calidades.
-¿Qué precio va a tener el Pie Franco 2017?
-Rondará los 60 euros en restaurante. Sabemos que es un precio muy bajo para la calidad del vino, ya que en este rango, vinos de esta calidad pueden llegar a costar 300 o 400 euros.
-¿Y dónde está el truco?
-No hay truco. Jumilla sigue siendo una tierra con el suelo a un precio razonable que nos da la posibilidad de hacer vinos de enorme calidad a unos precios muy ajustados.
-¿Le ha costado más hacer este 2017 que el 2015 o 2016?
-No. Es la suma de muchas cosas. La diferencia es que vamos conociendo cada vez más la singularidad de esta parcela de ocho hectáreas plantada por mi abuelo en 1942. Además, se suma un verano seco, muy propicio para la uva Monastrell, totalmente adaptada al clima, aunque hubo una lluvia a finales de agosto que hidrató las plantas y que les permitió bajar el estrés hídrico y madurar perfectamente. Evidentemente, el estado de forma del bodeguero y la madurez enológica y la evolución de las técnicas de elaboración adaptadas a esas uvas concretas.
-¿Cuándo se da cuenta de que 2017 va a ser una gran año?
-Desde el principio. La gente que ha pasado por bodega, que ha sido mucha, coincidía en que iba a ser un gran año. Desde que probé la uva sabía que iba a ser una gran año, pero es muy importante llevar un seguimiento del proceso.
-Y el día que hace la primera cata del vino, ¿cómo lo vive?
-Cada vez que abría una barrica se me ponían los pelos de punta. Si el resto de parcelas han dado una calidad media y media alta, el Pie Franco transmite una sensación de grandeza, de que la barrica contiene algo grande. Al final, los vinos con alma dan esta sensación.
-¿Cuántas botellas van a embotellar?
-De Casa Castillo Pie Franco unas 8.000 botellas. Es una producción ridícula, pero la concentración es muy importante. Se podrá pedir en un restaurante por 60 euros, que es el mayor precio de nuestros vinos, pero se debe a la dificultad que tenemos en conseguir las uvas, ya que las viñas se encuentran en una ladera pedregosa. Además, son 60 euros teniendo en cuenta todos los gastos de distribución, etc. De hecho, todos mis comerciantes me dicen que vendemos el vino muy barato.
-¿Qué podemos decirle al murciano que sigue empeñado en pedir Rioja o Ribera en vez de darle una oportunidad a vinos de la Región?
-Bueno, la forma de elaborar que tenemos en Casa Castillo, sin manipulación y maquillaje alguno, va más enfocado a vinos finos, elegantes y no tiene nada que ver con el típico Jumilla que la gente pueda tener en la cabeza y que forma parte del pasado. Yo creo que Jumilla ha evolucionado y que cada vez los vinos son más placenteros.
Además, hay que apelar a la educación gastronómica. Nadie va a Valladolid, se pide un lechazo y no se pide un Ribera del Duero. Por esa misma regla de tres un señor en la Región puede disfrutar de una paletilla de cabrito y de un vino de la Región. Yo creo que la gastronomía del lugar va acorde con los vinos.
Si alguien pidiera un Jumilla en Valladolid para comer el lechazo le daban dos patadas y lo echaban del restaurante. Sin embargo, en Murcia pedirse una pata de cabrito con Ribera del Duero parece que da estatus y más que estatus es falta de cultura gastronómica.
-O sea, que hay que beber más vino de la tierra y dejarse de tonterías.
-Es que un Ribera o un Rioja sin añada y sin nombre y apellidos, genéricos, no son tampoco de mayor calidad de los que tenemos aquí. La elaboración en seco en Jumilla, por sus dificultades y su producción tan escasa, hace que el vino medio pueda ser un poco más elevado que de Rioja genérico, y el dueño del restaurante busca la rentabilidad económica y un prestigio equivocado.
-¿La libertad para hacer vinos pasa por estar fuera de las Denominaciones de Origen?
-Para nosotros no. Es cierto que trabajamos de forma distinta y nuestros vinos no son representativos con el perfil medio de los jumillas, pero somos de Jumilla y nos sentimos muy cómodos dentro de la DO. No queremos renunciar al origen porque las bases no hagan sus vinos como deberían.
-Cuando consiga los 100 puntos Parker, ¿cuál será el siguiente reto?
-Bueno, nosotros trabajamos por la mejora de la viña. Perseguimos la excelencia en Jumilla, que es, precisamente, volver al pasado, a un cultivo de secano con variedad Monastrell. Cuando consiga los 100 empezará la fase más dura, que es mantenerse.
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