Rosa María Calaf: «En los conflictos actuales llega mucha información tóxica que altera el relato»
La periodista se declara «corresponsal de vida» en la clausura del ciclo 'Conflictos sobre el terreno', de Fundación Mediterráneo y LA VERDAD
S. TRIGUERO
MURCIA.
Miércoles, 14 de diciembre 2022, 01:04
Pocas voces hay tan autorizadas a la hora de informar sobre conflictos y geopolítica internacional que la corresponsal de TVE Rosa María Calaf. Con 25 años de carrera en el exterior, la periodista ha informado puntualmente sobre política y economía, conflictos y catástrofes, cultura y sociedad y pasa por ser la corresponsal con mayor trayectoria en el ente público.
Con este bagaje, no es de extrañar que el tercer y último de los encuentros programados dentro del ciclo 'Conflictos sobre el terreno', organizado por la Fundación Mediterráneo con la colaboración del diario LA VERDAD, echara el cierre invitando a la veterana periodista, que aprovechó la ocasión para contar en primera persona su experiencia como narradora de acontecimientos que ya son parte de la historia.
Con la perspectiva que dan los años y la experiencia, Rosa María Calaf se declara testigo de la evolución que ha tenido el conflicto entendido como situación que se genera a partir de la rivalidad de dos bloques antagónicos. «La violencia ya no es solo la guerra, puede ejercerse por la represión, la intervención en los mercados o la comunicación mentirosa. Todos estos tipos de conflicto inciden directamente en la falta de la capacidad del ser humano para defender sus derechos», asegura la periodista, que más que corresponsal de guerra se declara «corresponsal de la vida en la fortaleza y en la determinación para no perder el futuro».
Explicó Calaf cómo ha cambiado la tipología de los conflictos. «Ya no son bilaterales, son fluidos y mutantes con escenarios que cambian. Hay actores no estatales que lo complican bastante más, aunque el fondo sigue siendo el mismo, que es la codicia de recursos y bienes materiales». Todo ello hace que los conflictos se manifiesten de maneras distintas. «Ahora hay atentados, ciberataques, interrupciones de los mercados».
El papel del informador en los conflictos ha cambiado absolutamente, según la periodista. «Antes éramos vistos como un observador deseado por los bandos enfrentados, porque era la manera de trasladar la visión del conflicto. Luego el periodista se convirtió en un objetivo comercial. Los bandos se dieron cuenta de que éramos valiosos y se empiezan a secuestrar periodistas», relata Calaf. «Con los avances de la tecnología la práctica periodística se va deteriorando y los bandos pasan a intimidar a los periodistas, tratados de intrusos. Y ahora directamente nos quieren hacer ver que somos irrelevantes. Los bandos tienen la capacidad de hacer su propia información, totalmente tóxica y pura propaganda, alterando el relato», alerta la reportera.
Rosa María Calaf considera que es fundamental que el receptor sea consciente de las condiciones en la que se está haciendo la información actualmente. «Siempre ha habido una voluntad de interferir, porque siempre ha sido difícil hacer visible lo que al poder no le interesa que se vea». En este sentido, «la tecnología es una herramienta que debería facilitar el conocimiento. Sin embargo, vivimos en una democracia algorítmica, donde el poder mediático hace un uso dañino de la misma, haciendo que se pierda la perspectiva sobre lo que está ocurriendo en un conflicto». «La ciudadanía cree que está muy informada cuando, en realidad, lo que está es muy entretenida», sentencia.
Ser mujer en el terreno
Calaf habló de los inconvenientes que supone ser reportera en una situación de conflicto armado, donde una parte de la violencia es específica y se ejerce directamente contra las mujeres.
«Los obstáculos sobre el terreno son muy grandes cuando eres mujer, principalmente en países fundamentalistas y extremistas, con estructuras sociales patriarcales muy marcadas, donde está el peligro añadido de la sexualización de la violencia», aseguró la periodista, que recordó las dificultades para entrevistar a quien fuera mano derecha de Jomeini un año después de su llegada al poder en Irán. La condición era que no le podía mirar a la cara durante la entrevista. «Esas cosas pasaban», afirma Calaf. Y, sin embargo, ahí estaba ella, tratando de informar en un lugar que volvía a ponerla a prueba y que le recuerda los inconvenientes de trabajar en países donde hay que vestirse de una manera determinada y existe una clara falta de libertad de movimiento solo por ser mujer.
Pero ser reportera sobre el terreno también tiene ventajas. «Tienes la facilidad de meterte en ámbitos femeninos que están vetados para los hombres. Y estos te permiten conocer de primera mano cómo viven esas sociedades, porque los hombres dan la visión oficial, pero no es la real».
Su experiencia como corresponsal le ha enseñado que «las mujeres siempre aparecen como vulnerables y víctimas en los conflictos y nunca como protagonistas». En este sentido, Calaf entiende que la única forma de cambiarlo es darles voz para tener una visión completa de la realidad.
Pionera desde su corresponsalía en Nueva York
La curiosidad y ese afán por aprender y vivir nuevas experiencias, sumado a cierta tozudez, permitieron que Rosa María Calaf lograra el sueño de estrenar su primera corresponsalía, nada menos que en Nueva York, junto a Diego Carcedo, rechazando presentar el Telediario de la última edición. «Fue mi mejor escuela», asegura la reportera, «pues el periodismo americano tiene lo peor, pero también lo mejor cuando se habla de informar con rigor, verificar datos y contextualizar el relato». «Necesitaba experiencia y Nueva York me la dio, incluso a la hora de entrar en contacto con nueva tecnología que empezaba a facilitar el trabajo, como los micrófonos inalámbricos que estrenamos en un funeral de la mafia».
Rosa María Calaf recuerda una profesión periodística muy masculinizada en la España de entonces. «La primera dificultad era sentirse integrada en la redacción, la segunda que te dieran los temas que querías y que tu trabajo fuera valorado igual que la del resto del compañeros. No podías fallar porque había que demostrar a todas horas que estabas capacitada para hacerlo bien. Había un claro escrutinio mal intencionado para buscar los fallos y desacreditarte. Por suerte, todo eso parece que ya ha pasado».