Si hay algo que caracteriza el mundo de los nuevos materiales propios del siglo XXI, sin duda el grafeno ocupa un lugar privilegiado. Tras la ... serendipia de su hallazgo –a primeros de siglo, en 2004, lo que valió la concesión del Nobel en 2010 a sus descubridores André Geim, alemán-ruso y asentando en el Centro de Meso-Ciencia y Nanotecnología en Manchester, y el colaborador Konstantin Novoselov, británico-ruso que se había doctorado en Holanda y había recalado también en la Universidad de Manchester–, hasta las propiedades que se descubren casi de forma permanente para esta estructura de carbono de una sola capa de un átomo de espesor, se observa un creciente campo inagotable de nuevas oportunidades: baja densidad, gran fortaleza, flexibilidad, ligereza y una excelente conducción del calor. Llega a ser hasta 200 veces más fuerte que el acero y conduce la electricidad mejor que el cobre. Y mezclando tan poco como un 1% con plásticos, los hace conductores. Sus aplicaciones abarcan desde la electrónica hasta la biomedicina o filtración de agua, sensores fonónicos o transistores y cristales de segundo armónico, o empleado en filtros de agua, paneles solares o baterías.
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Lo grandioso resulta ser la nueva síntesis del grafeno, descubierta por científicos australianos a partir del aceite ordinario de cocinar. Lo obtienen a partir de aceite de soja. La trascendencia estriba en el orden del coste, hoy muy elevado en comparación con materiales alternativos. La cocina viene a reducir el precio y, por tanto, promociona nuevas aplicaciones. Básicamente, el proceso consiste en que, al calentar el aceite de soja a presión atmosférica, como ocurre en el cocinado usual, se logra romper las cadenas de los ácidos grasos presentes para dar lugar a que aparezcan unidades de carbono, que son las estructuras básicas para la síntesis del grafeno. Se enfría el producto obtenido rápidamente sobre hojas de niquel expandidas y se forman rectángulos muy finos, logrando así la obtención de las capas bidimensionales de carbono que constituyen el grafeno.
Es un proceso muy simple y muy ventajoso con respecto a los que actualmente se emplean para la producción del grafeno, algunos de los cuales combinan gases comprimidos, que resultan ser explosivos, y el procesado se lleva a cabo al vacío. Los costes hoy día para una película de grafeno de alta calidad, de unos diez centímetros de lado, se aproximan a unos 700-800 euros. El método de cocinado es incomparablemente más económico. La cocina sostenible está abierta. Nunca un residuo pudo ser más valioso. ¡Vamos a ello!
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