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Eva Llorach, en un fotograma de la película 'Quién te cantará'.
Eva Llorach, ese milagro

Eva Llorach, ese milagro

La actriz murciana encandila a público y crítica con su memorable interpretación en 'Quién te cantará', de Carlos Vermut

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Viernes, 2 de noviembre 2018, 19:12

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A veces, casi logra aniquilarte la respiración; a veces, te gustaría poder atravesar la pantalla y echarle una mano, servirle de apoyo, decirle que puede contar contigo, que no está sola, que te importa lo que le pasa, que merece mucho la pena. Y casi siempre, no solo en ocasiones, la actriz murciana Eva Llorach, que da vida a Violeta en el nuevo gran éxito de Carlos Vermut, 'Quién te cantará', te cautiva cuando aparece ante tus ojos. Porque no es un personaje, ni tampoco una construcción artística muy bien arropada por la excelente fotografía de Eduard Grau y la banda sonora de Alberto Iglesias, sino porque es vida: que fluye, con una naturalidad incesante, recorriendo tu propio mapa emocional, el de cada espectador. En 'Quién te cantará', una historia donde no habitan hombres, sino mujeres solas, mujeres todas ellas que intentan campear temporales, todas las actrices a las órdenes de Vermut, empezando por el trío que forman Najwa Nimri (Lila Cassen), Natalia de Molina (Marta) y Carmen Elías (representante de Lila), están geniales. Pero lo de Eva Llorach -en la línea de estar todo el tiempo en estado de gracia, como lo estuvo, por ejemplo, Laia Marull en 'Te doy mis ojos' (2003); o Carey Mulligan en 'Shame' (2012)- es distinto: milagroso. Lo de Eva Llorach en 'Quién te cantará' es un milagro, una lección actoral perfecta, y un regalo para el espectador, que es poseído, literalmente, misteriosamente, por lo que ella siente, por lo que ella mira, por lo que ella anhela..., hasta el punto de que no intentas alejarte, tomar distancia, llegados esos momentos durísimos en los que la tormenta que se desata en su interior se convierte en un diluvio que te arrasa. Derivado todo ello de una interpretación cargada de una humanidad que sobrecoge y te golpea, por igual, estómago, cerebro y corazón.

En 'Quién te cantará', la nueva propuesta dramática de Carlos Vermut tras 'Magical Girl' (2014), Eva Llorach da vida a una cantante frustrada, madre de una hija problemática hasta la exasperación -con la que convive y a la que mantiene con su trabajo en un karaoke-, que venera a Lila Cassen, una legendaria estrella de la música, retirada desde hace años tras el fallecimiento de su madre, cuyas canciones ella interpreta cada noche de un modo que traspasa incluso la perfecta imitación. Violeta, que conoce bien el miedo, la frustración y lo que significa no haber podido hacer realidad tus sueños, ha encontrado en su veneración por la diva un refugio en el que halla no solo consuelo, sino un motivo para 'seguir'. Y, justo cuando Lila Cassen cae en manos de la amnesia, a pocas semanas del que será su esperado regreso a los escenarios, Violeta acepta el encargo de ayudarla a volver a ser ella misma: esa estrella rutilante.

A partir de ahí, la película se entrega a un juego de miradas y espejos -«Si entre las cuatro / paredes de la alcoba hay un espejo, / ya no estoy solo», escribía Borges-, a una trama con tintes emocionales y psicológicos de corte vampírico -no es excesivo comparar algunas imágenes del rostro de Tilda Swinton en 'Solo los amantes sobreviven' (2013), con los de Eva Llorach en 'Quién te cantará'-, a un deambular ceremonioso y magnético de mentiras, de reflexiones sobre el talento y la creación artística, y de secretos férreamente guardados en una parte de nosotros mismos que nos quema.

Hay algo que te desconcierta especialmente en el personaje de Violeta: su integridad, su generosidad, su lucha victoriosa contra el resentimiento. Y esa luz que emana. Cuando Violeta-Eva Llorach dice 'sí', sabes que es verdadero e inquebrantable, como cuando dice 'no', o 'gracias' o 'no hace falta'. Está brillante en el eco y en la lágrima, en la mirada prudente o asustada, en la respiración hecha añicos, en el mimo con el que ayuda a su ídolo a reinventarse contemplándola, aprovechando que ella memorizó e hizo suyo cada gesto de la diva, aprendió sus gustos, sus ideas, su modo de comportarse. No conviene dar más detalles del desarrollo de la historia, que se va retorciendo como un erizo cegado por verdades que no se quieren conocer. Solo añadir que Eva Llorach lleva hasta las últimas consecuencias su prodigiosa interpretación, en la que no se priva ni siquiera de que una 'corona de espinas' la termine transformando en un destello de mar.

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