Entrenando dragones en los cines
Risas fáciles (y francesas) en 'Algo le pasa a mi yerno'
Teniendo en cuenta cómo está la actualidad, si alguien está leyendo esta crónica sobre estrenos es un milagro. Y eso que las películas servirán a ... los eufóricos y a los avergonzados. Para los partidos de la oposición (a los que les regala el trabajo la UCO), una de fantasía para que sigan soñando. Para los deprimidos partidos del gobierno, comedias para que les animen más que las ¿veraces? encuestas de Tezanos.
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La novedad más relevante de la semana es la traslación en imagen real de 'Cómo entrenar a tu dragón'. No me pongáis esa cara porque ponga a jugar la Champions a una simple diversión familiar, pues la extraordinaria taquilla de 'Lilo y Stitch' me da la razón. La versión de dibujos fue muy reconocida por la calidad técnica que lucía, y también por su guion y tratamiento de los personajes, más maduros, profundos y adultos de lo normal, que incluso evolucionaban, lo que es meritorio (como una dimisión en España) para un trabajo supuestamente para niños.
Ese no quedarse en lo fácil, en repetir fórmulas, vuelve a suceder en el film que hoy nos presentan, básicamente porque es una calcomanía (qué viejuno soy) de aquella. Por si alguien no ha visto la anterior que sepan que va de unos vikingos que mantienen una guerra a vida o muerte con los dragones, hasta que un chico decide cambiar las cosas. Es un entretenimiento de calidad pero tan necesario como la versión de Gus Van Sant de 'Psicosis' (1998) o un abrigo en verano.
Tenemos esta semana dos obras que tratan con tono de comedia el tema de la salud mental. La primera es 'Algo le pasa a mi yerno' en la que el ubicuo Christian Clavier hace su arquetípico personaje de suegro gruñón que nadie querría tener, aunque en el fondo esconde un buen corazón. Aquí interpreta a un psicólogo que acaba harto de un paciente y al que echa de su consulta (método Sánchez Cerdán), con la mala fortuna que se convierte en el novio no deseado de su hija. El cargarse esa relación usando sus trucos psicológicos es el motor cómico del film que se puede ver si uno quiere un 'fast film'.
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La otra es la española 'Votemos' (aunque lo parezca, el título no se lo ha puesto Feijóo). Una mezcla de la criminal 'La comunidad' (2000), el esperpento de 'Aquí no hay quien viva', el terror de 'REC' (2007) y los vecinos de 'La semilla del Diablo' (1968). El largometraje nace de un corto, convertido en obra de teatro. Clara Lago, Tito Valverde, Gonzalo de Castro son algunos de los actores de un reparto coral que participa en una de esas reuniones de la comunidad de vecinos que todos odiamos (que levante la mano quien no se haya saltado alguna), en las que se les informa que una persona con problemas mentales irá a vivir allí. La trama demuestra que los auténticos locos son esos cuerdos vecinos.
Lo que pondremos en cuestión es la salud mental de los espectadores del engendro titulado 'Sicarios en el aire'. Desde 'Con Air' (1997) no se encontraba una película (aérea) más ridículamente violenta. Un asesino retirado es contratado para liquidar a una persona en un vuelo, pero no es el único que tiene esa idea porque el pasaje está lleno de otros delincuentes como él (parece el famoso Peugeot). Josh Hartnett (sic transit gloria mundi) hace lo que puede pegando patadas, puñetazos y tiros, matando de mil formas como de video juego. Pero el avión artístico se estrella antes de despegar, que es lo que uno está deseando que suceda todo el metraje para que acabe la pesadilla.
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Nadie es perfecto, como demuestran las cifras de asistencia a las salas de cine en 2024 (y que yo necesite un trasplante de pelo), que en España ha bajado en cuatro millones. Esto se explica por la poca pegada de las producciones de Hollywood, donde rompe ahora la ola de la huelga de guionistas. Lo bueno es que el cine español subió en 600.000 espectadores. Estos datos no nos permiten saber si estamos ante una lenta recuperación respecto a la cifras pre covid o ante un progresivo declive.
Que tengáis una semana de cine.
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