Luis López Carrasco: «Cartagena es el pase que todos estábamos esperando»
El cineasta murciano muestra esta semana en el Festival de Cine de Cartagena su aplaudido segundo largometraje, 'El año del descubrimiento'
Detrás de 'El año del descubrimiento', Gran Premio del Jurado del Festival de Cine Europeo de Sevilla y cinta aupada por la crítica como la, ... hasta ahora, «película más importante del año», se esconde, apunta su autor, el murciano Luis López Carrasco ('El futuro', 2013), «un tipo de cine que, a lo mejor, llevaba mucho tiempo sin hacerse en España». Un cine, añade, «protagonizado por la gente de los barrios» con el que «buscaba reproducir la vida tal y como me la encontraba cada mañana en la cafetería de debajo de mi casa».
Narra, cuenta, la «cara 'b'» de una época marcada por la euforia olímpica de los Juegos del 92 y el empuje de la Expo, en contraposición a las protestas obreras por la reconversión industrial y el cierre de fábricas que afectaron a miles de familias y que, en Cartagena, culminaron con el incendio de la Asamblea regional en febrero de aquel año 92.
La cinta, premiada también en los festivales Cinema du Reel de París, Jeonju, Tesalónica y Toulouse, entre otros, y ya en la cartelera madrileña, se podrá visionar este miércoles y jueves a través de la plataforma Vimeo, enmarcada en el Festival Internacional de Cine de Cartagena (FICC), donde, de no ser por las restricciones sanitarias, se habría proyectado con público. El sábado 28 –18.00 horas– se visionará en la Filmoteca Regional de Murcia. «Espero», señala el cineasta, «que más pronto que tarde se pueda ver en las salas de Cartagena. Es el pase que todos estábamos esperando».
–¿Qué le ha sorprendido?
–Sobre todo, cómo ha funcionado a nivel internacional desde su estreno [el pasado enero] en Róterdam. Aunque parte de lo local, es una película muy pensada que apela a circunstancias globales: como la precariedad, el neoliberalismo, el futuro del trabajo o el ascenso de propuestas de ultraderecha en todo el mundo. Sabíamos que tenía esa dimensión, y pensábamos que podía interesar a público europeo o latinoamericano, pero nos sorprendió que en Róterdam, a la salida del cine, me parara gente de Corea y de Japón y me dijera que se veía muy representada, porque ellos también vivían una situación de crisis permanente. En España, no diría que el eco que está teniendo supera nuestras expectativas, porque uno siempre piensa que va a pasar lo mejor, pero, desde luego, está siendo maravilloso que esté funcionando tan sumamente bien. Es increíble que se estén agotando las entradas en aquellos lugares en los que se está proyectando.
«¿Cómo es posible que el momento más feliz para muchos fuera el más triste para otros?»
Año 1992
–La crítica ha dicho que es «la película más importante del año».
–Bueno, no he visto el resto de películas. Lo que percibo es que muestra un tipo de cine que a lo mejor llevaba mucho tiempo sin hacerse en España. Esta es una película muy sencilla, pero a la vez ambiciosa, porque intenta sintetizar 80 años de historia de la clase trabajadora en España. Hay algo en ella, además, que hace mucho tiempo que no vemos [en el cine], y es cómo se expresa y vive la gente que nos rodea. Cuando empezamos a grabar, mi guionista me dijo: 'Tío, es la primera vez que alguien pone una cámara en este bar, y probablemente sea la última» [la trama se desarrolla en el interior de un café de Cartagena]. He leído comentarios de muchos espectadores que decían que era la película que necesitábamos ver para saber quiénes somos. Creo que ese ha sido el factor que ha hecho que la experiencia del visionado sea tan potente, porque realmente te toca muy dentro. Si eres trabajador, si tienes que trabajar para vivir, la película te interpela directamente.
–¿Qué buscaba?
–Reflexionar de una manera más compleja o matizada acerca de las cosas que pasaron en nuestro pasado reciente, y en concreto, sobre lo contradictorio que supone el hecho de que en el mismo año en que se celebran los Juegos Olímpicos y la Expo, hubiera lugares en España donde se vivía con absoluta desesperación. ¿Cómo es posible que el momento más feliz para muchos fuera el más triste para otros? Buscaba plantear esa cara 'b', entendiendo que hay una cara 'a', que es insoslayable, pero, cuando uno coge un antiguo disco y escucha una parte del vinilo, es importante escuchar también la otra. Creo, además, que lo que sucedió entonces está directamente relacionado con la fragilidad económica y la precariedad laboral que nos persigue como sociedad.
«Quería reproducir la vida tal y como yo me la encontraba cada mañana en la cafetería de casa»
Propósito
–¿Le impresionaron los testimonios que recoge la cinta?
–Buscaba un determinado tono; un tono muy vital, muy natural, coloquial, casual, una manera de hablar a pecho descubierto. Quería reproducir la vida tal y como yo me la encontraba cada mañana en la cafetería de debajo de mi casa, durante el desayuno, y no sabía cuál iba a ser el contenido concreto de las conversaciones, pero es cierto que la gente que participó habla de cuestiones que ya había contado en los casting. Fui seleccionando los perfiles que completaban las cuestiones que queríamos tratar.
–Los argumentos de entonces son muy parecidos a los de hoy. Han transcurrido casi 30 años entre 1992 y 2020. ¿No ha habido cambio?
–Ha habido muchos cambios. Por ejemplo, si uno ve la televisión de los 90 se da cuenta de que era mucho más machista, homófoba y racista. Entonces, la sociedad española era, en lo civil, mucho más conservadora, aunque en otros aspectos, en los últimos años, es probable que la opinión pública se haya derechizado, y se han puesto sobre la mesa debates que ya debían estar superados, como el aborto. Creo que lo que ha pasado es que nos hemos polarizado, y en cierta manera nos hemos vuelto más reaccionarios. Hemos cambiado mucho, pero hay cuestiones estructurales que parece que siguen siendo las mismas. Lo que no ha cambiado, desde luego, son las condiciones de vida frágiles y de enorme desigualdad que hay en muchos territorios del interior de España y en las periferias de las ciudades.
Desinterés
–De la quema de la Asamblea regional ha dicho en alguna ocasión que pocos se acuerdan.
–En Cartagena lo recuerda todo el mundo que vivió aquella época, lo que me sorprendió es que mis mayores, en Murcia, no lo recordaran. Creo que, por parte de la ciudad de Murcia, hay un histórico desinterés hacia el resto de la Región, y probablemente no es que lo hubieran olvidado, si no que ni siquiera se habían enterado. Todas las miradas estaban puestas en los Juegos Olímpicos y en la Expo de Sevilla, esos eventos tenían que salir bien, y a todo lo que pudiera empañarlos no se le quería prestar atención.
«Hemos cambiado mucho, pero hay cuestiones que siguen siendo las mismas»
En casi ters décadas
–¿El desencanto y la pérdida de la confianza ciudadana que ya se reflejaba en el 92 es solo responsabilidad de las instituciones?
–Responsabilizar a la sociedad de su desmovilización política es lo mismo que responsabilizarla de que se expanda el coronavirus: los centros de trabajo aglomeran a la gente, los transportes públicos también, y en algunas comunidades no se contrata a rastreadores..., pero la culpa es de la gente que se ha reunido. Por otro lado, culpar siempre a las instituciones me parece muy de adolescente. Lo que tenemos que entender es que la connivencia entre la banca, las grandes empresas y las instituciones gubernamentales ha generado una legislación que, por un lado, ha desactivado la energía de los sindicatos y, por otro, ha llevado a una desmovilización ciudadana en paralelo a una operación en toda Europa en la que los medios han vendido un estilo de vida neoliberal que lo va impregnando todo. En el momento en el que la Unión Europea hizo suyos los postulados más neoliberadores con la Agenda de Lisboa, nos encontramos en una especie de monopolio ideológico que nos lleva a no debatir y a no cuestionar nada porque supuestamente hay dinero, los sueldos suben y, aparentemente, a todos nos va bien, lo que pasa es que desde la crisis de 2008 sabemos que edificamos la riqueza sobre una capa de hielo muy fina.
–Este año, como el 92, es también un momento de inflexión. De él y de los próximos dependerán, quizá, las siguientes décadas. ¿Qué oportunidades cree que tenemos delante?
–Aparentemente hay una voluntad gubernamental por apostar por políticas expansivas, y parece que tenemos el dinero europeo suficiente para que la pandemia no nos coloque en una crisis aún más dura que la anterior. Ha quedado evidenciado que el modelo de desarrollo económico de España no tiene futuro; ni a medio ni a largo plazo. Es un modelo muy frágil que se basa en un sector como el turismo que tiene los días contados porque la movilidad se va a reducir, y en otro, el agrario, que, como podemos ver en el campo de Cartagena, genera crisis medioambientales y ecológicas. Si intentamos salir de esta crisis de la misma manera que lo hicimos de la anterior: apostando por la especulación inmobiliaria y un turismo de baja calidad, de sol y playa y muy estacional; y no apostamos por el reforzamiento del estado del bienestar, el sistema sanitario, la investigación y el desarrollo, y un replanteamiento del sistema educativo, las crisis serán cada vez más rápidas y más profundas hasta la crisis final: la medioambiental, que todos sabemos que vendrá, y para la que deberíamos empezar a prepararnos, más aún estando en el lugar que estamos.
«Desde que hemos ganado el premio se ha incrementado muchísimo el interés por la película»
Festival de Sevilla
–¿Qué le gustaría que llegara al público de su película?
–Desde que hemos ganado el premio [en Sevilla], se ha incrementado muchísimo el interés por ella. Es una suerte enorme, porque no es fácil mover una película de tres horas y veinte, y en ese sentido el premio ha sido fundamental. Espero y confío en que llegue a todos y cada uno de los espectadores que quieran verla. La película muestra nuestro reflejo, y en ese reflejo tenemos que aprender a volver a mirarnos.
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