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Lunes, 25 de marzo 2019, 15:52
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Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera». Eso escribió una vez Federico García Lorca sobre esta «escuela de llanto y risa y tribuna libre» que es el teatro. Tal vez César Oliva (Murcia, 1945), cuyo nombre es eso, teatro en estado puro, sea uno de los murcianos que más ha hecho por la escena en España. Rigor, profesionalidad, memoria, pasión por los clásicos y por la palabra. Este fin de semana ha vuelto a ponerse tras los telones para dirigir 'Volvió una noche', y está feliz. Porque es un aliciente más en esta jubilación gozosa que le lleva a corretear tras sus tres nietos, en esa Murcia de la que no ha quitado un pie ni cuando dirigió el Centro de Documentación Teatral del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música del Ministerio de Cultura. Nunca ha dejado de dar clases. Aunque estudió Química, en cuarto de carrera optó por la Filosofía y Letras, rama en la que se hizo doctor. Es catedrático emérico de Teoría y Práctica del Teatro en la Universidad de Murcia, y fue el primer director del Festival de Teatro Clásico de Almagro. Dentro de unos días será homenajeado en las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro de Almería («a cierta edad empiezan a darte homenajes»), después de una vida cultivando la disciplina y el amor a esta laudable afición.
César Oliva
-Acaba de recibir una nominación a los Premios Max de las Artes Escénicas [ya llevan 22 ediciones y este año se entregan el 20 de mayo en Valladolid] en la categoría de Mejor Adaptación o Versión de Obra Teatral por 'Los caciques', de Carlos Arniches, con montaje de la compañía murciana Alquibla. De nuevo, en la terna. ¿Nervioso?
-No he estado tantas veces en la terna porque esta no ha sido tampoco mi primera dedicación en la vida. Nos dieron un Max hace cuatro años al Aula del Teatro Universitario de Murcia (TUM) por lo que habíamos hecho; yo ya estaba casi con los dos pies fuera, pero fui a recogerlo con el entonces director. Pero es que mi dedicación a la profesión ha sido rara, porque tenía que combinarla con las clases, y ha habido periodos que yo me he dedicado al teatro pero más en el aula que en la profesión. He sido algo así como un Guadiana.
-Hace tres años que se jubiló, y en este tiempo tampoco ha parado.
-Sí, es verdad. Hice 'Ninette y un señor de Murcia' en 2015, 'Las bicicletas son para el verano' en 2017 y ahora 'Volvió una noche' en 2019. Cada dos años reaperezco [sonríe]. Esto es una manera de mantenerme activo, aunque pago algún peaje, como estar cinco semanas yendo y viniendo a Madrid a ensayar. Me ha pillado todo ese lío de los cortes de vías del ferrocarril... Pero ese cansancio físico te da, por otro lado, una energía vital que me hace pensar que todavía sirvo para algo. Tengo amigos que me animan, y te sientes útil para algo, y eso pues cubre muchas expectativas personales.
-¿Tiene la impresión de que su vida ha transcurrido demasiado rápida?
-No creas, no. Porque he hecho tantas cosas... La edad te merma, y para los que tenemos la cabeza muy dispuesta no pasa nada, porque sigues dándole vuelta a proyectos y escribiendo artículos, dando conferencias, me llaman para tesis doctorales. Tengo ocupado mi tiempo, con la ventaja de que me lo puedo ordenar. Puedo ver una serie, cuando quiera, y, si me apetece viajar, puedo irme si me gusta la combinación. Como docente, echo de menos dar clase, pero eso me ligaba a unos horarios y a una disposición. La jubilación tiene como positivo poder disponer del tiempo.
-¿Cómo ve hoy a la juventud?
-Siempre pasa lo mismo. No entiendo muchas cosas, pero sí la globalidad, querer enfocar la vida de otra manera y tener otros estímulos. Veo que el mundo ha cambiado con la informática. Teniendo internet, a las bibliotecas casi no tienes que acudir. En nuestra juventud tenías que rastrear para un dato, para un libro, para una declaración, visitar muchas hemerotecas... Eso es una riqueza de anteriores generaciones. Pero ahora, en el uso de las redes sociales, yo reconozco que me pierdo, y no le dedico tiempo a eso, porque no forma parte de mi mundo, pero comprendo que es una manera extraordinaria de darte a conocer, de compartir experiencias. Es otra cosa.
César Oliva
-¿Hasta qué punto esta sociedad de hoy conecta con el mundo del teatro? ¿Se ocupan las artes escénicas de preocupaciones actuales?
-Yo creo que el teatro siempre ha dado respuesta a inquietudes de la sociedad, desde Esquilo. Lo único es que ahora lo hace con mucha inmediatez. Por ejemplo, el tema de 'Casa de muñecas', del femininismo y la reivindicación de la mujer de un autor noruego [Ibsen] en el siglo XIX, ese portazo que da Nora yéndose de su casa tarda mucho en llegar a otros países. A unos llega enseguida, pero a España tarda muchísimo, porque no existen medios tan inmediatos como ahora. El tema de 'La manada', pues ya está Kamikaze haciendo 'La Jauría'. El teatro lo recoge todo tras una reflexión. Hay otro ejemplo, 'Lehman Trilogy', de Sergio Peris-Mencheta, sobre la crisis, que ya vimos en San Javier y dentro de un mes lo tendremos en el Teatro Circo de Murcia. El teatro ha sobrevivido a las amenazas del cine y la televisión. ¡Y ahí está! Ver a un actor sintiendo algo, sea pretérito o actual, eso no va a tener fácil sustitución. El teatro tiene un carácter maravillosamente minoritario, no nos engañemos. La Compañía Nacional de Teatro Clásico ha llenado todas las representaciones de 'El castigo sin venganza', de Lope de Vega, es un logro. Y si nosotros con 'Volvió una noche' metemos 1.000 espectadores en el Romea nos damos con un canto en los dientes. ¡Claro que el teatro tiene vitalidad!
-A usted se le reconoce como formador de generaciones de espectadores de teatro en la Región. ¿Cómo es el público murciano?
-Siempre ha tenido el público murciano, y eso se lo puedes preguntar a Beatriz Carvajal, por ejemplo, un marchamo de público exigente, porque es gente que ha visto mucho teatro y sabe distinguir. Eso no significa que haya habido una evolución a una mayor tolerancia. Es un público ahora excesivamente agradecido, por decirlo de forma bonita. He visto obras en el Romea o en el Circo discutibles, donde con un aplauso somero van servidos, y aquí hay vivas y bravos, porque aquí en Murcia somos excesivamente generosos, qué le vamos a hacer. El murciano es un público muy aplaudidor.
-En 'Volvió una noche', comedia de Eduardo Rovner, es el director.
-Soy una pieza en la producción, como todas las que he hecho últimamente, y me gustaría que superara el centenar de representaciones. Que sea rentable para los productores, que son los que se juegan el dinero. Yo creo que esta apunta bien, porque el equipo está muy bien, y hay dos cabezas de cartel muy potentes, Carlos Santos y Beatriz Carvajal; la parte técnica es de primerísima clase. Espero que les vaya bien, tienen ya una cartera de representaciones importante, hasta entrar en Madrid, porque cuesta mucho. Estos entrarán en Madrid, porque Beatriz y Carlos tienen tirón, pero no está cerrada la fecha.
-En la Región de Murcia, ¿percibe un compromiso por la calidad en las programaciones de los teatros?
-Vamos a ver. Nunca como ahora ha habido tantos espacios en la Región dispuestos a llenarse de teatro y de música. En mi opinión, no funciona todavía una red de teatros fundamentalmente por la cuestión económica. La Comunidad tenía una serie de ayudas para las compañías que salían, que con el tema de la crisis se cortó, y aunque parece que está el propósito de recuperar la red, lo cierto es que a las compañías les cuesta todavía mucho distribuir sus espectáculos por su propia región, no fuera, donde también es dificilísimo. Solo queda insistir e insistir para que nos escuchen.
-¿Cómo ve como ciudadano el estado en que se encuentra el país cada vez que respira la calle?
-Estamos en un momento electoral, España es un país que siempre está en campaña. Y lo acepto y lo vivo con preocupación. Más por las formas que por el fondo. Porque los partidos de la derecha y de la izquierda defienden lo suyo, cada uno está en su derecha, pero cada vez las formas son más soeces. Y eso sí que preocupa. Porque hay una cosa que se llama educación, respeto al contrario, a las otras ideas, que cada vez se produce menos en mi país y que me recuerda a tiempos ya muy pasados y lejanos, y eso es preocupante. Estamos muy acostumbrados a descalificar sin argumentos, porque sabemos que tenemos un coro que nos da la razón y no nos importa que nos den razones. Estoy ya un poco cansado. A veces dan ganas de ser un ermitaño, pero no puedes porque vives aquí.
-¿Dónde encuentra una isla-refugio para evadirse de tanto ruido?
-Por supuesto, en los viajes. Soy muy viajero, aunque sea de trabajo, siempre he aprovechado para ver lo que me interesa. Tengo un 'hobby' que es la pintura, el dibujo, pero también la acuarela, que me relaja mucho y que practico para mí. No he expuesto nunca, aunque me lo han pedido; lo que hago lo regalo. Y, sobre todo, el cine clásico. Tengo una mediana colección de películas de todas las épocas, y mi Hitchcock, mi John Ford, mi John Huston... revisar sus filmografías me da tranquilidad y placer.
-¿Qué ha aprendido de las mujeres y de los hombres del teatro?
-Muchísimo, me jacto de grandes pequeñas amistades. Fui bastante amigo de Juan José Tamayo, al que siempre le hablé de usted; muy amigo de Paco Rabal, del que soy su padrino de su doctorado Honoris Causa. Por supuesto, de Antonio Gala, de Buero Vallejo, de Martín Recuerda... Todas esas sesiones de trabajo con café me han enriquecido muchísimo. Julia Gutiérrez Caba me contaba que a diez minutos de un estreno abrió la puerta del camerino Antonio Gala y dijo: 'Todavía estamos a tiempo... ¡de huir!'. De historiadores como Paco Ruiz Ramón, he vivido varias temporadas en su casa en EE UU. Estar cerca de tus referentes es para mí fundamental.
-¿Cuando hablan del TEU, qué es lo primero que se le viene a la mente?
-Si te dijera que hasta te puedo recitar 'Farsa y licencia de la Reina Castiza', de Valle-Inclán, la primera que hicimos en el Romea, en diciembre del 67. Aquello fue una experiencia de vida extraordinaria. Y luego la responsabilidad de llevar el grupo de viaje y de elegir los textos... Eso, verdaderamente, no tiene precio.
César Oliva
-¿Cuál considera que es su principal aportación al mundo del teatro?
-Tengo la satisfacción de haber colaborado en algo. A finales de los 70, metimos la idea de que el teatro clásico no solo eran los versos, la filología, sino también la práctica. Sentar en una misma mesa a gente de la universidad con Paco Nieva, Miguel Narros, José Luis Alonso Mañés, a José Luis Gómez, y que entre todos analizaran el fenómeno del teatro desde el escenario, y no desde los libros, pues quizás todavía no se le ha dado tanta importancia. Cuando empezábamos en Almagro eran como dos compartimentos estanco: los estudiosos, los que sabían la rima, las estrofas, dónde se encontraban esos textos, si faltaban versos y tal, y luego los que lo ponían en escena. Yo tengo la satisfacción de formar parte de un grupo que unimos esas dos tendencias, donde está Francisco Ruiz Ramón, Luciano García Lorenzo, Domingo Ynduráin, José María Díez Borque... un montón de filólogos que han estudiado el teatro desde el escenario.
-¿Qué pasará con el Real Murcia?
-Cada uno tenemos un pecado, y mi pecado es ser aficionado al Real Murcia. La gente me para para preguntarme por el Murcia, ¡en lugar de preguntarme por el teatro! Estos que han entrado al Real Murcia son unos locos maravillosos, es un trabajazo lo que están haciendo para salvar al Murcia, y la duda es si van a conseguirlo, porque el historial del Murcia es para escribir un drama.
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