La aventura equinoccial de Paco Sardaña
El director que renovó LA VERDAD y la convirtió en el periódico que mandaba en el Sureste –cuando Alicante, Murcia y Albacete formaban una autonomía virtual– llegó un día en que citó en el viejo Café Lyon, de Madrid, a tres estudiantes del último curso de la Escuela de Periodismo de la Iglesia. Uno era Juan Francisco Sardaña, de raíces valencianas y aragonesas. Los otros dos, Ángel García Pintado y yo mismo. Venancio Luis Agudo quería renovar la redacción del periódico, en la que abundaban redactores que, a la vez, trabajaban en organismos oficiales. Antes de dar fin a la consumición (que pagamos nosotros para quedar bien) estaba cerrado el trato.
Cuando nos anunció que la cosa iba de tres mil pesetas limpias por persona y mes, más extras, Ángel y yo miramos a Paco (para su mujer, la valiente y animosa Lola, sería siempre Juan Francisco). La consulta visual se debía a que, de los tres, el más realista y pragmático era él. Corría el año de 1964. Tras un leve gesto de conformidad, Ángel y yo dimos también el amén.
Y así fue como comenzó la aventura equinoccial de Paco Sardaña, que hace solo unos minutos se me acaba de morir. García Pintado prefirió irse a la delegación de Alicante. Paco y yo, a Murcia. Pensamos venirnos juntos. Pero como, oficialmente hablando, ya éramos periodistas, acordamos hacer, no sé cómo decirlo, algo 'atrevido'. Lo que pensamos estaba bien traído, si se considera que ninguno de los dos habíamos subido nunca a un avión. Paco disfrutaba de arraigos valencianos por su madre y yo tenía en Valencia unos familiares de notoria empatía. Por eso decidimos hacer la ruta aérea Barajas-Manises, y después el Destino diría.
A él le gustaba más el periodismo organizativo. Lo cual no quitaba para que le diera a la pluma. Pero, vamos, Ángel y yo sabíamos que, tarde o temprano, tocaría despacho. No llevaba mucho tiempo en la redacción de la plaza de los Apóstoles, cuando lo nombraron redactor-jefe y compró la Vespa. Se ocupó de organizar la información regional. Su manera de ser (abierta y natural) hizo que dejara muchos amigos en esa redacción dispersa que eran las corresponsalías de los pueblos.
A partir de ahí, su biografía periodística fue ya, hasta la jubilación, llevar la gobernación de varios periódicos. Cuando se marchó a Madrid nuestro Agudo contratante, le sucedió en LA VERDAD de la primera parte, conformando así una curiosa y afortunada biografía de ida y vuelta. Nos vemos.