Algunas de sus obras pictóricas, con sus colores genuinos, y sus gafas archiconocidas.

Asensio Sáez, el pincel que ilustró el Cante de las Minas

En el centenario de su nacimiento, La Unión pone en valor el legado artístico inmortal del escritor y pintor

Lydia Martín

Domingo, 13 de agosto 2023, 08:34

¿Se puede describir una tierra con los colores de un pincel? Murales, lienzos e infinidad de obras permiten contemplar, de un solo vistazo, una ... creación donde el color, o el blanco y negro, cuentan una realidad, un espejismo o un pensamiento que tiene la necesidad de ser trasladado a algo tangible; a producir arte. Ir más allá y conseguir que el recuerdo gráfico sea legado, solo lo hacen algunos nombres que perviven más allá de su propia existencia. Aunque como atinadamente decía Mecano, «los genios no deben morir», el pueblo de La Unión tuvo que despedir en 2007 al que fue el mayor representante de las artes plásticas de la historia del municipio: Asensio Sáez (La Unión, 1923-2007). En este 2023, en el que el Festival Internacional del Cante de las Minas cumple 62 ediciones, el centenario de su nacimiento pone en valor su obra como un escritor, maestro y pintor que defendió la tierra que le vio nacer.

Publicidad

Asensio tuvo una 'musa' un tanto peculiar: la Sierra Minera. En ella veía una paleta de colores cargada de matices en la que inspirarse para crear toda su obra. Así, entre ocres, rojizos, marrones y lilas, desarrolló algunas de las escenografías más destacadas del Festival Internacional del Cante de las Minas, además de sus carteles; un evento al que estuvo vinculado desde que comenzó en 1961, siendo parte de la iniciativa de Esteban Bernal Velasco, que tan acertadamente cogió el legado de Juanito Valderrama. «Asensio Sáez jugó un papel extraordinario», destacaba el fundador, haciendo referencia a su tino para escribir sobre esta tierra e invitar a escritores, artistas y periodistas para que se desplazaran hasta allí y difundieran el Festival. El marketing de los años 60.

Si buscamos su rastro en La Unión, hay mucho más que un trofeo con su nombre o el Centro Cívico y la plaza que le recuerdan: aún brilla su apellido en la Librería Sáez, que fue de sus hermanas Juanela y Pepita, ubicada justo debajo de su casa familiar. Desde el portal se alzan unas empinadas escaleras que llegan hasta la puerta de un hogar actualizado a los nuevos tiempos, pero que aún conserva las colañas de madera en su techo, y dos murales que traen a Asensio hasta el comedor y una de sus habitaciones.

Su máquina de escribir Olivetti y el mobiliario que demuestra su buen gusto para vivir.

Una fusión singular que Víctor -hijo de Paqui, la heredera del legado de Sáez-, y su mujer María, han querido mantener en su día a día. La 'taranta de la Gabriela' se lee en uno de ellos, entre personajes que tocan la guitarra y se abanican, y donde llama la atención un hombre a caballo, sujetando un carburo, con unos barcos de fondo que parecen trasladar hasta la playa de Portmán. Al otro lado de la chimenea de Sáez, que ahora sustituye un televisor, los colores de la Sierra Minera siguen protagonizando la otra parte de este mural, con montañas, caballos y molinos. La estampa cambia en el que se encuentra en la habitación del pequeño Víctor, que se pasa del estilo más cubista de sus primeras obras al realismo, más característico en los últimos tiempos de Asensio, con dos caballos que tiran de un carruaje entre un fondo de árboles en tonos rojos y amarillos.

Publicidad

Los muebles, libros y otros objetos como los pinceles del Hijo predilecto de La Unión se muestran de forma permanente en la primera planta de la Casa del Piñón, en lo que fue el antiguo espacio del Museo Minero

Un vínculo eterno

La casa de Cala Reona es el hogar de Paqui, donde un mural con estilo marinero está firmado en el año 68, casualmente en el que ella nació. «Yo soy Cáncer -indica haciendo referencia a la astrología- y en el cuadro aparece un cangrejo. No sé si es casualidad o destino», indica. Fue con 18 años cuando empezó a trabajar para él, justo cuando acababa de ser madre y buscaba un trabajo cerca de casa para no estar lejos de su bebé.

Parte de su biblioteca, con los libros que le acompañaron hasta su muerte.

Fue el inicio de un vínculo que no imaginaba que le haría heredera de un legado artístico y creativo que ha querido poner en valor coincidiendo con el centenario del nacimiento del que fue como un padre para ella. Hizo caso a la ilusión de Sáez de «exponer su obra», así que llevaron al Ayuntamiento parte de lo que tenían para que se pudiera mostrar al mundo, especialmente a las nuevas generaciones, en la primera planta de la Casa del Piñón, en lo que en los últimos años fue el espacio del Antiguo Museo Minero de La Unión.

Publicidad

«Él me sumergió en el mundo de la cultura y me enseñó a valorar su obra y que se conociera a través del tiempo», afirma Paqui.

«Una sugerente invitación a su mundo a medio camino entre el barroco, el modernismo, el surrealismo y el cubismo», recuerda su discípulo, Esteban Bernal Aguirre, sobre la casa de Asensio.

En la exposición se ven los trazos que pintaba en cualquier elemento de la casa, desde armarios hasta biombos, además de permitir contemplar algunos de sus escritos y cuadros. Sobre su escritorio, está su antigua y fiel Olivetti, a la que pasaba a máquina todo aquello que prefería escribir primero a lápiz. No faltan sus gafas, aquellas que van asociadas siempre al recuerdo de Sáez; tampoco sus pinceles ni las paletas donde mezclaba todos los colores, sin olvidar parte de su inmensa librería.

«Cada vez que entraba en su casa-museo, las horas parecían haberse detenido. Todo en él era una sugerente invitación a su mundo a medio camino entre el barroco, el modernismo, el surrealismo y el cubismo», detalla Esteban Bernal Aguirre, el 'discípulo' artístico de Sáez, que se incorporó de joven al grupo de artistas que capitaneó su maestro, junto a Paco Conesa, Paco Hernández Cop, Fulgencio Cegarra y Pedro Ginés Celdrán. Siempre lo encontraba «trabajando entre libros, revistas, papeles y lápices de colores», y también le recuerda como «un educador de sensibilidades» dentro del aula, cuyas pizarras le hubiera gustado conservar como auténticas obras de arte.

Publicidad

Musealización de sus pertenencias en la primera planta de la elegante Casa del Piñón.

«Ciudad alucinante»

Volver a recordar su obra hace dudar de su definición de sí mismo como «un escritor que pinta». Porque Asensio Sáez era las dos cosas. Su pasión por su tierra le hizo ponerle un apelativo cargado de admiración e ilusión: la «ciudad alucinante», que desde entonces actúa como sinónimo de La Unión, y que le mantiene latente en el presente. Asensio se fue, pero ha dejado un legado inmortal que se plasma en la cantera de talento plástico que brota de esta Sierra Minera. Su 'sol' sigue iluminando, haciendo que el arte se mantenga vivo, teniendo como protagonista un pincel.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad