Antonio J. Ruiz Munuera, escalador de palabras y fotógrafo de aventuras
Optimista y lector por herencia, el escritor, docente y amante del deporte extremo publicará este año, tras ganar un nuevo premio literario por 'Mwelu', una novela negra ambientada en el Mar Menor y un fotolibro de relatos
Ama los espacios abiertos, tan amplios como su risa. Los grandes territorios, tan vastos como su obsesión por documentarse antes de enfrentarse a una novela. La capacidad de la naturaleza, tan ávida de restaurar su equilibrio como ansiosa es su virtud de observar la vida desde una atalaya de optimismo. Discreto y confiado, se confiesa sin falsa modestia «presunto escritor», a pesar de que su trayectoria, cuajada de premios literarios como el Alandar de Narrativa Juvenil (por 'La Troupe', de Edelvives) o el Nostromo de Novela (por 'Ojo de pez', de Editorial Juventud), le eche por tierra su falta de ego. Antonio J. [Jesús] Ruiz Munuera, lorquino afincado en Molina de Segura y docente de Secundaria en Lorquí, deambula con rumbo acompañado de una libretita o un iPad, una pequeña navaja y una cámara fotográfica con la que se detiene a diario, cien millones de veces, en las pequeñas cosas. Con su pareja comparte inmersiones de buceo; con sus amigos, rutas en bici de montaña y escaladas en pared, y con sus hijos, viajes en los que tuvo que introducir ciudades para compensar sus ansias inequívocas de naturaleza. Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, es miembro de la literaria Orden del Meteorito de Molina de Segura y codirector del Certamen Internacional de Artes Creativas y Deporte de Lorca junto a su hermano Felio y Dany Campos. Algo anárquico en sus rutinas de escritor, tiene obra publicada de literatura juvenil, relatos y novela negra medioambiental. Inquieto y un poco imprudente, está pendiente de publicar, en los próximos meses, 'Donde nadaban los dragones', ambientada en el entorno del Mar Menor «y sus corruptelas políticas», y un libro de prosa poética y macrofotografía. Tras de sí deja un año en el que recibió el VII Premio de Literatura Juvenil Avelino Hernández de Soria, por 'Mwelu', y su novela 'Ojo de pez' fue seleccionada como obra con potencial de adaptación cinematográfica en el 'Rodando Páginas, del libro a las pantallas', de la Asociación Madrileña de Audiovisual y la Feria del Libro de Madrid. Con cuatro historias en la mesilla, para saltar de una a otra según le pida el cuerpo, también alterna entre proyectos propios, ajeno a la presión por publicar. Y eso es, en parte, porque asegura que es inmensamente rico en tiempo.
Lunes
9.00 horas. Como no estoy casado contractualmente con nadie y no soy un escritor de prestigio que tiene que producir anualmente una novela, a veces salen dos juntas y luego en dos años no saco nada. No siento presión. Este verano hice un viaje en bici por los Picos de Europa y pasé por un pueblecito abandonado. De ahí surgió la idea de una novela a la que ya estoy dando forma, y estoy simultáneamente con otra, histórica, con la que llevo un par de años. Tengo pendiente de publicación 'Mwelu', que trata sobre una fotógrafa de 'National Geographic' que pone en marcha un proyecto de voluntariado en Nairobi, donde un grupo de adolescentes dan a conocer al mundo la cruda realidad de los guetos a través de la fotografía. También tengo una simbiosis ya terminada entre prosa poética y fotografías, mías también, con 99 microtextos acompañados de una imagen. Y con La Fea Burguesía voy a publicar 'Donde nadaban los dragones', el cierre de una serie de historias autoconclusivas que empezó con 'Ojo de pez', que se ambientaba en el Portmán de los años 90, y continuó con 'La ira del insecto', más centrada en el tráfico de personas. Esta tercera narra el devenir del Mar Menor, en clave policiaca, en los últimos años. Me gusta meterme en 'jardines'. La novela del Mar Menor no sé cómo de cara me va a salir. Hay mucho por contar todavía; no para una novela, sino para diez. Pero soy optimista. Creo que, si lo dejamos tranquilo, el Mar Menor tiene capacidad de recuperación. Nos lo demostró la pandemia.
Martes
14.30 horas. Escribo porque he sido y sigo siendo muy lector. Y antes de serlo, otro antes que yo lo fue y me animó a serlo. Mi padre era la persona más enganchada a la literatura que he conocido, y en Lorca aún lo recuerdan como aquel que casi vivía en la biblioteca municipal. No creo en los talleres de escritura. Sirven para que te ayuden a diseñar la arquitectura de una novela o un relato, pero poner en orden palabras y crear frases, si no has leído antes muchas, no te sale. Lo llevas dentro como si te lo hubieran inyectado. Le debo eso a mi padre. Lo que más me ha marcado como lector y como escritor son los clásicos americanos de finales de siglo XIX, obras como 'El último mohicano' y 'El Oso', y autores como James Fenimore Cooper, James Oliver Curwood o Jack London. Echo de menos que se haga literatura de este tipo para chavales. Lo último que me está encantando es un libro de Rosa Huertas, prestigiosa autora de literatura infantil y juvenil que acaba de lanzarse al vacío con una novela negra: 'El vértigo de los suicidas'.
Miércoles
18.00 horas. Los profes de Secundaria somos unos privilegiados. Trabajo pocas horas en una especialidad que disfruto con los chavales. Tengo huecos en el horario de mañana que normalmente aprovecho para documentarme sobre lo que estoy escribiendo o darle forma a algún capitulito. Pese a que me considero una persona ordenada, soy bastante anárquico a la hora de escribir. Escribo lo mismo en un tanatorio, a la espera de que me toque a mí, que en la consulta del dentista. A los lectores que tengan dudas sobre qué cosas leer, les diría que investiguen en autores de pequeñas editoriales: hay multitud en cada provincia que tienen auténticas joyas. Cuando un editor apuesta por una obra a sabiendas de que no se va a vender, lo hace porque cree que ese texto tiene que ver la luz. Eso es ser valiente.
Jueves
11.15 horas. Soy un profesor de Educación Física muy atípico, porque no me gustan los deportes convencionales ni de balón. Me gustan la montaña, el windsurf, el buceo, el esquí, la bici... Los jueves, conforme salgo del instituto a las 11.15, mi compañero y yo ya estamos camino de alguna pared. No salgo a propósito a hacer fotografías, pero lo que sí hago es fotografías todos los días. Me quedo obnubilado con cualquier cosa. Me he hecho con un móvil con una cámara fenomenal, con óptica Leica.
Viernes
21.00 horas. Planificar un viaje ya supone para mí un disfrute increíble. A veces se ríen de mí mis amigos. Si voy a viajar en verano, en diciembre ya lo tengo todo estructurado y reservado. Siempre voy a espacios naturales, a parques nacionales, a hacer un itinerario siguiendo el curso de un río o el perímetro de un estado o país. Mi hijo tiene 21 años y mi hija, 24. Ya viajan solos, pero tuvimos que llegar a un acuerdo en cuanto a visitar ciudades. Una vez, estuvimos una larga temporada en el oeste de Estados Unidos. Mi hijo, que tendría 12 años, llamó al abuelo para ver cómo se encontraba, y el abuelo le preguntó que cómo iba con los indios por allí. Mi hijo le dijo: «Abuelo, ¿sabes qué? Hoy hemos comido sentados en una silla». Ese es el tipo de viajes que me gustan. Tengo aplazado desde la pandemia viajar a Nepal, y este verano quiero ir en bici por las islas del Adriático.
Sábado
21.00 horas. Los premios literarios han sido y siguen siendo para mí una puertecita entreabierta para llegar a una editorial. Mi experiencia me dice que, salvo algunos muy famosos y que evidentemente están más que contaminados, la mayoría son transparentes. Precisamente por ser un autor desconocido que ha ganado premios, y alguno de ellos de cierto prestigio, sé íntimamente que es así. Lo he visto como autor y como jurado.
Domingo
13.30 horas. Me gusta comer con la familia y con mi pareja. Con ella lo que más hago es bucear y viajar, aunque alguna bici cae de vez en cuando. Lo único que le pido a las comidas es estar rodeado de gente con la que la voy a disfrutar. Da igual que sea una barrita o bocadillo, en el monte, que en un sitio de esos con silla, como decía mi hijo.
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