Te alegraba verla tan especialmentre feliz, se hacía de querer más allá de la admiración que despertaba. Esa noche estaba jubilosa, excitada como la novia ... a caballo de 'Bodas de sangre', latiéndole el corazón a velocidad de Fórmula 1, los ojos encendidos como si se viesen en la obligación de iluminar ellos solos, para calmarlas, las tristezas de todos aquellos que se sienten solos, perdidos o sobrantes. Tenía la risa más alegre del mundo, esa risa que le ha acompañado por el mundo sirviéndole de alimento y de campanas que anunciaban su presencia; esa risa que, cuando se tornaba en llanto, la dejaba molida. Esa misma risa que le entró a Concha Velasco cuando, bendito sea el día, le dijo a la madre de su alma: «Mamá, quiero ser artista».
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Esa noche de la que hablo fue una de abril de 2016, en la que interpretó en el Romea 'Reina Juana'. Aquello no fue una representación, fue un milagro, y su apoteósica interpretación derivó en una interminable ovación del público, y en sus lágrimas de alegría fundiéndose con una amplia sonrisa de gratitud. Me acerqué a ella, la abracé y le dije: «Da la impresión de que ahora mismo podría salir usted al mundo y comérselo entero en dos o tres bocados». Soltó una carcajada, y me contó que estaba «muy feliz», se sentía «útil», se sabía «querida» y todavía estaba «fuerte».
«Hijo mío –me dijo–, ¡qué bien me ha venido interpretar 'Reina Juana' en este teatro tan maravilloso que es el Romea de Murcia, mi Romea de Murcia!». Había desplegado ante el público una vez más, a lo largo de una carrera que en sus inicios ya alcanzó la gloria eterna –literal– con su interpretación de Teresa de Jesús en la serie de TVE dirigida por Josefina Molina, una sabiduría escénica que era puro oro; su encarnación de la llamada Juana la Loca fue deslumbrante.
Concha Velasco ha sido inspiración, a lo largo de su prolífica carrera, para muchos actores y actrices jóvenes que han valorado en ella su amor por la profesión, su extraordinario respeto por el público, su valentía ante los retos y el encantamiento que sabía irradiar a su alrededor.
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Y uno de estos intérpretes que saben bien de su maestría y de su capacidad de embrujar es Ginés García Millán, nuestro brillante lumbrerense. Nos reímos cuando lo recordamos: formaron una pareja electrizante en la serie 'Herederos', también de TVE, en la que la Velasco interpretaba a la terrible y señorial Carmen Orozco, y él a su yerno, Bernardo Sánchez, ambicioso y sin escrúpulos; dos buenas piezas a las que mejor tener como amigos. Tras rodar ambos la última secuencia juntos de la serie, decidieron en plan cachondeo darle una sorpresa a todo el equipo, con la complicidad del director. «Ella me decía», rememora riendo García Millán, «'Bernardo, que no me entere yo de que vuelves a engañar a mi hija Julia'. Y yo le respondía: 'Sólo hay una mujer con la que engañaría Julia: ¡tú!'. Y, bueno, el plató se vino abajo...; Concha ha sido la más grande, la más trabajadora y la más divertida». Y vaya si se llevaban bien, porque se despidieron «con un apasionado beso de cinco minutos».
Hay tres palabras cuyo significado la horrorizaban: sobrevivir, sacrificio y resignación. Decía que las quitaría del diccionario, y explicaba que un día le comentó una amiga que estaba sobreviviendo, y que ella exclamó «¡qué horror!» porque sobreviviendo es una palabra horrible cuyo significado no deberíamos permitir, ya que «lo que hay que hacer es vivir, no sobrevivir».
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No dar la lata
La última vez que la entrevisté, en abril de 2021, tenía ya muy claro lo que esperaba de la vida, y cómo quería despedirse de ella: «Lo que me queda ya es morirme sin dar la lata». Ese día, su respuesta a una de mis preguntas me inquietó. Le recordé que una vez me aseguró que ella era «una pobre mujer», y de nuevo me insistió en ello. La voz inconfundible, la salud ya muy frágil, y esos ojos bárbaros inconfundibles: «Y lo soy. Es que yo no quiero ser Conchita Velasco; yo quiero ser o padre de Conchita Velasco, o marido de Conchita Velasco, o hijo de Conchita Velasco, pero lo que no quiero ser es Conchita Velasco porque Conchita Velasco es una pobre mujer que se ha pasado la vida trabajando como una mula. ¡Y menos mal que me gusta mi trabajo!». Un trabajo que quedará guardado como un tesoro en la memoria de los millones de españoles que le decían de corazón 'querida Concha'.
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