Esta es la habitación de David, soy su padre
Una palabra tuya ·
Eeres el padre de David, entras en la habitación de tu hijo y te invade una sensación extraña. Hay algo invisible en esa estancia que ... te agita por dentro. David hace tiempo ya que dejó atrás la infancia, pero nada más cruzar la puerta de su espacio privado en el hogar de sus padres –su madre se llama Eva–, te da la bienvenida un gran póster de El Rey León; ya sabe, ¿quién no ha cantado más de una vez, a solas o en compañía de otros, a menudo los más pequeños de la casa, eso de 'hakuna matata, una forma de ser, hakuna matata, nada que temer, sin preocuparse es como hay que vivir, a vivir así yo aquí aprendí, hakuna matata...?'
Es una habitación sencilla, ahora muy ordenada, en la que muy bien pueden acudir a tu memoria los consejos que Mufasa regala, bienvenidos sean, a Simba, su hijo: «Todo lo que ves coexiste en un delicado equilibrio. Como rey tendrás que entender eso y respetar a todas las criaturas, desde la pequeña hormiga hasta los antílopes». Eso es, a todas las criaturas que pueblan la Tierra, y la hacen única, entre las que se encuentran los humanos, que deben ser dignos de admiración no solo por su inteligencia y por haber descubierto lo bien que se entienden la hueva de mújol y las almendras fritas, sino por algo tan definitivo como la posibilidad de saber distinguir el bien del mal.
A casi todos los padres les gusta que sus hijos estén familiarizados con El Rey León, y escuchar con ellos, mientras los abrazan o les dan de merendar, recomendaciones que esta historia propone como que «debes ser lo suficientemente maduro para entender tus miedos y superarlos». Los miedos no dejan en paz en la infancia, ni tampoco en la adolescencia. Y ayuda mucho a superarlos saber que tus padres están ahí.
David ha cedido también espacio en su habitación a Spider-Man, que protagoniza otro de los pósteres que acompañaban sus días, sus noches. No es un mal tipo este superhéroe empeñado en acabar con cuantos más supervillanos, de esos que solo persiguen siniestros fines y jorobarnos la existencia, mejor. El joven huérfano neoyorkino Peter Parker ya era un buen chico antes de que le mordiese una araña radiactiva y adquiriese cualidades sobrenaturales. Su enseñanza tampoco viene mal a ninguna edad: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Pero no solo hay pósteres en el nido de David, también destacan las pegatinas que adornan las puertas de su armario, entre ellas varias de Pikachu, una de la Bella Durmiente, otra de una princesa de Disney... No son tampoco ninguno de ellos propicios a que se tengan pesadillas con sus aventuras.
Sobre su cama descansan un oso de peluche marrón y un muñeco de fieltro, de múltiples colores, que luce un nada discreto corazón rosa. Miguel Ángel, apoyado sobre el cabecero de la cama de David, casi roza con su mano derecha al peluche. Tiene el padre cara de cansado en la fotografía en la que le observo. Posa él solo, sin Eva, que no sé si en esos momentos se encuentra trabajando en su peluquería –su marido es profesor–, de la que en más de una ocasión han hablado con David para ver la posibilidad de que un día pudiese hacerse cargo del negocio. No se le ha dado mal lo que ya lleva aprendido de cortes y peinados, y las clientas de su madre le han dado buenas propinas.
Estas no son horas
La vida de David, Eva y Miguel Ángel cambió a primeras horas de una mañana de noviembre de 2021. Las seis de la mañana no parece un buen momento para recibir a nadie en casa, y menos para toparte al abrir la puerta con seis agentes de policía que encontraron, durante su registro, un machete en la cama del hijo, el mismo lugar donde siguen hoy el peluche y el muñeco de trapo, ambos rodeados por un póster de El Rey León, otro de Spider-Man, y las más variopintas pegatinas de, también, el Pato Donald. Se lo llevaron detenido.
Han pasado dos años, David tiene ahora veinte y el portavoz del jurado popular que lo juzga acaba de hacer público que consideran probado que pertenecía a los Dominican Don't Playuna, una banda juvenil nada recomendable, y que en compañía de tres menores había asesinado a un chico que por entonces tenía su misma edad, Isaac López Triano, apuñalándole por la espalda cuatro veces en un túnel de la calle Comercio de Madrid; corría julio de 2021. Antes de la detención, Eva y Miguel Ángel estaban muy preocupados por las nuevas amistades de su hijo. Estaban intentando, haciendo lo que podían y sabían, que no echara por tierra su futuro. La muerte de Isaac les destrozó.
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