Fotografía: Pepe H | Tipografía: Nacho Rodríguez

Una embarazada, un paso de peatones, un animal

Una palabra tuya ·

Domingo, 14 de enero 2024, 08:31

No es que luzca despejado el panorama, el porvenir, pero no por eso dejamos de proponernos cosas que, por supuesto, dejamos a medias, si es ... que acaso las iniciamos: el último cigarro, el último divorcio, seré menos impaciente, serás mejor persona, ni un día más sin aprender inglés, ni un día menos sin probar el sushi. Le diré 'te quiero', cambiaré de coche, irás al Himalaya, vendremos más a verte, abuela; saldré a correr, saldremos más a menudo al campo, de este lunes no pasa que empiece a reciclar, me apuntaré a yoga, me desapuntaré de la manía de repetir siempre postre, no seré más paño de lágrimas de nadie; me lavaré las manos, como Pilatos a veces y, otras, como hacíamos religiosamente en pandemia.

Publicidad

No pensaremos que todo tiempo pasado fue mejor, dejaremos de arrojar colillas por doquier, con un poco de suerte no santificaremos más a políticos nefastos, ni acompañaremos las fiestas dejando la basura y los botes de cerveza en todo parque a mano. Nadie orinará en aguas limpias, prometes que no piratearás ni películas ni libros. Seguirás sin ver 'El Hormiguero', mirarás más a los ojos –de los humanos, no cuenta tu perro–.

Enero. Deseabas que acabase 2023, pero no tienes nada claro que 2024 vaya a ser mejor. Has terminado por, ni siquiera, agradecer no ser tú de los que no tienen a nadie querido a tiro. Siempre quieres más, ya te vale. ¿Los ves o no? Están ahí: son quienes no disponen de más compañía que, quizás, esa brillante estrella, solitaria en la noche, que parece estar allí tan solo para sus ojos como una señal que brinda esperanza; poca.

¿Te apuntas?, ¿se apunta? Vamos a cuidar con esmero la naturaleza y a proteger a los animales y las plantas, y no es broma. Que tu hijo sueña con cambiar el mundo para que sea más justo, date por afortunada, por bendecida por no ser de los que ni siquiera tienen una cama de roca, ni jamás un sueño dulce y profundo. Lo afirmo: a alguno conozco que duerme tranquilo porque hace todo lo que puede y lo hace sin esperarlo todo a cambio.

Publicidad

Vale, está bien condenar a Israel por sus excesos, y a Hamás por su delirio de sangre, pero acaso no deberíamos empezar, debería empezar, deberías comenzar, por no contribuir a los atropellos ajenos. Seré más cuidadoso, incluso prestarás más atención, siendo paciente, a quienes se acuerdan con emoción de las calles mojadas de su infancia, y de la sonrisa ancha de sus abuelos muertos; y del placer de la lluvia en el pelo cuando te cae estando enamorado, y del correr nervioso hacia una cita con ella, o con él, ay esos amores que lo iluminan todo.

Apuntado queda: no es menor el valor de los cactus, los almendros, el espliego y las palmeras levantinas, esas que anhelan atrapar la primera ráfaga de primavera, esas que descaradas se arrojan de bruces contra el Sol, que escribió Miguel Hernández, que tan cerca de nosotros vivió, en Orihuela, y que cantó al valor de cuantos por la libertad sangran, luchan, perviven. Le debemos este verso impagable, 'como un árbol carnal, temeroso y cautivo'. Y le debemos luchar para que su muerte no haya sido en balde, pero eso es algo que vamos dejando pendiente año tras año. Yo qué sé, si hasta ya no consigo recordar cómo huele una rosa.

Publicidad

Peatones

Doce de enero, Murcia; una embarazada, con todas las papeletas para que el parto no tarde en llegar, cruza un paso de peatones. Un conductor le pita, la asusta, le vuelve a pitar con más rabia. Una mujer se encara con él, le llama animal. Imagínense lo que el animal la llamó a ella. Eso mismo, ¡sí!, eso mismo. Y es entonces cuando entras en crisis civilizatoria y te entras las ansias de ponerte bruto. Los hay también que han pasado de la escena, que ni caso, que tenga un buen parto la embarazada. No los conoces, pero los juzgas. ¿Y si nada es lo que parece?

Pasó con el judío Hans Neumann, una vida apasionante, que cuando supo que sería recluido en el campo de concentración de Terezín, se las ingenió para huir nada menos que a Berlín, corazón del Tercer Reich. Se inventó una nueva identidad, decidió que se envenenaría con cianuro si era descubierto durante su escapada en tren y, llegado a la capital alemana, se las ingenió para que su vida fuese larga y no sucumbir a las pesadillas, ni sobre camas de piedra ni bajo la luz de ninguna brillante estrella.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad