Ángel Cruz: «Hay que ir al infierno para deconstruirse y ser mejor persona»

«Leo mucho sobre cine y sobre el Holocausto, obras como 'La trilogía de Auschwitz', de Primo Levi, pero quizá el libro que más veces he regalado es 'Juan Salvador Gaviota'. Es una obra de crecimiento personal que en la adolescencia marca mucho. También habré comprado más de quince veces 'El dolor de los demás': soy el que más rico ha hecho a Miguel Ángel Hernández, que es familia para mí. Otras lecturas que he disfrutado mucho son 'Hojas de hierba', de Walt Whitman, y 'La historia interminable'».

«Ahora estoy, como muchos, en el 'modo' Viva Suecia, pero escucho de todo, desde los Beach Boys a Dani Martín. En el recopilatorio del Wrapped, sin duda lo que más sale que escucho es Frank Sinatra. Me lo pongo para trabajar, me relaja un montón. Creo que su voz es perfecta y nadie ha sabido transmitir los sentimientos tan bien como él lo hace. Me quedo con 'My Way', una canción que nos representa a todos. Los genios son inmortales y hay que revisitarlos todos los días».

«Me encanta Woody Allen, y hay una película de él, súper divertida y maravillosa, que es la que he visto más veces. Cuando estoy de 'bajona' me la pongo. Te pasea por Nueva York y tiene una gran banda sonora, con mucho jazz. Está considerada como obra menor en su filmografía, pero para mí es una de sus últimas grandes películas. Con 'El Club de los poetas muertos' [1989] descubrí a Walt Whitman, gracias al poema 'Oh, Capitán, mi Capitán'. Fue la primera película de adultos que vi en un cine; casi no me dejan entrar por mi edad. Me despertó las ganas de ver cosas diferentes, porque no era para nada un 'blockbuster' para adolescentes. Hoy no considero que sea una buena película, pero eso es lo que tiene el cine: importa el cuándo lo ves, dónde lo ves, con quién».

«Estaba visitando a un colega que estaba de becario en Berlín, cogimos un coche y nos fuimos a recorrer Polonia. Lo típico era ir a los campos de concentración. Yo no quería ir, me parecía frívolo y morboso hacer negocio de eso. Pero me cambió la vida. Fue algo revelador. Hay que ir al infierno para deconstruirse, ser mejor persona y ver la vida de otra manera. Te hace pensar en cómo ha podido el ser humano hacer una fábrica para matar. Después, me obsesioné con la literatura de la Segunda Guerra Mundial. Ahora sigue habiendo genocidios, televisados y retransmitidos. Dentro de 50 años nos preguntaremos cómo se pudo permitir eso. Parece que estemos inmunizados contra el dolor».

«Para trabajar e informarme uso X, porque es una herramienta muy útil en la que te enteras de todo. Pero es un vertedero de odio y me da ansiedad que la gente se pelee. Instagram es más amable, menos agresivo. No me gusta ver la vida a través de filtros, y las redes proyectan una felicidad que en la mayoría de los casos no es verdad. Prefiero la vida real, sincera, con tus cicatrices, tus canas, tus imperfecciones, el paso del tiempo, la experiencia… lo que te hace vivir».

«Como murciano, me decanto por una marinera en una zona de El Pedruchillo, en La Manga, donde intento refugiarme con toda la frecuencia que puedo. El plan perfecto es tomarla con una buena compañía, una puesta de sol en el Mar Menor y un vino blanco fresquito. El resto lo hace el destino. Así, que nos pille el fin del mundo».

«Es la serie de las series, la prescribo al menos dos veces por semana. La veo todos los días cuando llego a casa, para empezar a desconectar y desintoxicarme. Soy uno más de la familia Crane. Es una serie refinada, intelectual, súper divertida, con un humor inteligente, llena de críticas ácidas. También me gusta mucho, aunque no a ese nivel, 'Mad men'. Me encanta por el diseño y ese cierto esnobismo que también tiene 'Frasier'».