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Sábado, 28 de septiembre 2019, 02:23
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«Aquí te entrego mi falcata, símbolo de Qart Hadast. Espero que hagas de ella la ciudad más grande del Mediterráneo. Y ahora, deja libres a mis hombres», dijo el carthaginés Magón Giscón, a lo que Escipión respondió: «La conquista de esta ciudad nunca se olvidará. Ahora, solo los inmortales conocerán nuestro destino». Así el general carthaginés sucumbió ente el romano, tras una lucha sin cuartel entre 3.000 guerreros en la Cuesta del Batel, entre ellos muchas mujeres. Fue el final a una puesta en escena ideada por el estratega curtido en mil batallas Gerardo González, y disfrutada ayer por la tarde por las más de cinco mil personas que abarrotaron gradas, sillas y laterales del gran escenario. También hubo público sobre la muralla de Carlos III, en Despeñaperros, en las inmediaciones del castillo de los Moros e, incluso, subidos a los árboles.
El acto pareció la escena de una película, por la espectacularidad. Entre los participantes hubo dos docenas de especialistas de la empresa Legend. Ellos fueron los encargados de ocuparse de los momentos de riesgo, como las cargas de caballería. Mientras, los festeros se emplearon a fondo en dar verosimilitud histórica a las acciones bélicas. Entre el público se encontraban la alcaldesa, Ana Belén Castejón, y la vicealcaldesa, Noelia Arroyo. A diferencia del año pasado, pareció haber menos orden pero más cargas, hasta siete, algo que agradeció el público y confirió mayor realismo al momento. El objetivo fue conseguir «la recreación histórica más fiel a lo que realmente pasó hace dos mil años en la toma de Qart Hadast», según el director de escena, ideólogo de una recreación que tituló 'El Sueño de Neptuno'. A las cinco de la tarde, las legiones navales llegaron a la explanada del Muelle y escenificaron, en el auditorio instalado allí, el desembarco en las costas de Qart Hadast para representar el bloqueo del puerto púnico.
Las tropas locales se acuartelaron tras las murallas, en la Cuesta del Batel, y esperaron el asedio de esas legiones marítimas, desde la Plaza de la Isla, y de las que marchaban por tierra, desde la Plaza Bastarreche. Para favorecer su avance y garantizar la seguridad, la Policía Local cortó el tráfico en los carriles de la Cuesta del Batel en dirección al mar. Esta vez los romanos atacaban llegando desde lo alto de la cuesta y los púnicos desde abajo.
El primer envite fue romano, con las legiones en formación triple y ajedrezada ('velites' o infantería ligera y 'hastati' en primera línea, príncipes en retaguardia y los 'triari' o infantería pesada como cobertura). En ese momento, los carthagineses esperaron tras las murallas y desde lo alto desafiaron a los romanos. Los arqueros púnicos lanzaron una lluvia de flechas sobre las huestes imperiales, que respondieron con proyectiles de gran tamaño. Pese a ello, los de Escipión retrocedieron.
A ello le siguieron otras escaramuzas, con las que el ejército romano fue ganando terreno al carthaginés y acercándose poco a poco hacia el pórtico, que simbolizó la entrada a la ciudad de Qart Hadast. La estructura, que simulaba la piedra de la muralla, esta ubicada en la parte baja de la cuesta.
En el último choque, también cuerpo a cuerpo, el general Publio Cornelio Escipión asestó el golpe definitivo a un batallón ya debilitado por la numerosas bajas y tomó la ciudad. Así, subió a lo alto del pórtico y gritó «¡Victoria!», «¡Victoria! La batalla duró más o menos una hora y cuarto, como estaba previsto.
Los romanos marcharon hacia el Muelle, para proclamar que habían ganado y luego izaron su enseña en lugar de la carthaginesa, ya en la Plaza del Ayuntamiento. Allí anunciaron la creación de Carthago Nova, con todas las construcciones características de Roma. Fue el preludio del desfile triunfal que llevó a las legiones por la calle Mayor hasta el campamento.
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